La valiente lucha de Nahomi contra un raro cáncer de ovario

Las estadísticas del Ministerio de Salud evidencian que el cáncer de ovario no es exclusivo de las mujeres en la etapa adulta; también puede presentase a muy temprana edad.

Naomi tiene tan solo 14 años, a su corta edad fue diagnosticada con cáncer en sus ovarios, una enfermedad que le ha impedido continuar sus estudios.

Por Susana Joma

2019-03-29 5:02:50

“Nadie me quería atender porque todos pensaban que estaba embarazada”. Eso recuerda Nahomi Michelle Serrano Ortiz, una niña que hoy está llegando a sus 14 años de edad en plena batalla contra un cáncer que le ha hecho perder su ovario derecho pero no sus ganas de vivir, ni sus sueños de convertirse en la primera de su familia en obtener un título universitario.

Estudia octavo grado en el Centro Escolar Católico “Santa Luisa”, ubicado por el Mercado Central de esta capital, y es gracias a la gestión de una de sus maestras, a quien de cariño llama “Seño” Claudia, que logró que la operaran en el Hospital Nacional de la Mujer, mismo donde desde el pasado 9 de enero recibe tratamiento de quimioterapia, con el esfuerzo económico de sus familiares y el apoyo de la comunidad educativa.

Si bien a su corta edad fue diagnosticada con cáncer de ovario, y esta enfermedad le dificulta asistir a clases algunos días de la semana, ella no renuncia a sus estudios.

La situación para Nahomi se comenzó a tornar difícil a fines de noviembre pasado, cuando al llegar el fin del año escolar se presentaron los primeros signos de la enfermedad, entre ellos fuertes dolores, náuseas, vómitos y crecimiento del vientre.

“Yo venía (un día) súper contenta (a la casa) porque me había ganado el primer lugar en la escuela. Le dije a mi abuela que le iba a ayudar a lavar la pila y ahí me apreté el vientre y dicen que lo desperté (el tumor), porque estaba ahí pero no me molestaba”, explica.

Nahomi y Gregoria de Jesús Ortiz de Orellana, su abuela, relatan que el 4 de diciembre, como ella sentía mucho dolor, tocaron las puertas del Hospital de Niños Benjamín Bloom, en donde no la atendieron porque ya había pasado los 12 años de edad. Luego marcharon al Hospital Nacional Zacamil en donde, tras una larga espera, solamente le dieron una pastilla y tuvieron que regresar a su casa.

Tres días después, el 7 de diciembre, fue duro y les resultó muy largo. Ese día Gregoria, gracias a que su hija había logrado conseguir prestados $10, salió muy temprano con Nahomi a la Cínica Parroquial María Auxiliadora, y una doctora que atendió a la niña le indicó que le realizara una ultrasonografía porque detectó que había algo que no era normal.

Debido a que no les alcanzaba el dinero la profesional las ayudó con el pago del examen, y una vez con los resultados en mano las mandó para el Hospital Zacamil, en Mejicanos, de donde las enviaron al Hospital de la Mujer, en el barrio Santa Anita.

La abuela explica que, después del mediodía, tras un largo y doloroso caminar, incluso sin probar bocado, llegaron al Hospital de la Mujer en donde a Nahomi le hicieron varios exámenes, incluido el de embarazo. Como era viernes les dijeron que llegaran el lunes a sacar una cita, misma que le otorgaron para el 10 de enero, una fecha que ante el sufrimiento resultó muy lejana.

“Nadie me quería atender porque todos pensaban que estaba embarazada”, eso recuerda Nahomi. Foto EDH / Josué Parada

Una ayuda decisiva

“Todos los de los hospitales me decían que era embarazo lo que tenía. Me hicieron la prueba como diez veces”, resiente Nahomi sobre la primera impresión que emitían los galenos cuando le veían el vientre abultado.

Gregoria dice que al ver la fecha de la cita se llenó de angustia.

“Mi abuela ya no hallaba qué hacer. Entonces le habló a una de las maestras y ella empezó a ver cómo hacía. Uno de los doctores que estaba ahí, en Maternidad, era amigo de ella y gracias a él una de las mejores oncólogas de ahí me pudo ver el 12 de diciembre y ese mismo día me dejaron ingresada para hacerme los exámenes que me hacían falta. Eso fue un miércoles, un lunes ya estaba en sala de quirófano para operar. Cuando lo sacaron, el tumor reventó y gracias a Dios no pudo explotar dentro de mí. De ahí solo esperaron la recuperación de la herida y me dijeron que me iban a poner quimioterapia porque el tumor era maligno”, cuenta la niña.

