Mauricio Alarcón: “Están proponiendo montar medios que reproducen la verdad oficial, atacan a quienes piensan distinto”

Este abogado ecuatoriano y director de la organización Ciudadanía y Desarrollo advierte que el camino de irrespeto a la libertad de prensa que vive El Salvador ya lo experimentó su país y el daño que ha hecho a la democracia resulta hoy casi irreversible.

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Gozar de altos niveles de popularidad no le dan carta blanca a un gobernante para hacer lo que desee, dice Mauricio Alarcón, abogado ecuatoriano. Foto EDH

Por Ricardo Avelar

2020-09-08 8:29:42

Mauricio Alarcón-Salvador es un abogado ecuatoriano con amplia experiencia defendiendo derechos fundamentales, entre ellos la libertad de expresión. Cuando escucha la situación actual de El Salvador, los esfuerzos por silenciar voces críticas y la inminente creación de una red de medios del gobierno, no puede sino ver la realidad salvadoreña en el espejo del gobierno de Rafael Correa: el expresidente ecuatoriano que en 10 años cerró medios, enjuició periodistas y quiso eternizarse en el poder.

Para este jurista, la situación es complicada, pues se usa importantes recursos públicos para propaganda, espionaje y censura. Sin embargo, recuerda que el poder no es eterno e ilustra que en su país ese hombre otrora intocable es ahora un prófugo de la justicia. 

Además de las violaciones a la libertad de expresión, hay un anuncio de que el gobierno lanzará su red de medios. ¿Cómo te suena esta idea?

Los medios públicos no son malos, pueden ser hasta necesarios si le pertenecen a todos los ciudadanos y manejan una línea editorial que responda a todo el país y no al gobernante de turno. Aquí lo que se propone es un grupo de medios oficialistas. Es lo mismo que vivimos en Ecuador en la década pasada durante la administración de Rafael Correa: medios a la medida y que reproducen la verdad oficial, que ataquen a quienes piensan distinto, estigmatizan opositores y le venden al ciudadano la terrible máxima que incluso se usó en la Alemania Nazi de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad

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Nosotros lo vivimos, se afectó de manera seria la libertad de expresión y se usó el aparataje comunicacional en contra de ciudadanos, periodistas, organizaciones, líderes políticos y oposición. 

¿Qué tanto daño hizo eso a Ecuador?

El discurso estigmatizante que sale por las cadenas nacionales y estos medios gubernamentales hace un daño profundo. Fracciona y polariza. Genera odio y vende una realidad que el gobierno quiere presentar. Siempre hay una respuesta para el que piensa u opina distinto. Aquí, la fractura social la seguimos viviendo, pues ahora cualquier ciudadano se siente con el derecho de callar a otro por el hecho de pensar distinto, se ha vuelto una sociedad intolerante, irrespetuosa, que no garantiza la libertad de expresión y hace que cualquier ciudadano se pueda erigir como censor sin ningún límite.

¿Puede el gobierno jugar la carta de la libertad de expresión?

La libertad de expresión es un derecho humano fundamental de todo ciudadano. Y nos dirán que el presidente y los funcionarios son unos ciudadanos más. Pero no olvidemos que no se puede considerar al mismo nivel la libertad de expresión de Ricardo o Mauricio con la del presidente de la República. Yo quizá me estoy expresando a través de un medio y su alcance, que no llega a los niveles mínimos de lo que implica una declaración del presidente, recogida por todos los medios. Peor aún es cuando se tiene detrás un aparato de propaganda. El discurso oficial no se convierte en libertad de expresión, sino por el contrario, es el arma perfecta para vulnerarla, para limitar la libertad de prensa y censurar al ciudadano común.

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Y cuando digan que los medios privados limitan la libertad de expresión del presidente de la República, hay que hacerles notar que el nivel que tiene el presidente en cuanto a la amplitud de su vocería, frente a la de un ciudadano común o un medio, son diametralmente distintos.

En tu experiencia, ¿qué tanto más grave es esto en un año preelectoral?

El aparato de propaganda, “comunicacional” de un gobierno debería estar al servicio de la gente. Cuando se torna en una maquinaria populista electoral del mandamás de turno, no estamos solo frente a una vulneración de la libertad de expresión, sino frente a una vulneración a un sistema de elecciones libre, justo, democrático y transparente. Esto genera desigualdad entre los competidores.

¿Y entonces mancha el proceso electoral?

Aunque nos hagan creer que fraude es solo manipular el resultado de los votos, fraude es cuando no hay condiciones iguales para todos los participantes. Hay que prestar mucha atención, cuidado al uso de recursos en campaña, a la manipulación de la comunicación oficial para beneficiar a los candidatos del oficialismo. 

Eso es fraude, afectación a la democracia y a un sistema electoral que debería garantizar condiciones iguales para todos.

Se empieza con decir que los medios son vendidos, hay uno político de la pauta, acoso y difamación a periodistas. Para alguien que ya vivió este libreto, ¿qué tanto peor se puede poner?

