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Sandra muestra cómo se vive la vejentud, con trabajo, diversión y sueños

La palabra vejentud sí existe, y en el lenguaje coloquial se usa para decir que no se es tan joven, pero tampoco viejo. Sandra Castillo, a sus 66 años, le pone rostro a esa palabra y narra cómo está disfrutando está etapa de su vida

Por Lissette Monterrosa /Francisco Rubio | Ago 23, 2024- 22:27

Foto EDH/ Lissette Monterrosa

Sandra Castillo tiene 66 años de edad y es viuda desde que tenía 31 años, cuando su esposo murió cuando cayó un explosivo en la bodega de la confitería donde trabajaba en San Salvador, eran los días de la guerra civil de El Salvador. Tras la muerte de él; ella quedó a cargo de sus dos hijas.


La familia

"Siempre pensé en que mis hijas se superaran, que fueran mejor que yo", dice Sandra. Y para lograrlo canalizó varias posibilidades, pero en la que se decidiera tenía que tener tiempo para sus niñas que para entonces tenían 2 y 4 años.
Si optaba por trabajar como empleada doméstica tendría que ver a sus hijas después de varios días o por las mañanas y noches; si aceptaba un trabajo en maquilas, serían horarios de estar todo el día fuera de casa y eso la llevaría a no dedicarse a sus dos hijas… Una de las mejores alternativas que encontró en ese momento, que equilibraba ingresos económicos y tiempo para sus hijas, fue dedicarse a lavar y planchar ropa ajena. Ese trabajo le permitió a Sandra pagar los estudios a sus hijas.


Delma, la mayor, inició la carrera de enfermería pero la dejó inconclusa. Ella formó su propia familia, integrada por su esposo y tres hijos.

Sandra también se ejercita regularmente. Foto EDH/ Lissette Monterrosa


Graciela, la menor, en su primer año de universidad le dijo a su mamá que ella se pagaría sus estudios, por lo que decidió trabajar y estudiar. Se graduó de contaduría. Y hace seis meses, su esposo y ella se convirtieron en padres.
En ocasiones, Sandra cuida a la bebé, así como cuida a sus demás nietos; sin embargo nunca ha estado al cien por ciento al cuido de ellos; ya que su vida está llena de muchas y diversas actividades.


El trabajo
Sandra continúa en su trabajo de planchar. "Ya no lavo, antes lavaba en la mañana, y en la tarde planchaba, pero en eso salió la lavadora y me desplazaron de lavar. Ahora solo plancho, este trabajo lo tengo desde la década de los 80. Solo espere el entierro de él (esposo) y me dedique a esto", explica.


Actualmente solo se dedica a planchar una vez cada 15 días por las mañanas. Sus jornadas se volvieron más lentas porque el año pasado sufrió caídas y se quebró sus manos. Ella tiene una clienta que le plancha desde hace 30 años, en la colonia Costa Rica. El pago anda por los $10, pero cuando hay más prendas puede llegar a $15.00.
Vida plena

Sandra participa de las dinámicas y ejercicios en FUSATE. Foto EDH/ Lissette Monterrosa


Sandra es miembro de la Fundación Salvadoreña para la Tercera Edad (FUSATE) y asiste al Centro Integral de Día María Álvarez de , en la colonia Costa Rica. Ahí participa en cada una de las dinámicas que ofrece. De lunes a viernes recibe de las 8:00 de la mañana a las 9:00 a.m., . También designa un día para hacer ejercicios en las máquinas.


Pero ella no solo cuida su cuerpo, también el cerebro; un músculo que ejercita a través de clases de pintura, donde aprende dibujo, coloreo, sombreados y otras técnicas. Y tan importante como el cuidado del cuerpo y la mente es el aspecto social; la interacción con otras personas, lo cual logra a través de su participación en el coro y la danza; cuya mayor época de actividades ocurren en Navidad, Semana Santa, septiembre.


Amistad
También participa en los viajes que organiza una vez al mes la fundación; lo cual le ha permitido hacer turismo en , Caluco, Toma de Quezaltepeque, entre otros lugares. Y estas "aventuras" la acompaña su amiga Silvia Rivas, de 79 años
"A ella (Sandra) la veo como una familia, de igual forma sus hijas a mi persona; nos ayudamos mutuamente, ella es muy buena, muy humanitaria", dice Silvia


Los de humanitaria posiblemente tenga relación con ese compromiso de Sandra de realizar visitas a las casas de los enfermos, cada domingo y jueves. Además, como miembro del Ministerio Pastoral de Salud, de la iglesia Nuestra Señora de Los Ángeles, de la colonia Costa Rica, le encomiendan la misión pastoral de llevarles la Eucaristía.
Ella ha estado en ese ministerio desde 1995. Y actualmente tienen a cargo la visita a 10 adultos mayores, en edades entre 80 y 90 años, que sufren alguna enfermedad .

Participación en una danza. Foto EDH/ Lissette Monterrosa

" Para mí la mejor paga es ver la cara alegre de ellos y que las familias les agrade que uno llegue a platicar con ellos", expresa Sandra.Aunque el grupo parroquial dedica el domingo a las visitas, a veces no se cubren todos los lugares,por ello Sandra también dedica los jueves a las visitas.


"En lo personal lo hago el jueves por que no me puedo quedar con solo ir el domingo. El jueves tengo más tiempo para ir a platicar, ver cómo se siente, en qué les puedo ayudar, ya que en ocasiones los familiares por sus trabajos no se toman el tiempo en escucharlos", explica.


Su proyecto
Los horarios deben quedar bien organizados porque una semana al mes, Sandra se dedica a construir su casa. La actividad la hace en conjunto con sus vecinos en el proyecto de construcción de un edificio de apartamentos, ubicado a un costado del parque.


El proyecto surgió a raíz de la tormenta tropical Amanda, en el 2020, en tiempo de la pandemia Covid-19, cuando en la Comunidad Nicaragua 3, donde Sandra vi


ve desde hace 50 años, el caudal del río Acelhuate arrastró tres casas, dejando un área vulnerable a futuras inundaciones. La dinámica del proyecto, apadrinado por el Ministerio de Vivienda, consiste en que los vecinos se organizaron en grupo; cada uno dedica una semana para construir con sus propias mano o debe pagar a alguien para que haga esa labor.

Sandra se involucra también en la construcción de su nuevo hogar. Foto EDH/ Lissette Monterrosa


Sandra no puede pagar, así que asiste puntualmente la semana asignada. Esta no es la primera vez que construye su casa; recuerda que cuando llegó al lugar primero vivió en una champa pequeña de lámina y con esfuerzo levantó cada una de las paredes.


"Cuando ya tenía dinero para ladrillos, lo que hacía era reunir para el cemento o para el pago del albañil, así fui haciendo pared por pared, hasta lograr mi casita mixta", recuerda.


Al terminar la construcción, cada responsable del departamento pagará $50 mensuales por 30 años, pero gracias a la gestión de Karla López, directora administrativa del Centro Integral de Día , Sandra pagará $25. "Vivo sola porque primero, soy orgullosa; mis hijas y yernos quieren que viva con ellas (…) ahorita puedo hacer muchas cosas, solo me organizo y lo hago, cuando yo tenga más edad y no pueda valerme por mí misma sé que ahí estarán mis hijas y mis yernos para cuidarme y apoyarme", dice.

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