De acuerdo con lo que expone, en esa oportunidad la doctora que la atendió le retiró el ovario derecho, pero dejó el izquierdo, y también el útero.

Namohi recuerda que los médicos le dijeron que, en ese momento, el riesgo de que muriera durante la cirugía era del 75 %, porque el tumor estaba en su punto máximo: “El doctor no tenía esperanzas de que yo viviera, pero gracias a Dios aquí estoy contando mi historia”.

En el hospital le aplican quimioterapia de dos formas: una ambulatoria, es decir que no requiere hospitalización, y otra en la que sí queda internada durante tres días, y cuando eso ocurre su familia tiene que comprar tres dosis de Etoposido de 100 miligramos, el fármaco que los médicos le suministran a su organismo a través de un catéter, lo cual han tenido que ser así porque sus venas son muy delgadas.

Son 20 quimioterapias las que tiene que recibir, proceso que espera termine el 20 de abril.

La situación para Nahomi se comenzó a tornar difícil a fines de noviembre pasado, cuando al llegar el fin del año escolar se presentaron los primeros signos de la enfermedad, entre ellos fuertes dolores, náuseas, vómitos y crecimiento del vientre. Foto EDH / Josué Parada

Lucha contracorriente

Sin embargo, lograr que continúe ese tratamiento, y que además tenga una alimentación adecuada que le permita soportarlos, es un reto titánico debido a que su situación económica es en extremo precaria.

Desde hace varios años, tanto Nahomi como su hermano mayor, Jorge Antonio, y su mamá, María Magdalena, viven con sus abuelos, Gregoria y Antonio. Habitan en una casa que estos últimos tienen en una de las colonias ubicadas sobre la calle que conduce a Ciudad Delgado. La vivienda es tan pequeña que los obliga a estar hacinados y en estos tiempos el calor se vuelve insoportable.

Su madre, quien trabaja de ordenanza en una empresa donde gana el salario mínimo, es la única fuente de ingresos de la familia. Con ello apenas logra hacer frente a una hipoteca que pesa sobre la casa, los gastos de transporte diario y poco queda para la alimentación de la familia y mucho menos para la dieta especial de Nahomi, que incluye fruta que no sea ácida y verduras.

Gregoria y su esposo, quien es diabético y ha quedado ciego, no tienen pensión, y el hermano de Nahomi, a pesar que de que en 2015 se graduó de bachiller opción contador, no ha tenido éxito en la búsqueda de empleo: “Hemos ido a dejar un montón de currículums y nada”, se lamenta Gregoria.

En medio de esta situación se ven forzados a prestar dinero para reunir los $75 que necesitan para comprar el Etoposido y pagar el transporte para llevarla al hospital y luego a casa, entre otros gastos.

Su madre tampoco logra apartar los $89.69 para comprar el fármaco que los médicos le recetan para evitar que, tras las quimioterapias, sufra de náuseas y vómitos durante varios días. Si ella lo tomara, le ayudaría a ganar peso.

Esperanzas de hierro

Nahomi dice que los médicos les han dicho que tras finalizar las quimioterapias le realizarán una tomografía axial computarizada (TAC) para determinar si el mal desapareció, caso contrario seguirán con otras quimioterapias o le harán una nueva operación para quitar el otro y el útero.

Aunque confía en que Dios y la medicina harán la obra de sanación, no descarta aceptar una nueva cirugía si se requiere, con tal de quedar viva porque según sus palabras “la vida no vuelve a florecer”.

Como es natural al hablar del tema, y de lo difícil que le resulta lidiar con el tratamiento, no puede evitar que por momentos se le quiebre la voz y que gruesas lágrimas corran por sus mejillas. Sin embargo, hace esfuerzos por tranquilizarse y enseguida afirma: “A mí me cuesta salir adelante, pero yo sé que puedo”.

Sostiene que cuando recibe la quimioterapia ambulatoria y las del hospital, debido a los efectos secundarios que le produce, tiene que dejar de asistir a la escuela durante varios días, pero sale bien en sus notas porque recibe la ayuda de sus compañeros y maestros. Los primeros le comparten apuntes de clase, y los segundos le dan asesorías y atienden sus trabajos aunque los presente de forma extemporánea.

“Mis compañeros me dan muchas fuerzas. No me miran de menos, no me tienen asco como otras personas que cuando una persona se les acerca prefieren alejarse. Ellos siempre que me abrazan, me dicen que siga adelante, mis maestros también”, manifiesta.