Cuando no frenamos las cosas a tiempo, el mandamás de turno cree que su voracidad es ilimitada. Y empieza a agredir otras libertades fundamentales, a exigir el respeto a la majestad del poder. Que no nos sorprenda ver lo que sucedió en Ecuador: un presidente que era incluso capaz de perseguir por la calle a un adolescente por haberle hecho una mala señal. O un presidente que supuestamente actuando como ciudadano enjuiciaba a medios y periodistas hasta las últimas consecuencias. Un presidente que reforma la Constitución para eternizarse en el poder. Y todo empezó con un discurso estigmatizante.

¿Qué discurso?

Habló de la prensa corrupta. En más de una ocasión, les he hecho notar que lo que en un inicio puede resultar gracioso y admisible, trae consecuencias nefastas. Aquí todo comenzó con un presidente en una rueda de prensa tratando de corrupta a la prensa, calificando a una periodista como “gordita horrorosa” y cerrando a ciertos periodistas el acceso al palacio, limitando su acceso a la información y a sus ruedas de prensa. 

La consecuencia fue que el país llegó al límite de respeto a la libertad de expresión. El número de vulneraciones fue el más alto de América Latina en los últimos años de Correa, donde hubo censura, cierre de medios, limitación de personas cuyo delito era pensar distinto. 

¿Todo escudado en la popularidad?

Como lo he dicho, no hay que aplaudir estas acciones y pensar que son inofensivas o divertidas declaraciones. Cualquier acto que busca silenciar a quien piensa diferente o silenciar a un medio crítico puede traer nefastas consecuencias para un país que debería velar por el respeto para todos por igual.

Correa está fuera del poder y con causas judiciales, pero su legado parece seguir ahí…

Con todo el aparato en poder de una sola persona, una generación entera creció con una distorsión de conceptos tan elementales como democracia, libertad de asociación o derecho a la protesta. Creen que el ejercicio de derechos es cuestión de la voluntad del mandatario que señala quién puede ejercerlos y quién no. El daño es muchas veces irreversible. Por eso, cuiden a sus instituciones, a su Sala de lo Constitucional, a su Instituto de Acceso a la Información Pública. Esas instituciones independientes e íntegras son sagradas para el estado de derecho. Una vez caen en manos del mandamás de turno, las hemos perdido y recuperarlas tardará varias generaciones.

¿Por qué se ensañan tanto con la prensa?

Ego. Son ególatras. Se creen indispensables, se creen el eje de un país y sin ellos nada existe y cuando empiezan a recibir críticas lo primero que hacen es silenciarlas. 

Se creen perfectos, no aceptan la crítica, hasta tienen conexión directa con Dios. Son poco más que personas iluminadas mesiánicas para salvar a sus países. Se vuelven irrespetuosos del pensamiento distinto. 

Y entonces abren sus propios medios…

Aquí cerraron medios, se persiguió a periodistas, se llevó al desempleo a muchos periodistas y el gobierno nacional, como gran tenedor de recursos públicos que vienen de nuestros bolsillos, se llevó periodistas de los medios de comunicación, los llevaron a la función pública, donde les ofrecieron el doble o triple del salario y hablándoles de que los medios mezquinos no reconocen su labor. 

Acá, hace pocas semanas se liquidó la empresa de medios públicos, empresa insostenible con cientos de periodistas al servicio de la institucionalidad pública. La consecuencia, están en el desempleo los aplaudidores del poder de turno, varados sin poder ejercer el periodismo porque una conveniencia temporal como ganar un poco más de recursos se convierte en un estigma que les impide regresar al sector privado. 

¿Es este un síntoma del poder que hace creer que el poder nunca terminará?

Rafael Correa se creía intocable. Pero el poder no es eterno y por mucho que se considere respaldo popular, tarde o temprano se conoce sobre la corrupción y el abuso de poder. Y quien hasta hace poco fue el más poderoso del país, capaz de perseguir a los críticos, hoy enfrenta una condena ante la justicia. Ojalá el ególatra que rige El Salvador tenga un pequeño baño de humildad y se dé cuenta que el poder es pasajero y efímero.

¿Qué hay del uso de recursos públicos para la “verdad oficial” y para difamar?

Aquí se usó recursos para perseguir, espiar, estigmatizar. Cuando uno era blanco del gobierno, tenía sus comunicaciones interceptadas, agentes dedicados a seguirnos e informar nuestras actividades, a los medios les quitaban o ponían recursos a su antojo, crearon sus medios, sus propios gremios. 

Y al final hay un abuso de recursos que le pertenecen al ciudadano común. En este momento, el ciudadano quizá aplaude porque le parece simpático que su presidente gobierne por Twitter pero se dará cuenta que los dólares que sirven para crear una red de medios pudieron haber servido para obra pública o satisfacción de necesidades fundamentales. 

El panorama parece sombrío. ¿Cómo se empieza a salir?

El primer consejo es vencer el miedo. Cuando se tiene al frente a una persona popular y poderosa el miedo nos puede ganar y preferimos tomar una posición cómoda. Eso es un error. Segundo, levantar la voz. No hay espacio pequeño donde no se deba denunciar abusos y arbitrariedades. Hay que levantarla ante organismos locales e internacionales, aprovechar la independencia judicial para garantizar derechos, dar la batalla en estos casos. Por muy popular que sea un presidente, tenemos que fortalecer el estado de derecho. Solo así se garantizarán nuestras libertades.