SEGUNDA ENTREGA: Lejos pero tranquilos, la dura decisión de los jóvenes salvadoreños que emigran
Pero hay que conocer su historia, para entender porque recibieron con alivio ese grillete que los iba a monitorear todo el tiempo y lugar. En solo tres días armaron un viaje hacia la frontera de Estados Unidos, dejando atrás sus prósperos negocios pero, según confiesan, embargados de temor. Meses antes, irse de El Salvador nunca estuvo en sus planes.
Fueron el acoso policial y el tener tatuajes artísticos lo que, dicen, les causó miedo a correr similar o peor suerte, como personas que conocían y que fueron encarceladas en el contexto del régimen de excepción, por el hecho de los grabados en su piel, su edad o porque un día la policía se los llevó.
Lo que describe la joven pareja se refuerza con las mismas palabras del presidente Nayib Bukele, cuando el 12 de noviembre dijo: "Obviamente, las operaciones no son perfectas y, pues, sin ninguna intención de dañar a una persona inocente, algunos inocentes obviamente son capturados, de la misma manera que lo son en Francia, Alemania y Japón y en todos los países del mundo y estamos liberándolos. Ya hemos liberado 8,000 personas y vamos a liberar al 100% de inocentes".
En septiembre, tan solo un mes antes a esas declaraciones del mandatario, a la joven pareja salvadoreña (ambos tienen menos de 26 años) el miedo por ellos y por su pequeño hijo, que apenas comienza a hablar, los llevó a emigrar ilegalmente a Estados Unidos.
Muchísimo antes de que las palabras régimen de excepción se hicieran populares en las conversaciones de los salvadoreños, en 2017 la pareja comenzó a vender zapatos, carteras, joyas; aunque eran muy jóvenes, tuvieron buen instinto para hacer negocios, moviendo su mercadería entre sus clientes del Gran San Salvador y la zona Paracentral del país, siempre teniendo en cuenta que había zonas donde no llegaban por temor a las pandillas.
“Tenía miedo de meterme en una zona que ya no iba a poder salir”, expone el muchacho.
Ese año, el promedio diario de homicidios en El Salvador fue de 11; de acuerdo con las cifras oficiales el total de homicidios fue de 3,954 en 2017.
“Con ella comenzamos a trabajar a temprana edad para nuestros gastos, alquilábamos casa, ya vivíamos juntos, no teníamos ningún problema ni con los mareros ni con los policías, exactamente nosotros vivíamos en el centro de la ciudad y no teníamos ningún problema, ni económico, ni nada por el estilo”, recuerda el muchacho.
Como la suerte en los negocios seguía a su favor, “después con los ahorros, puse un bar, y había más ingresos… Luego ya pusieron el régimen de excepción y todo se vino abajo”, resume el joven.
Él asegura que tenía todos los permisos para el funcionamiento del bar; sin embargo “los policías comenzaban a molestar. Nos decían que nosotros teníamos que pagar una tarifa para que el bar pudiera funcionar, íbamos a las alcaldías a preguntar por qué ponían eso”.
Pero, de acuerdo a su testimonio, las restricciones no provenían de normas municipales.
“Los policías no llegaban como tal a pedir una tarifa, sino que lanzaban el comentario como: ‘Lo podemos arreglar de otra manera porque a esta hora ya no se permitían ruidos’, eso nos decían, llegaban como a las 10:00 de la noche. Uno no puede poner una demanda sobre los policías, porque saldrá peor”, añade ella.
Irónicamente, la joven pareja asegura que antes de esas exigencias nunca tuvieron que pagar una extorsión a grupos criminales. “Nosotros no pagábamos (extorsión o renta), los que comenzaron a cobrar tarifa fueron policías”, añade él.
La Asamblea Legislativa aprobó el régimen de excepción el 27 de marzo de 2022; desde entonces los diputados han estado mes a mes prorrogando la medida para que mantenga su vigencia hasta la actualidad. La medida es un parteaguas en la vida cotidiana de los salvadoreños y la captura de miles de pandilleros que atemorizaban a la población es un hecho del que todos hablan. La otra cara es una larga lista de violaciones de derechos humanos de personas capturadas, que están en la cárcel sin que se les haya comprobado delito y sin que sus parientes sepan la suerte que corren.
“Nosotros dimos gracias a Dios que iba a terminar todas las pandillas, que iba a mejorar el país. No imaginamos que fuesen a abusar de los derechos porque, si nos meten presos, ahora no tenemos derecho a abogado, no tenemos derecho a ver a nuestra familia, no tenemos visitas hasta que un juez lo permita y obviamente el miedo era ese. Es un miedo, un miedo porque los policías han quedado con eso de que cualquier joven es pandillero y lo quieren meter preso”, comenta el joven, ahora, inmigrante.
“Nosotros éramos conscientes que el régimen iba a mejorar las cosas, y para los jóvenes más que todo ha empeorado. Para los jóvenes, porque los policías se basan más en ellos. No sé por qué lo hacen bastante. Ya terminó la situación de los mareros, ha bajado mucho. Gracias a Dios ha mejorado, pero para los jóvenes va empeorando”, dice él.
