“Necesitamos transporte”. Paciente de insuficiencia renal quedó varado por más de cuatro horas frente al Hospital

"Nosotros, los que padecemos de esta enfermedad, no podemos quedarnos en la casa o nos vamos a morir", señala José Domingo Flores, paciente renal que salió a las 4 de la madrugada de San Sebastián, en San Vicente. Pasada la 1 de la tarde, aún no encontraba la forma de regresar.

"Nosotros, los que padecemos de esta enfermedad, necesitamos transporte. No podemos quedarnos en la casa o nos vamos a morir", señala José Domingo Flores, paciente de Insuficiencia Renal, que salió a las cuatro de la madrugada de San Sebastián, en San Vicente. Pasada la una de la tarde, aún no encontraba la forma de regresar.

Por Marvin Romero

2020-05-07 3:45:28

José Domingo Flores salió de su diálisis minutos después de las nueve de la mañana durante el primer día en que el transporte público no circula en el país. Atravesó el portón del hospital, caminó unos cuantos metros a su izquierda y se sentó en un pedazo de muro que está frente al Instituto del Cáncer, sobre la Primera Calle Poniente.

Viste una camisa a cuadros y luce una mirada triste. Un sombrero de pescador y una maleta cruzada entre el hombro y el pecho. Lleva un reloj de números grandes, sus ojos parecen nublados y teñidos de un tono entre el amarillo y el carmesí. Tiene un pañuelo atado en el cuello. Detrás de la mascarilla en su rostro, se ocultan sus labios desquebrajados y un bigote de tres o cuatro días.

A la una de la tarde, casi cuatro horas después de salir del Hospital, José estaba varado en la capital, aún no tenía certeza de cómo regresaría a su hogar y había comenzado a “tirar líneas” de en dónde se resguardaría si caía una tormenta o caía la noche.

Estaba resignado a lo que sucediera primero. Es un hombre desempleado de 54 años de edad, varios de los cuales ha sido paciente de Insuficiencia Renal en el Hospital Rosales. Acude a su cita todos los lunes y jueves. La de este 07 de mayo estaba programada a las 05:30 de la madrugada y la prohibición de circulación de transporte público lo tomó por sorpresa. Vive, junto a su esposa e hijos, en el municipio de San Sebastián en San Vicente, a poco más de 50 kilómetros de San Salvador.

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Salió del pueblo a las cuatro de la madrugada, aprovechó que la Alcaldía del municipio otorgó transporte a un paciente del Hospital de niños Benjamín Bloom, junto él también viajó María Vint y su hermano Eugenio, de 60 años, quién también debía asistir a su cita de diálisis a las ocho de la mañana en el Hospital Rosales. “Estas son cosas que no se pueden hacer en la casa o el paciente se nos muere”, dijo la mujer, de 54 años, de pie frente al portón del Rosales y junto a José.

 

 

El hermano de María, Eugenio, deberá pasar la noche en el hospital a causa del procedimiento al que se sometería. Ella, sin embargo, permanece angustiada por dos razones en la calle. La primera, no sabe aún, al igual que José, cómo se regresará hasta San Sebastián. La segunda, tampoco sabe cómo regresará a San Salvador, al siguiente día, para recoger a su hermano, quien saldrá débil de su diálisis.

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La única esperanza que los mantenía bajo un sol abrazador, era que les dijeron que había una posibilidad que, el mismo transporte que los trajo, los llevara de regreso. Eso debía suceder al medio día. Con cada minuto que se pasaba de la una de la tarde, la esperanza se diluía.

“Estamos en veremos, no sabemos si nos van a venir a traer o no”, explica José mientras vuelve la mirada, constante, a su reloj. “Si no nos tendríamos que quedar ahi”, dice María y con su mano señala a todos lados y a ninguno, casi diciendo que cualquier pedazo de la calle será bueno.

“Ya ni quieren que se quede uno adentro y en la Emergencia está restringido el paso. Hasta los servicios están cerrados”, agrega y exhala. Don José no tiene un teléfono celular y María sabe usar poco el suyo. Temprano, intentaron hablar al número de asistencia habilitado para quienes requieran transporte por razones médicas y nadie contestó. “Nosotros ya quisiéramos estar en nuestra casa”, afirma José. “Aquí uno está sin dinero para comer”, agrega. En un día normal, José no paga transporte hasta el hospital pues cuenta con un subsidio de movilidad en las rutas que suele abordar, con solo presentar un carné.

“Nosotros, los que padecemos de esta enfermedad, necesitamos transporte”, señala José. “No podemos quedarnos en la casa o nos vamos a morir”, concluye. Si desea ayudar a José, María o Eugenio, puede comunicarse con María Vint a este número telefónico: 7433-7006.

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