"Más seguridad, menos libertad"
Esta es la fórmula más usada para resumir los 6 años del régimen Bukele. La seguridad que sus políticas han dado a los ciudadanos (sobre todo en las comunidades, barrios y cantones que vieron durante décadas el crecimiento de las pandillas) es el logro que explica los altos niveles de popularidad de Nayib Bukele. Durante años, los ciudadanos estaban dispuestos a asumir el costo por el modelo de seguridad escogido por el gobierno: la pérdida de sus libertades y sus derechos.
Símbolo de esta pérdida es el permanente estado de excepción. Pero la pérdida de libertades va mucho más allá: el Estado entero fue rearmado, ajustándolo a las necesidades de largo plazo de una dictadura, en la cual todo el poder se concentra en manos de un hombre y su clan, sin instituciones que lo limitan. Por esto, el desmontaje de la autonomía del sistema judicial y de todas las instituciones diseñadas en la Constitución para proteger al ciudadano de abusos de poder. Por esto, la reducción del poder legislativo a una función auxiliar del Ejecutivo. "Nuestra tarea es darle gobernabilidad al presidente", confiesan los diputados de Nuevas Ideas.
El poder que en una democracia tienen los ciudadanos y la sociedad civil (sus libertades, su derechos, sus posibilidades de controlar al gobierno) se quitaron y se acumularon en manos de la nueva élite alrededor del clan Bukele. Se hicieron de la libertad de abusar de su poder, y del derecho de enriquecerse mediante una corrupción sistemática.
Más corrupción, menos inversión social
Por tanto, nuestro titular también hubiera podido ser: "Más corrupción – menos inversión social". Menos inversión en Educación, Salud, Vivienda Social, Medio Ambiente. Ya no se trata de la confrontación entre algo que la sociedad gana contra algo que pierde, como en "Más seguridad – menos libertad". En esta nueva fórmula, todo es ganancia de una nueva élite y pérdida de todos los demás. Es por esto, que últimamente la popularidad del presidente comienza a bajar, la de su gobierno y sus políticas está en el suelo y renace algo que durante los 5 años del primer mandato de Bukele casi no se expresó: descontento, protestas y reivindicaciones sociales. Primeros señales de vida de una nueva oposición.
Más conflictos sociales, más represión
El resurgimiento de conflictos sociales obliga al régimen Bukele a usar los instrumentos de represión desarrollados para controlar la delincuencia para reprimir las incipientes protestas sociales. Renace el viejo fantasma de la represión. Esto pone en crisis la receta original del régimen que durante años fue tan exitoso: "Yo te garantizo seguridad y tú me concedes el poder total". Ahora la gente siente nuevas amenazas a su seguridad: un estado totalitario que comienza a reprimir; una policía militarizada que ejecute represión para controlar a la ciudadanía. No hay seguridad donde se tiene miedo...
Más propaganda, menos libertad de expresión
Durante 5 años le ha funcionado al régimen Bukele esta receta: saturar el ambiente con permanente propaganda, basada en los elementos clásicos del populismo: uso masivo de los fondos y medios del estado para difundir desinformación sistemática y culto a la persona del gobernante. Todo esto combinado con restricciones a la libertad de expresión y la transparencia gubernamental, además de ataques a los medios y los periodistas independientes y críticos.
Esto funcionaba perfectamente mientras la popularidad del presidente estaba en su cima y todo el mundo estaba enfocado en los logros en el control de la delincuencia. A nivel popular casi no se expresaba ningún descontento social. Las voces críticas en los medios, en las organizaciones de derechos humanos y en grupos directamente ofendidos por el régimen Bukele (familiares de detenidos, veteranos de guerra, despedidos, sindicalistas, ambientalistas) fueron vistos como predicadores en el desierto y no lograron conectar con las mayorías.
Pero esto está cambiando, una vez que los conflictos sociales se agudizan, la pobreza se incrementa, y el gobierno comete errores como la legalización de la minería, contra una gran mayoría popular que la rechaza. La situación cambia aun más cuando el gobierno se ve obligado a usar la fuerza para garantizar paz social. De repente sectores que nunca han puesto atención a las luchas minoritarias por defender la democracia, la independencia de la justicia y los derechos humanos, comienza a conectar sus problemas económicos y sociales con conflicto entre democracia versus dictadura.
De repente vemos que operan nuevas fórmulas, bajo nuevas lógicas.
Más autoritarismo, mejor periodismo
Más represión, más resistencia
Lo primero ya está comprobado, tanto en los medios nuevos como El Faro como en los periódicos tradicionales como La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy. Por más que el gobierno reduce las libertades, mejor periodismo nace.
Para lo segundo -más resistencia- hay indicios incipientes, pero habrá que ver qué pasa cuando la represión se haga más violenta y masiva.
Conclusión:
Luego de 5 años de consolidar su poder, Nayib Bukele logró su meta a corto plazo: su reelección, a pesar de su inconstitucionalidad. Ahora se cree invencible. Se desvincula de los asuntos nacionales, comienza a twittear en inglés, se concentra en consolidar su amistad con Donald Trump.
Pero ya en el primer año de su segundo 'mandato', su régimen comienza a tener grietas. Bukele está perdiendo popularidad. Por primera vez la gente lo culpa a él personalmente de los problemas del país. El gobierno se ve obligado a usar la represión abierta para controlar cualquier expresión de descontento social – y comienza a adoptar políticas impopulares: la reapertura de la minería con todas sus consecuencia medioambientales; el abandono de la diáspora salvadoreña en Estados Unidos para consolidar la alianza con Trump; el uso del CECOT para privaciones de libertad inconstitucionales; detenciones arbitrarias de defensores de derechos humanos y opositores - y un ajuste fiscal que agrava aun más las crisis de salud y del sistema educativo.
Pero la grieta más grande que se está abriendo tiene que ver con el pecado de origen de su principal logro: la seguridad. Lo que muchos advertimos, pero lo que durante 5 años no logramos comunicar, ahora comienza a entrar en la conciencia nacional: el origen de su política de seguridad -y de su reinado- fue un pacto con las dirigencias de las pandillas. Hizo este pacto para afianzar el apoyo decisivo de la pandillas en las elecciones presidenciales del 2019, que lo llevaron al poder, y en las elecciones legislativas del 2021, que le abrieron el camino al poder total. Sólo cuando tuvo en sus manos el poder total, les declaró la guerra a las pandillas. Este pecado de origen revela como una vil mentira toda la narrativa del hombre que llegó al poder porque era la encarnación de Batman, que salvó a la nación derrotando a los malos.
Está en peligro de desmoronarse lo que era la legitimación de su ejercicio totalitario del poder: su popularidad, el mitos de Batman. Y esto hará aún más agresivo y represivo al régimen Bukele.