Nir Oz, la comunidad que se aferra a la esperanza tras ataque de Hamás
El kibutz Nir Oz está localizado a dos kilómetros y medio de la franja de Gaza y mientras los enfrentamientos siguen al otro lado de la frontera, sus habitantes sueñan con reconstruir la comunidad por la cual habían trabajado toda la vida.
En el kibutz Nir Oz parece que el tiempo se ha detenido. El panorama es desolador, similar a la escena de una película apocalíptica: viviendas quemadas, juguetes abandonados e impactos de bala por doquier, que describen el sangriento ataque del que fueron víctimas sus habitantes hace año y medio.
El kibutz Nir Oz es una comunidad agrícola israelí, localizada a dos kilómetros y medio de la frontera con la franja Gaza, esta última bajo el dominio del grupo terrorista Hamás.
La mañana del 7 de octubre de 2023, la tranquilidad de la comunidad en la que vivían unas 400 personas fue interrumpida por cientos de miembros del grupo terrorista Hamás, quienes llegaron con la única misión de matar, torturar, violar y secuestrar a toda persona que alcazaran a su paso, según consta en los videos grabados y publicados por ellos mismos.
Silvia Cunio, a quien el grupo criminal le secuestró a dos hijos, recuerda que antes del ataque la tranquilidad en Nir Oz era alterada de vez en cuando por los misiles lanzados desde la franja de Gaza, para lo cual tenían estrictos protocolos de seguridad y protección.
Sin embargo, esa mañana, cuando la alarma antimisiles sonó, era solo el inicio de un ataque sin precedentes en la historia reciente de Israel, que dejó más de 1,500 muertos, entre civiles, extranjeros, mujeres, niños, niñas y miembros de las fuerzas de seguridad.
Los atacantes que irrumpieron en territorio israelí, a lo largo de la frontera con Gaza masacraron a sangre fría, "en nombre de Alá", a civiles en 21 comunidades fronterizas. Además, unas 250 personas fueron secuestradas y trasladadas a túneles subterráneos bajo la franja de Gaza. En la actualidad, 59 aún siguen como rehenes, sufriendo torturas y vejaciones de todo tipo, entre ellos David y Ariel Cunio, los hijos de Silvia.
"Es una película de terror que no termina. Ese día fue tremendo (...) eran miles de terroristas, también había personas civiles de Gaza que vinieron a robar, destrozar y quemar", relató la víctima.
En Israel cada vivienda cuenta con cuarto de seguridad, ante la posibilidad de un ataque aéreo, cohetes y misiles. Además, dentro de las comunidades y a la orilla de las calles hay refugios, pero cada uno de estos fue vulnerado por los atacantes.

En otros casos, las víctimas tuvieron que salir para no morir asfixiadas por el humo ante los incendios provocados por los criminales, quienes afuera los esperaban para matarlos o secuestrarlos.
Silvia relata la impotencia que sintió como madre, cuando vio a un grupo de criminales entrando en la casa de unos de sus hijos, localizada frente a su vivienda, sin poder hacer nada. Luego perdió la comunicación que tenía con ellos en el chat familiar.
La señora vivía en ese kibutz desde hace 37 años. Allí vio crecer a sus cuatro hijos, pero ahora al regresar al lugar que tanto amaba, solo siente dolor.
"Yo podría volver porque desgraciadamente me acostumbré, pero mis hijos no van a venir a visitarnos y nosotros somos una familia muy unida. Todos los viernes nos encontrábamos en mi casa o en la casa de mis hijos y comíamos todos juntos y no va a ser posible", explicó.
La comunidad judía tiene como costumbre comer en familia los viernes, luego de la caída del sol. Esas reuniones usualmente se extienden hasta el sábado, día en que algunos participan en actividades religiosas.
Por ello, la mañana del 7 de octubre muchas familias se encontraban juntas, lo que permitió que el ataque fuera más mortal.
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El sueño de volver
Martín Finkielsztein es otro de los sobrevivientes del ataque terrorista del 7 de octubre. Llegó a esa comunidad desde su natal Argentina hace 23 años. En ese kibutz se casó y crecieron sus tres hijos.
"Mi vida está acá. Todo lo que yo tengo y lo que conseguí durante todos esos años me lo dio este kibutz y la gente de este lugar", manifiesta.
El sueño de Finkielsztein y de muchas familias es que la comunidad sea reconstruida y volver a lo que ellos describen como "un paraíso". Los sobrevivientes tienen un plan de reconstrucción, pero aún no han iniciado.
"La esperanza nuestra es que vuelvan con vida, que puedan ayudarnos a recomponernos a todos. Para poder rearmar nuestras vidas, la condición es que todos vuelvan y que estén acá con nosotros", dijo Martín.
Según datos oficiales, de las más de 250 personas que Hamás secuestró ese día en todo Israel, 75 fueron raptadas de esa localidad. De los 59 que continúan cautivos, 14 son de Nir Oz.
"Va a volver a ser un kibutz como lo era antes. Cuando todos los secuestrados vuelvan y aquí esté reconstruido, las familias van a volver acá. Esto antes era una especie de paraíso y lo volverá a hacer", aseguró.

Martín es uno de los agricultores que llegan cada día, desde que se les permitió volver, para trabajar en los campos comunitarios del kibutz, que consta de 1,600 hectáreas de terreno.
Desde un mirador se pueden observar los campos en los que cultivan aguacates, papas y granadas. Más allá se ven las primeras edificaciones destruidas en la franja de Gaza y donde se escuchan los estruendos de los enfrentamientos entre el ejercito israelí y el grupo de terrorista Hamás.
Aunque hay diferentes opiniones, los residentes de Nir Oz coinciden en la necesidad de vivir en paz, tanto del lado israelí como al otro lado de la frontera, que solo está a dos kilómetros y medio.
"Me cuesta creer que sea algo que no se pueda conseguir (la paz). A mí me interesa poder vivir acá, a esta distancia de ellos a dos kilómetros y medio, como lo hacíamos antes en paz, con seguridad y sin miedo que mis hijos corran peligro", declaró Martín.
Por el momento, la paz que ansía el agricultor parece lejana. El 18 de marzo de este año, el gobierno de Israel reanudó las operaciones militares, tras no lograr un nuevo acuerdo de cese al fuego con Hamás.

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