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Los cristianos y el cuidado de la Creación

Frente a esta responsabilidad bíblica los cristianos tienen varias tareas pendientes. La primera es el arrepentimiento por su parte en la destrucción y contaminación del medio ambiente y la complicidad con la idolatría del consumismo. La segunda, el compromiso de ejercer una voz profética que confronte la avaricia de los poderosos.

Por Mario Vega

El cuidado que los cristianos deben a la Creación no es una reacción política a las coyunturas del momento, tampoco es un afecto sentimental por la naturaleza y mucho menos una adoración panteísta. Más bien, es el producto de una coherencia que nace del reconocimiento de que la naturaleza le pertenece al Creador: «La tierra es del SEÑOR y todo lo que hay en ella; el mundo y todos sus habitantes le pertenecen. Pues él echó los cimientos de la tierra sobre los mares y los estableció sobre las profundidades de los océanos» (Salmo 24:1-2). «Mira, los cielos más altos, y la tierra y todo lo que hay en ella pertenecen al SEÑOR tu Dios» (Deuteronomio 10:14). La tierra es propiedad del Dios que los cristianos dicen amar y obedecer. El compromiso de los creyentes con la creación es la consecuencia lógica de que ella pertenece a quien llaman Señor.

La Creación ocupa un papel central en el desarrollo de las relaciones entre Dios y el ser humano. Existe una estrecha relación entre Cristo y el mundo de Dios. El plan redentor de Dios ha corrido paralelo a la Creación y también es objeto de ella. La naturaleza fue hecha por y para Jesucristo: «Cristo es la imagen visible del Dios invisible. Él ya existía antes de que las cosas fueran creadas y es supremo sobre toda la creación porque, por medio de él, Dios creó todo lo que existe en los lugares celestiales y en la tierra. Hizo las cosas que podemos ver y las que no podemos ver, tales como tronos, reinos, gobernantes y autoridades del mundo invisible. Todo fue creado por medio de él y para él» (Colosenses 1:15-16).

Pero la Creación no solo fue hecha por medio de Cristo, sino que también es conservada por Él: «Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten» (Colosenses 1:17). Los cristianos comparten la pasión de Dios por su mundo, amando todo lo que él ha hecho y cuidándolo porque es lo que su Hijo hace. Esa es la razón por la que la redención también incluye a la naturaleza: «Pues a Dios, en toda su plenitud, le agradó vivir en Cristo y por medio de él, Dios reconcilió consigo todas las cosas. Hizo la paz con todo lo que existe en el cielo y en la tierra, por medio de la sangre de Cristo en la cruz» (Colosenses 1:19-20). La misma sangre que redimió a la humanidad es la que redime a la creación de Dios. Al final de los tiempos la naturaleza redimida será entregada como una herencia al Hijo de Dios: «Dios le prometió todo al Hijo como herencia y, mediante el Hijo, creó el universo» (Hebreos 1:2). No puede decirse que se ama a Dios mientras se abusa de lo que pertenece a Cristo por derecho de creación, redención y herencia.

El Compromiso de Ciudad del Cabo, nacido del Congreso Mundial de Evangelismo en 2010, declara acerca de esto: «Cuidamos de la Tierra y usamos en forma responsable sus abundantes recursos, no según las razones del mundo secular, sino por causa del Señor. Si Jesús es Señor de toda la tierra, no podemos separar nuestra relación con Cristo de la manera en que actuamos con relación a la tierra. Porque proclamar el evangelio que dice "Jesús es Señor" es proclamar el evangelio que incluye a la tierra, dado que el señorío de Cristo es sobre toda la creación. El cuidado de la creación es, por lo tanto, un tema del evangelio dentro del señorío de Cristo».

Frente a esta responsabilidad bíblica los cristianos tienen varias tareas pendientes. La primera es el arrepentimiento por su parte en la destrucción y contaminación del medio ambiente y la complicidad con la idolatría del consumismo. La segunda, el compromiso de ejercer una voz profética que confronte la avaricia de los poderosos. Tercero, brindar apoyo a los cristianos cuyo llamado es específico a la defensoría ambiental. Cuarto, proclamar y vivir las verdades bíblicas de que el evangelio es buenas noticias para los individuos, la sociedad y la creación. El asumir estos deberes será la evidencia de una conversión legítima.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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