Namohi recuerda que los médicos le dijeron que, en ese momento, el riesgo de que muriera durante la cirugía era del 75 %, porque el tumor estaba en su punto máximo: “El doctor no tenía esperanzas de que yo viviera, pero gracias a Dios aquí estoy contando mi historia”. Foto EDH / Josué Parada

Alumna destacada

En el Centro Escolar Católico “Santa Luisa”, donde estudia desde primer grado, goza de media beca y todos los años se ha llevado el primer lugar de la clase.

A pesar de que en medio de su doble batalla contra el cáncer y la pobreza enfrenta muchos temores, advierte que le gustaría seguir superándose. “Bachillerato no sé si voy a poder estudiar porque no tenemos cómo pagar. He pensado estudiar en institutos nacionales pero no se si voy a poder. Yo quisiera estudiar contaduría para sacar mi licenciatura en Administración de Empresas”, sostiene.

La profesora Norma Peña, quien le imparte Ciencias Naturales, y su colega Glenda Reyes, quien hace lo propio con Lenguaje y Literatura, coinciden en que desde pequeña siempre ha destacado en el aspecto académico y en conducta.

Quien llega a conocer a esta pequeña se da cuenta de que es muy inteligente, madura, dulce y por su forma de ser se gana el cariño rápidamente.

La profesora Peña sostiene que además de ser muy aplicada, en todos los sentidos, es una niña que se lleva bien con todos y se gana el cariño: “En el momento que nos dimos cuenta de que ella estaba pasando por esta situación de salud decidimos acompañarla con todos los procesos que está viviendo en el hospital, en las quimios”.

Esta maestra de Ciencias afirma que a Nahomi le admira “su capacidad de lucha, su dedicación, sus deseos de vivir y de superación”. Eso es algo que motiva a la planta docente y a los estudiantes, especialmente sus compañeros de salón, a tratar de ayudarla de forma individual o colectiva, tanto en el aspecto económico como moral, en la medida de sus posibilidades.

La profesora Glenda Reyes añade que parte del éxito de Nahomi es que siempre está dispuesta a dar lo mejor de sí, incluso ahora que se siente mal física y anímicamente.

Reyes destaca de Nahomi “su entereza, su fuerza, sus ganas de seguir adelante, de seguir viviendo y lograr ser una profesional”.

La solidaridad de los niños es tan grande que cuando están en la escuela cuidan de cargarle el bolsón y durante el recreo se esfuerzan por darle algunos trozos de fruta.

Ante la premura del caso, Gregoria, la abuela de la pequeña, pone a disposición el número 7765-3909 por si algún altruista tiene interés de contactarla para darles apoyo.

“Yo quisiera estudiar contaduría para sacar mi licenciatura en Administración de Empresas. Aunque me cuestan a veces (los números) pero me encantan los desafíos, por eso, esto que estoy viviendo es como una Matemática en mi vida, tengo que descifrarlo y salir adelante”, cita  Nahomi Michelle Serrano Ortiz.

EL CÁNCER DE OVARIO TAMBIÉN AFECTA A NIÑAS

Las estadísticas del Ministerio de Salud evidencian que el cáncer de ovario no es exclusivo de las mujeres en la etapa adulta; también puede presentase a muy temprana edad.

Los datos del Ministerio de Salud Pública revelan que entre el 2006 y 2017, en los distintos hospitales públicos del país, hubo 79 atenciones de niñas entre los cero y 14 años de edad con diagnóstico de tumor maligno en ovario.

San Salvador es el que tuvo más atenciones, 30 en total. Le siguió La Libertad, con 8; Sonsonate, con 6; San Miguel, con 5, y Cuscatlán, La Paz, Santa Ana y Usulután, con 4; La Unión tuvo 3; Cabañas 2; mientras que Ahuachapán 1 y San Vicente 1. En el país también se atendió en ese periodo a tres niñas procedentes de Honduras.

Sólo en el departamento de San Salvador se contabilizan 30 de esas atenciones reportadas por los centros asistenciales capitalinos, tal es el caso de hospital Benjamín Bloom, hospital de la Mujer, hospital Rosales, hospital Zacamil, hospital Neumológico Dr. José A. Saldaña. Los municipios del departamento de San Salvador, de donde provienen niñas que han sido atendidas por tumores malignos de ovario, son: San Salvador (10); Soyapango (10); Panchimalco (3); Ilopango (2); Mejicanos (1); Nejapa (1); San Marcos (1) y San Martín (1).

Nahomi Serrano, la alumna destacada que lucha contra el cáncer de ovario

Nahomi Serrano, es la mejor estudiante de su clase, que se lucha contra un cáncer a pesar de la pobreza de su familia y el débil sistema de salud pública.