Unas semanas antes de la explosión en la vivienda donde perdió la vida, junto a sus hermanos y su madre, Sandra Marjorie, de siete años de edad, habló con una persona cercana a ella y le dijo que su mamá “aprendió a hacer mechas para cohetes” y que con eso la familia ya podría ganar dinero para comprar comida.
“No teníamos qué comer”, fue la confesión de la pequeña Sandra. “No tenemos trabajo, pero mi mamá ya aprendió. Ya vi a mi mamá cómo lo hace”, recuerda que ella le comentó en aquella ocasión.
Este domingo 7 de noviembre, los cinco miembros de la familia de Sanda murieron tras la explosión de una cohetería clandestina en el cantón Candelaria, en el municipio de El Carmen, Cuscatlán.
La pandemia a causa del covid-19 impactó con fuerza a la familia de la pequeña Sandra y los empujó a una situación de pobreza extrema en donde hubo días en que no obtuvieron los ingresos suficientes para alimentarse.
“Mi mami sí tenía que comer, pero yo no quise comer porque solo era zanahoria rallada y la freía, y esa era nuestra comida”, relató la pequeña, días antes de la trágica explosión.
Personas cercanas a la familia explican que fue esa pobreza extrema la que empujó a la madre a dedicarse al trabajo con pólvora. “Aquí la pobreza es fuerte y, a veces, no queda otra alternativa”, añaden.
Trabajo clandestino
La actividad de coheterías clandestinas no es cosa rara en el caserío La Lateada, del municipio El Carmen, en Cuscatlán.
Según los lugareños, al menos cuatro casas de la localidad se dedican a esa actividad, debido a la extrema pobreza con que se vive en la zona. Antes que la familia de Sandra optara por la fabricación de cohetes, su madre trabajaba la tierra y cultivaba hortalizas, pero el poco ingreso que conseguía con esa actividad y la falta de oportunidades de trabajo, la obligó a buscar esa opción para sobrevivir y sostener a sus cuatro hijos.
“Toda la familia era muy trabajadora”, relatan quienes los conocieron.
“Ella no tenía miedo de agarrar la cuma y el azadón”, añaden, y describen a Sandra como una madre que siempre estaba pendiente del bienestar de sus hijos. Era madre de cuatro menores y no tenía otro ingreso que el que ella y sus hijos mayores pudiesen generar.
“Eran gente muy honesta y trabajadora, con ganas de llevar la comida a su plato”, explica una persona cercana a la familia, que prefirió el anonimato. “Los niños eran respetuosos y trabajadores, toda la comunidad los conocía por ser dedicados y laboriosos”, agrega.
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Las víctimas de la explosión fueron identificadas como Sandra Yanira Vásquez Caballero, de 33 años; y los menores de edad Cristian V. M., de 17 años; Diana Elizabeth, de 14 años; Sandra Marjorie, de 8 años, y Diego, de dos años.