Son cerca de las dos de la tarde, para un motorista al que llamaremos "Juan", aún es la hora de almuerzo. Camina buscando un lugar donde terminar de comerse su relleno de papa. Debe encontrar un espacio para sentarse, ya que su sobrepeso no le permite hacer tiempos de comida en tres minutos, tan rápidos como sus demás compañeros de la ruta 30.
Al fin logra encontrar un lugar para terminar de comer. Se sienta en la primera grada de su herramienta de trabajo, un viejo bus Blue Bird modelo All American, de fabricación estadounidense. No ha pasado ni un minuto y la desesperación le gana al hambre, se pone en pie y con paso firme camina levantando polvo para dirigirse a la dependiente de un comedor: "Mire, guárdeme la comida que ya no alcanzo", le comenta. "Mejor me hubiera quedado en el cuartel, aquí ni comer a gusto se puede", suelta al pasar de regreso con un tono de resignación y enojo.
Mientras tanto, el dueño de la unidad entierra sus dedos en tierra, polvo, arena y grava, tratando de encontrar dos tornillos que ha perdido y que le servirán para asegurar un faro delantero que le ha comprado al bus.
Luego de revolver la tierra durante un rato, se da por vencido y se dedica a buscar esa misma medida de tornillo en otra parte del bus. Juan ya se ubicó al frente del timón, sobre su cabeza un improvisado ventilador da todo lo que tiene y entre sus dedos sostiene un papel que habilita su viaje.
Para este conductor un punto de honor es su hora de alimentación, vuelve a mencionarlo, pero con más enojo. "Nombre aquí no hay ni chance de hartarse, ya voy para afuera de nuevo, yo por mi estado, que soy obeso, no puedo comer a la carrera, hay varias cosas que cambiar, no tenemos prestaciones de ley, no tenemos nada, yo tengo nueve años de trabajar aquí y cada vez es peor".
Para este empleado tampoco hay garantías de salud. Debido a una serie de problemas vasculares, solicitó a su empleador la inscripción en el ISSS. Luego de realizar los trámites y cuando ya tenía habilitado poder hacer uso del seguro, se puso en control médico. Un día llegó de madrugada con análisis de laboratorio pendientes, pero para su sorpresa no logró pasar su consulta programada.
"Solo tres meses me tuvo asegurado el patrón, no me pudo decir que no fuera porque no me siguió pagando, no me dijo nada y fui a hacer una gran cola porque tenía cita, pero cuando llegó a la ventanilla me dicen: usted no puede pasar porque ya no le siguieron depositando las cuotas", señala con indignación.
El dueño del bus continúa en labores de reparación de las luces, ha logrado improvisar con unos tornillos que le quitó a otra parte la unidad. Estas dos personas se ponen de acuerdo cuando se refieren a la medida de gratuidad del transporte colectivo.
"Por ejemplo este volado de improvisto nos agarraron a nosotros, como a la una de la mañana nos estaban diciendo que no íbamos a cobrar, a mi no me afecta, pero imagínese de dónde van a sacar para el diésel, a nosotros nos pagan a diario, y el empresario tiene de desembolsar".
"Entendemos las molestias que genera el tráfico adicional por los trabajos en la carretera de Los Chorros. Por eso, además de las otras medidas de mitigación, hemos decidido que durante toda esta semana el transporte público será completamente gratuito. Esto incluye buses y microbuses, tanto urbanos como interdepartamentales, especiales y ordinarios. Todos", escribió el Presidente Bukele en su cuenta de X, el pasado 4 de mayo.
Luego de casi 10 años a bordo de la unidad, Juan dice estar harto, que desde hace cinco días ha trabajado sin descanso en medio del tráfico y el calor, pero no renuncia porque su patrón le ha dicho que por el tiempo que tiene laborando solo le corresponden $300 en concepto de indemnización.
"Ojalá a este se le ablande el corazón, ahí tengo unos 300 pesos más, media vez me de algo me voy a comprar mi picachito para vender frescos en los semáforos, yo ya no quiero trabajar de esto", finaliza.

Del otro lado se encuentra Héctor Pineda, y la visita de este medio de comunicación al punto de buses de la ruta 30 le parece bien. "Tomen fotos para que vean que estamos trabajando como siempre", comenta mientras coloca su plato de comida en el motor de su unidad de transporte.
Pineda gana $20 diarios, "ya sea que el bus venga lleno o vacío, sea gratis o pagado", según comenta, tienen la directriz especial de no dejar a nadie en la parada.
