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Carta al tirano: No le voy a dejar invadir mi mente

Un tirano, con su mera presencia, atenta contra esta visión del mundo. Como Aristóteles observó hace tantos años, la tiranía consiste en la arbitrariedad. Cuando un tirano tiene el poder, no hay Estado de derecho, no hay orden que nos gobierne. Sólo existe el capricho del tirano. Sólo existe su deseo desmedido de tener de todo más de lo que le corresponde. Bajo la tiranía política, las leyes se vuelven arbitrarias. Los valores también se vuelven arbitrarios, basados en sus caprichos y deseos del momento.

Por Paolo Luers
Periodista

Usted  me ha confundido en todo momento. No soy lo suficientemente cínico como para anticipar correctamente lo que es capaz.

He subestimado sistemáticamente su depravación. Me sorprendió lo matón que es.

Sin embargo, no puedo sentir vergüenza de mi perpetua ingenuidad. No quiero ser el tipo de persona que puede entrar fácilmente en la cabeza de un narcisista amoral.

Prefiero no dejar que infecte mi cerebro. Prefiero no dejar que usted altere mi visión del mundo. Si esta ingenuidad es el precio de mi independencia mental, estoy dispuesto a pagarlo.

He estado pensando en todo esto, mientras me preparaba para los meses de campaña que nos esperan, con usted siendo de nuevo el foco central de la conciencia de la nación. Estoy pensando en cómo una vez más nos veremos obligados a defender nuestros santuarios interiores, mientras usted intenta, minuto a minuto, instalarse en nuestros cerebros.

Me aferro a una visión del mundo fácil de ridiculizar. Tengo la creencia de que la mayoría de la gente, aunque no es perfecta, trata de ser buena. Creo que nuestras instituciones, aunque deterioradas, son básicamente legítimas y merecen nuestro respeto. Creo que el carácter importa y que las personas buenas acaban prosperando y las personas poco éticas acaban destruyéndose. No creo que esta visión del mundo nazca de una inocencia infantil. Surge de mi experiencia vivida.

Un tirano, con su mera presencia, atenta contra esta visión del mundo. Como Aristóteles observó hace tantos años, la tiranía consiste en la arbitrariedad. Cuando un tirano tiene el poder, no hay Estado de derecho, no hay orden que nos gobierne. Sólo existe el capricho del tirano. Sólo existe su deseo desmedido de tener de todo más de lo que le corresponde. Bajo la tiranía política, las leyes se vuelven arbitrarias. Los valores también se vuelven arbitrarios, basados en sus caprichos y deseos del momento.

Las categorías que utilizamos para evaluar el mundo pierden su significado: crueldad y bondad, integridad y corrupción, honestidad y deshonestidad, generosidad y egoísmo. Los valores más elevados empiezan a parecer ingenuos y absurdos, irrelevantes para enfrentar la vida real. El mero ejemplo que usted da difunde un mensaje: “La gente es básicamente egoísta; el poder bruto dirige el mundo. Lo único que importa es ganar y perder.” Bajo este influencia, sutil e insidiosamente, la gente desarrolla mentalidades nihilistas.

Hay un valor que usted ya ha disuelto: la idea de que debe haber alguna conexión entre las creencias que tienes en la cabeza y las palabras que salen de tu boca.

La influencia corrosiva de usted se extiende mucho más allá de su partido. Su actitud cínica se ha generalizado en nuestra sociedad. El escepticismo necesario hacia nuestras instituciones se ha convertido en una desconfianza endémica, en un cinismo que dice: todo es un juego y se llama poder y corrupción...

En los próximos meses nos enfrentamos no sólo a una contienda política, sino a una batalla entre quienes creemos en los ideales, aunque a veces nos haga parecer ingenuos, y quienes sostienen que la vida es una lucha sin cuartel por el beneficio egoísta. La victoria suya sería un paso hacia la barbarie.

* * *

Esta carta es la adaptación casi literal de un artículo que escribió el columnista David Brooks en el New York Times - sobre Donald Trump. Dado que sólo hay que cambiar el nombre del tirano para que salga un retrato de Nayib Bukele, me tomé la libertad de traducir, con mínimos cambios, este texto de Brooks en una carta al tirano que quiere seguir gobernando nuestro país. Aquí pueden leer el original: I Won’t Let Donald Trump Invade My Brain. Si les gusta esta carta, el crédito va a David Brooks. Si no le convence, la culpa es mía, por no lograr adaptar bien su genial texto.

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