Sabiendo las desventajas que tenían, por ser jóvenes y con tatuajes, los días de la pareja se volvieron un constante temor.
“No salía sola con el niño por la misma razón, pero como casi todo el tiempo andábamos juntos, siempre nos decían cosas, nos paraban, nos revisaban, nos preguntaban si andábamos droga o cosas así, nos revisaban y nada que ver; pero ellos (policías) se metieron a estarle diciendo cosas a las personas que andan perforaciones, tatuajes. Los tatuajes son artísticos. Ninguno tenía nada alusivo a pandillas, pero desde que pusieron al régimen de excepción cada mes fue empeorando la situación...Tenemos varios amigos a los que detuvieron sólo por el hecho de estar tatuados, no tenían nada que ver, tenían buena vida, tenían su familia, tenían trabajo, estudiaban y se los llevaron detenidos”, narra la joven madre.
Las noticias que han circulado tanto en medios de comunicación como en redes sociales abonaron para que los temores de la pareja de comerciantes crecieran.
“Hablando económicamente, estamos estables allá, no teníamos una razón por la cual venirnos (a Estados Unidos), pero como vimos que fue avanzando el abuso de autoridad por parte de la Policía, decidimos que no íbamos a arriesgarnos a quedarnos allá, porque probablemente nos iban a detener. No tenemos permiso para solicitar abogado, aunque tengamos o no tengamos, nada que ver”, expone la joven, sobre los motivos que le llevaron a la decisión de irse del país
En Los Ángeles, California, la organización que ayuda a emigrantes El Rescate, confirma que a sus oficinas llegan casos de personas que huyen a causa de la violencia.
“Entre todos los casos que nosotros vemos, y no sólo para El Salvador sino que para otras naciones centroamericanas, hay gente que viene aquí huyendo de represión y persecución, ya sea porque vivía en el vecindario equivocado, segundo porque ha sido víctima de abuso de la autoridad, llámese esa autoridad policía, guardia o ejército, o por la situación de violencia entre las organizaciones criminales y las organizaciones oficiales de seguridad”, explica Salvador Sanabria, quien emigró hace décadas de El Salvador y ahora es director ejecutivo de esa organización.
Para el abogado de migración Fernando Romo, lo que está ocurriendo es que “las personas hace 20 años venían (emigraban) principalmente por las pandillas que los amenazaban, los golpeaban, los estaban extorsionando. Últimamente la mayoría de las personas, especialmente de El Salvador, vienen por el régimen, por el gobierno que los está hostigando, los está acusando de ser delincuentes por la simple razón de tener tatuajes o personas que tienen algún tipo de negocio. Anteriormente pagaban renta a los delincuentes (y ahora) los están acusando de colaborar con esas personas que son delincuentes”.
Romo, quien presta sus servicios en la Asociación de Salvadoreños en Los Ángeles (Asosal), también señala que el factor pobreza sigue siendo una realidad que impulsa la migración.
“Estamos viendo la pobreza, eso sí, no ha cambiado mucho. Ahorita muchas personas vienen por la simple razón de que quieren una mejor vida”, comenta. Sin embargo inmediatamente añade “el asilo por pobreza pues, no califica”
Con una situación migratoria aún sin definir, el muchacho comerciante salvadoreño dice: “Ahora están abusando bastante del derecho que les ha puesto Nayib. Tal vez nadie se ha dado cuenta, pero, ha empezado eso y me imagino que va a seguir así o peor hasta que se den cuenta de lo que está pasando”.
Algunos se refieren a El Salvador como “el país más cool”; la etiqueta deriva de cuando el presidente Nayib Bukele se autodenominó en X (antes Twitter) el "dictador más cool del mundo"; quién además reitera que rescató al país de las pandillas y le dio una verdadera democracia.
“La verdad, están equivocados en decir que es el país más cool (...) la mitad o más de la mitad de los que venían con nosotros venían huyendo de allá por la misma razón, no era por problemas económicos, porque todos tenían sus vidas, tenían trabajo, tenían sus familias, pero era por el mismo miedo a que el día de mañana, pues los van a detener y pues quién sabe cuándo salgan”, dice la joven madre migrante, quien al platicar con El Diario de Hoy tenía un poco más de un mes viviendo en Estados Unidos, con un grillete colocado en su tobillo, al igual que el de su pareja, a la espera de una decisión migratoria que les brinde una oportunidad.
Hasta agosto de 2023, en Estado Unidos se contabilizaban 62,000 migrantes con hijos que eran monitoreados a través grilletes electrónicos por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, en inglés), como parte de la iniciativa conocida como Gestión de Deportación Familiar Acelerada (FERM, por sus siglas en inglés), que permite determinar qué familias cumplen los requisitos para solicitar asilo y cuáles no.
SEGUNDA ENTREGA: Lejos pero tranquilos, la dura decisión de los jóvenes salvadoreños que emigran
*Investigación realizada por Evelyn Chacón y Jessica Orellana
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