"Mire: pancito, arrocito y aguacatillo, porque estamos jodidos con los comedores, muy caro el tiempo de comida y ni me la alcanzo a comer porque solo apurados andamos, pero ¿Para qué me voy a pasar quejando?", agrega mientras engulle su último bocado.
Estas unidades hacen su recorrido desde la calle antigua Zacamil, pasando por parte de Mejicanos, bulevar de Los Héroes y el centro de San Salvador, un viaje puede completarse en unas dos o tres horas.
El día a día de la Ruta 26
La jornada comienza a las 4:10 de la mañana y no termina hasta pasadas las 9 de la noche. En ese lapso, los motoristas de la ruta 26, que recorre desde el centro de San Salvador hasta la colonia Miralvalle, realizan hasta ocho viajes diarios.
"Aquí el sueldo es diario, pero en esta ruta se paga un porcentaje dependiendo de la cantidad de pasajeros que se muevan durante el día", explicó uno de los motoristas, quien prefirió no dar su nombre. "Ahorita solo estamos ganando el sueldo base", agregó, haciendo referencia a la gratuidad temporal del transporte, que ha reducido los ingresos variables de cada conductor.
Según los trabajadores, el pago diario ronda los $30, aunque los costos del trabajo muchas veces recaen directamente sobre ellos. "Los gastos salen de la bolsa de uno. Si agarramos algo, eso se descuenta. No es que podamos usar la caja", explicó otro conductor.
La realidad de estos empleados es totalmente diferente. Visten uniformemente, pantalón de lona y camisa celeste, conducen microbuses con sistema de audio, cronómetro y sin adornos exagerados, además de reguladores de velocidad y monitores por videovigilancia.
Algunos empleados aseguran contar con prestaciones básicas, como seguro médico y pago de AFP.
Actualmente, circulan unas 35 unidades de esta ruta, divididas entre varios dueños agrupados. "Se hacen ocho viajes al día. Algunos salen desde Miralvalle y otros desde San Jacinto", comentó otro trabajador.
El cierre de la carretera Panamericana en el tramo de la autopista Los Chorros ha tenido un impacto directo en el flujo vehicular de la capital, Este periódico ha dado cobertura a la alta demanda de usuarios durante toda la semana.
Otro conductor inicia su recorrido y después de pasar casi todo el día en tráfico analiza que la acumulación de personas en las paradas se debe al tráfico. Los microbuses ya no mantienen el intervalo de tres minutos entre unidad, muchas veces viajan uno detrás del otro y en algunos casos con más de un cuarto de hora de demora.
Para Vicente Sánchez la situación es diferente, es dueño de un bus de la ruta 27, desde hace 30 años el encendido de su motor acompaña el canto de los gallos. "La unidad es mía, yo la manejo, es mi trabajo, le rindo a la cooperativa pero soy mi jefe", comenta mientras con unas cubetas y escobas se dispone a lavarla.
Sánchez dice que se enteró de la gratuidad del servicio mientras pasaba una consulta médica por un resfriado. "No tenía pensado trabajar el lunes, andaba un poco indispuesto y me fui a la sanidad, ahí me contaron que era gratis. Al venir mi señora me dijo que habían capturas, me dio miedo y así enfermo saqué el bus", comenta.
"Aquí no ha cambiado nada"
Para Geovanni Martínez, empresario y encargado de la administración de la ruta 26, la situación es estable. "Estamos prestando el servicio como todos los días. Aquí no ha cambiado nada porque el transporte es gratis; ellos ganan lo de todos los días", declaró.
Según Martínez, los motoristas continúan trabajando bajo programación previa y se les paga, "el seguro y las prestaciones de ley como debe ser". Añadió que la cooperativa se mantiene organizada ante cualquier eventualidad y que sigue en constante comunicación con las autoridades de transporte.
Aunque desde la administración se insiste en que "las condiciones no cambian en absoluto", para los trabajadores el escenario no es tan sencillo. A la carga laboral se suma a los problemas de tráfico que ralentizan el servicio y provocan aglomeraciones en hora pico. "El problema tiene que ver con la situación del tráfico", mencionó otro empleado del sector.
En El Salvador no existe un dato exacto de cuantas personas trabajan como motoristas del transporte público porque muchos son empleos ocultos en la informalidad, pero hay alrededor de unas 10,000 unidades de buses y autobuses en todo el país, sin conocerse si todas circulan.