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Carta a los calladitos: Es hora de despertarse

Por Paolo Luers
Periodista

Amigos:

Aparte de los desaparecidos de verdad hay otros que uno se pregunta dónde están escondidos. Los que eran dirigentes políticos, diputados, analistas, que durante años defendieron combativamente la democracia – unos contra las transgresiones de la derecha, otros contra los delirios autoritarios de la izquierda, algunos contra ambos – y que ahora son invisibles. Los calladitos.

Han desaparecido hasta ex candidatos a la presidencia, que en su momento prometieron detener cualquier intento de hacer fraudes electorales y a la Constitución. Hoy, cuando por primera vez en la historia de la posguerra está en serio peligro el orden constitucional, no los escuchamos. De ninguno de los dos contrincantes de Bukele en las elecciones del 2019 se ha escuchado comentario alguno sobre la toma militar de la Asamblea del 2020, ni sobre golpe de Estado contra el poder judicial del 2021, ni tampoco contra la intención del presidente de reelegirse. Uno de ellos -me recuerdo bien, porque estuve ahí, cubriendo el evento- se presentó en la noche electoral a la prensa y a sus alegados para reconocer su derrota en las urnas. Al final dijo: “Perdí. Voy a regresar a mis empresas.” Como era un hombre educado, no dijo: “Ahí vean ustedes cómo se las arreglen.” Pero eso es lo que todo el mundo entendió. Y lo cumplió. Se hizo invisible.

Tampoco no se ha escuchado ni papa del otro candidato derrotado en 2019. Igual de calladito e invisible. Me recuerdo bien de tantos diputados combativos, tanto de derecha como de izquierda, defendiendo la democracia y la Constitución contra sus respectivos adversarios. Bueno, algunos las dejaron de defender inmediatamente luego de la toma de poder de Bukele en el 2019, otros pelearon hasta el 2021, cuando perdieron sus curules en la Asamblea. A partir de ahí, silencio. Como si estando fuera de la Asamblea ya no se puede hablar.

No estoy hablado de los volteados, los arrimados al poder, de la derecha como de la izquierda. Sobre ellos todo está dicho en la columna titulada El Círculo de mi colega Cristian Villalta. No voy a gastar aliento para hablar de estas criaturas lamentables, que vemos arrastrándose por los programas de opinión, avalando -más bien alabando- el nuevo
poder. No, estoy hablando de los que saben a qué derrotero los cianes están llevando al país, pero quedan callados. Unos por miedo, con toda razón, porque este régimen conscientemente siembra el miedo; otros por oportunismo; otros porque ya no creen que tiene sentido oponerse contra lo que no se puede derrotar. Yo los entiendo, amigos, por lo menos a los que están callados por miedo y por depresión política (a los oportunistas, no). Pero no los puedo acompañar. Sin una clase política articulada, sin académicos y periodistas que hablen la verdad, ¿cómo vamos a esperar que la masa de los más golpeados por este régimen, los pobres, los sujetos de capturas arbitrarias, los despedidos, los que no reciben las pensiones que les corresponden, van a movilizarse? Si ellos son los más vulnerables…

Y así vamos a las elecciones, con muy pocos Don Quijotes peleando contra los poderosos molinos del poder. A estos pocos hay que apostarles, a personas como Luis Parada y Héctor Silva Hernández; como las diputadas Claudia Ortiz, Anabel Belloso y Rosy Romero, que no se han rendido ante la maquinaria cian de la Asamblea; como los valientes de Cristosal y otros grupos de derechos humanos; como la gente de Santa Marta y del Bajo Lempa, que se enfrentan a la persecución jurídica de dirigentes comunales. Y como los pocos medios de comunicación y sus periodistas que no aceptan el silencio como opción.

La buena noticia es que en el silencio que reina, las voces de los pocos que siguen jodiendo se escuchan con más fuerza. Quien ahora rompa el silencio generalizado para hablar de manera clara y contundente, será escuchado. Los pocos que quedan tienen que complementarse, reforzando mutuamente sus argumentos, pegar todos juntos a la narrativa oficialista en sus puntos débiles.

Y si algunos de los calladitos se animan a salir de su exilio interno y hablar, haciendo barra a los Don Quijotes, que están llenando el vacío democrático ante el silencio de tantos otros, será pura ganancia. La única lucha mala es la que no se hace.

Saludos, Paolo Luers

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