Jorge Iván Cerritos descubrió su pasión por la astronomía a sus 11 años y hoy se dedica a explicarle a otros ese fascinante mundo de la ciencia y, de paso, ganar un dinerito extra.
Siempre con su telescopio al hombro y, cuando la noche comienza a ganarle la batalla al sol, lo vemos llegar a la plaza Gerardo Barrios, en pleno centro de San Salvador, para instalarse y comenzar a escudriñar el firmamento. Su curiosidad ocurrió cuando cursaba quinto grado en el Colegio Bautista de San Jacinto, en 1984, cuando el libro de texto era “La tierra y sus recursos”, en el que se explicaba lo básico de la ciencia, más tarde lo seguiría motivando Carl Sagan con su programa Cosmos, que se transmitía en el país.
“Durante la guerra seguido se iba la luz y en las noches aprovechaba a subirme al techo de la casa para ver a simple vista las estrellas”, recuerda Cerritos, de 45 años.
Cuatro años después, en 1988, recibió un obsequio que le cambiaría la vida. “De regalo navideño una tía que vivía en Estados Unidos me dio un telescopio”, rememora.
Luego de leer el manual y armar el telescopio lo primero que vio fue una luna creciente. “Al observarla me quedé más que enamorado”, dice.
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Otro fenómeno que lo animó a seguir fue el eclipse total de sol que se pudo observar en nuestro país en 1991. Ese mismo año emigró junto con su familia a Canadá y se radicó en Winnipeg, en la provincia de Manitoba, donde estudió artes plásticas y siguió con la afición a la astronomía.
Para continuar con sus observaciones se asoció a la Royal Astronomy Society of Canada.
En 1999 se regresó al país y se incorporó a la Universidad de El Salvador para estudiar Sociología y una día de 2003 se le ocurrió colocar su telescopio en la entrada principal para observar el cielo y muchos estudiantes se acercaron para lo cual les pedía $0.25.
Cerritos, quien se gana la vida haciendo retratos, pinturas y murales e impartiendo clases de dibujo y pintura, se le encendió el foco y comenzó a llegar a las plazas y a los Planes de Renderos para ver los astros.
También se va a los pueblos en los que se realizan las fiestas patronales para montar su telescopio, por lo que cobra una cora y con eso gana un dinero extra.
“Siempre hay personas escépticas, quienes piensan que es mentira y que es una foto la que tiene el telescopio”, afirma Iván. Dice que los más curiosos son los niños, que no siempre los padres cargan dinero, pero eso no impide que puedan echar una ojeada.
Su labor no está exenta de riesgos, pues ya dos veces le han robado el telescopio y debe comprar otro.
Es habitual verlo las tardes en la plaza Gerardo Barrios, especialmente cuando el cielo está despejado, aunque para permanecer allí debe pasar como un vendedor ambulante y así evitar que lo saquen los miembros del Cuerpo de Agentes Metropolitanos. Para ello debió afiliarse y portar el carnet de la Organización de Vendedores Independientes, OVI.
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