Las calles de San Miguel, en el oriente de El Salvador, amanecieron desoladas como consecuencia del aumento las restricciones de movilidad impuestas por el Gobierno con la intención de frenar la expansión del Covid-19.
La falta de personas en las calles no limitó el intento de lograr ingresos para su familia a Zulma Mónica Ramírez Zelaya, ella salió de su casa a buena mañana con su bicicleta-carretón donde coloca los depósitos con café y bolsas con pan francés que rellena con frijoles, huevo o crema para vender.
Ella asegura que por lo general sale a las 6 de la mañana a vender, pero hoy salió un poco más tarde por temor a las restricciones que entraron en vigencia durante las primeras horas de este jueves. Ya con un poco de confianza sostiene “que la necesidad la obliga a salir”.
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También cuenta que algunos clientes se molestan cuando les pide que mantenga la distancia aproximada de un metro para prevenir el contagio con COVID-19, otros la felicitan.
De Zulma Mónica depende su padre de crianza de 72 años y también apoya económicamente a su nieto.
La esperanza contra la adversidad mantiene firme a Zulma, quien tiene más de 15 años de ser parte de los vendedores ambulantes de San Miguel.