Efraín Tolosa y la historia de su primer rescate en el trágico deslave de Montebello

Efraín supo desde niño que deseaba ser socorrista y salvar vidas. Tanto el deslave de Montebello como después el terremoto de 1986 significaron duras pruebas para su espíritu altruista como parte de Cruz Verde.

Por Steven Pérez

2019-09-18 10:03:20

El salvadoreño Efraín Peña Tolosa tiene 67 años de edad y 42 salvando vidas como socorrista y guardavidas. Proviene de una familia con pocos recursos económicos, su madre lavaba ropa de vecinos y de conocidos para llevar el sustento a su casa y su padre se dedicaba a vender periódicos.

Cuando aún era un niño a los 12 años, Efraín inició sus primeros pasos para ser un guardavidas. Y se las ingenió para aprender lo necesario: escapaba del río donde su madre lavaba ropa para ir a unas piscinas donde dos maestros le enseñaron a nadar y también técnicas de la profesión.

Cuando Efraín cursaba bachillerato, la pasión por ser voluntario de Cruz Verde Salvadoreña aumentó y buscó capacitarse para servir ante las emergencias que lo requerían.

Después de clases, acostumbraba ir a una plaza del centro de San Salvador a lustrar zapatos y vender periódicos para ayudar con los gastos de la casa a sus padres, durante la noche servía como  socorrista, aunque su madre en muchas oportunidades le manifestaba el temor de que anduviera por la noche afuera de casa. A pesar de los temores, la familia lo apoyaba y siempre le transmitían el orgullo por su labor humanitaria.

Efraín Tolosa tiene más de 40 años de experiencia como socorrista y guardavida. En esta imagen sostiene las noticias de El Diario de Hoy sobre el rescate en el terremoto de 1986. Foto EDH

Su primera prueba: la tragedia del deslave de Montebello

Bajo la sombra de un árbol y con la mirada perdida, Efraín habla con El Diario de Hoy y recuerda aquella mañana lluviosa del 19 de septiembre de 1982. Ese día, ya como parte de la Cruz Verde Salvadoreña, iba a apoyar una excursión que tenía como destino Acajutla, pero recibió una llamada en la que le solicitaban el apoyo de guardavidas y socorristas para atender a las víctimas soterradas en el alud de la colonia Montebello, en San Ramón.

Sin titubeos, Efraín aceptó el llamado.

“Fue mi primera vez como socorrista sacando cadáveres, fueron momentos muy duros, pero tenía mucho deseo de ayudar a las familias que con afán buscaban a sus seres queridos bajo los escombros”, rememora Efraín.

Deslave en Montebello Foto. Cortesía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Entre las imágenes que no se borran de la mente de Efraín están las de las familias que con desesperación se unían a los rescatistas para encontrar a sus seres queridos bajo una montaña de lodo y escombros.

Pero hay un caso en particular que Efraín aún recuerda con nitidez -y tristeza- 37 años después. La escena de una madre que daba gritos de desesperación por encontrar a su hijo. “Fue difícil ver a aquella madre en su dolor por la búsqueda de su hijo, lamento que al finalizar las labores de rescate no se encontró al hijo de aquella mujer”, relata.

Aquella mañana en la Montebello, el primer rescate de Efraín fue una verdadera prueba a su vocación. Pese a que logró ayudar a muchas familias, en su rostro asoma la tristeza al recordar que no fue suficiente. Efraín relata que fue necesario que un tractor llegara a sacar los cadáveres, imagen que tiene muy presente a casi cuatro décadas de la tragedia.

“Cuando observo las fotos del deslave en Montebello, me siento afortunado de haber ayudado en ese momento a las personas, a pesar de que fue difícil, pero cuando se trata de ayudar a los demás es un placer para mí”, expresa el salvadoreño.

La mañana del 19 de septiembre de 1982, un alud destruyó decenas de viviendas de la colonias Montebello Poniente. Foto Archivo

Terremoto de 1986: Ayudando a las víctimas del Rubén Darío

El veterano socorrista de Cruz Verde rememora también los rescates del terremoto del 10 de octubre de 1986. Durante tres días extrajeron cadáveres que se encontraban bajo escombros en el edificio Rubén Darío en el centro de San Salvador.

“Me encontraba con mi familia cuando me llamaron para que me fuera a apoyar los rescates del Rubén Darío, solo pude decirle a mi padre que necesitaban que me presentara como rescatista y que no sabía por cuánto tiempo estaría en ese lugar”, cuenta Efraín.

Y al igual que cuando recibió aquella llamada sobre la Montebello, Efraín volvió a mostrar su espíritu altruista.

Las labores de rescate tras el terremoto del 86 iniciaron pese a que no contaban con las herramientas necesarias ni con el personal suficiente, pero el llamado de servir era más fuerte y sabían que las víctimas no podían esperar.

Para ayudar en la titánica labor llegarían después los “Topos de México”, un grupo de brigadistas especializados en emergencias. Su trabajo también fue fundamental durante las labores de rescate en El Salvador tras la tragedia.

Para agilizar el trabajo, Efraín recuerda que fue necesario combinar los esfuerzos de los Topos de México y los socorristas de la Cruz Verde. Después, estos socorristas salvadoreños, gracias a sus habilidades, formarían el grupo de “Los Cusucos”, y Efraín fue uno de los fundadores de esta institución que durante años fue objeto de reconocimiento.

Efraín Tolosa (primero de derecha a izquierda, de rodillas) durante los rescates tras el terremoto de 1986, en el edificio Rubén Darío. Foto. Archivo EDH

El socorrista guardavidas dice que son ya innumerables las oportunidades en que ha participado como voluntario,  atendiendo emergencias en accidentes de tránsito, rescatando a personas en playas y balnearios. Pero de lo que sí puede dar fe es de haber ayudado a más de mil salvadoreños durante toda su carrera.

“La satisfacción de ayudar a las personas en momentos de dificultad deja una paz grata y ganas de seguir haciéndolo, las personas me preguntan cuánto cobro por salvar vidas pero les replico que nada, el pago es poder ayudar a las personas y la salud que Dios me da”, manifiesta Efraín.

Un orgullo familiar

El hijo y demás familiares de este socorrista expresan que se sienten orgullosos por su labor y espíritu altruista, aunque esto haya implicado muchas veces temor por su vida durante los rescates a lo largo de su profesión.

“A los 6 años, mi hijo aprendió a andar, le costó un poco y en diferentes ocasiones lloraba, pero cuando llegó a su adolescencia decidió ser guardavidas por su voluntad”, concluye Efraín, orgulloso también de que uno de los suyos haya decidido seguir sus pasos.

En la actualidad, Efraín continúa ayudando al prójimo. Imparte clases de natación y labora como guardavidas en un centro turístico los fines de semana en Chalatenango. 

Efraín Tolosa durante parte de su labor como guardavida en balnearios del país. Foto cortesía