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Ayudando al más necesitado: Casa Albergue Adventista en la Layco

El 28 de octubre del 2016, la señora María del Carmen Cabrera, miembro activa de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, hizo realidad uno de sus grandes sueños, donar una casa para ayudar al más necesitado. Se remodeló y la adecuaron como Albergue Adventista Miramonte.

Por Wilfredo Díaz | Mar 19, 2023- 20:43

La casa albergue está ubicada en el final de la 19 Avenida Norte y la Autopista Norte, número 1111 de San Salvador, a unas cuadras del hospital Bloom y de la Universidad de El Salvador. Funciona por las donaciones, que hacen miembros de la iglesia y familias particulares, para seguir ayudando al más necesitado y puedan tener un lugar digno, donde pasar la noche, descansar, comer, realizar sus cuidados higiénicos y lavar su ropa.

El albergue, cuenta con dormitorios, áreas de esparcimiento, aula lúdica para las niñas y niños, salón de usos múltiples, área de cocina, comedor y lavandería. Tienen un convenio con el hospital Bloom, para que la unidad de trabajo social, sea la única encargada de referir a las personas, que necesitan de nuestra ayuda.

“Para entrar a la casa, hay que cumplir algunos requisitos como tener su tarjeta de ingreso o el tratamiento a realizar a su hija o hijo en el hospital. Los pacientes con tratamientos de oncología, nefrología, hematología u otras especialidades, deben traer la referencia autorizada del área de trabajo social del Bloom, donde aparecen los datos de los menores, el DUI de la persona encargada o padres, que se quedará en el albergue como responsable y el tiempo que sea necesario,” explica Víctor Ascencio, encargado de recepción de los nuevos pacientes que llegan al albergue.

En esta casa hay pacientes del vecino país de Honduras y de la zona de oriente de El Salvador. Al lugar llegó desde Usulután la señora Dalila Martínez, junto a su hijo Miguel Martínez, de 4 años de edad, quien recibe su tratamiento médico por leucemia  en el hospital Bloom. Mientras le dan la bienvenida y le explican de cómo funciona el lugar, los encargados de la cocina preparan los alimentos. El orden y la limpieza son una cualidad de esta institución, donde refleja el alto compromiso con el prójimo.

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El tiempo pasa, camino de un lado a otro para agarrar confianza con los padres o madres de los menores de edad y poder conversar con ellos. En la estancia Daniela del Carmen Castro Zavala, de 4 años de edad, juega con su muñeca, mientras cae la tarde; a la espera el día siguiente, que le toca su chequeo médico.

Los padres de Daniela, Rosa Zavala y Javier Castro, residentes en el municipio de Sensuntepeque del departamento de Cabañas, a unos 80  kilómetros de San Salvador, aseguran que hace cuatro años le detectaron un tumor cancerígeno en su riñón derecho. La pusieron en tratamiento y le hicieron dos cirugías para eliminarlo. Por ahora, ella sigue en control médico.

“Donde vivimos, tenemos que caminar tres horas, el bus nos deja lejos de la casa y San Salvador. Como padres responsables de la salud de nuestra hija, pensamos que necesitamos donantes de riñón para salvarle la vida, pero gracias a Dios no fue necesario. Ella continúa su control médico, está sanando, es bendición de Dios y atención, que recibe de los médicos”, expresa Rosa.

“Cuando la ingresamos al Bloom, tuve un sueño muy lindo, vi como Dios pasaba sus manos sobre su cuerpo. Mi hija es un ángel de Dios, alegre, luchadora e inteligente. Mientras estábamos afuera del quirófano, oramos a Dios con mucha fe, para que saliera bien de su cirugía, pasaron horas de espera y nunca perdimos la confianza que Dios obraría en la sanidad de nuestra hija”, prosigue.

“Estábamos pendiente, queríamos tener buenas noticias de ella. De repente abren la puerta del quirófano, sale el médico, se nos queda viendo y nos dice, “la cirugía fue un éxito, su hija está muy estable, en sus riñones solo encontramos una pequeña cicatriz donde pensamos, que tenía alojado el cáncer y no hay nada.”

Al escuchar esa noticia, abrazaron al doctor, agradecidos. Ahora, la pequeña se encuentra en tratamiento médico y tiene una vida normal.

“Los milagros existen,” asegura Javier Castro, papá de Daniela.

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Son las cinco de la tarde. En el Albergue Adventista Layco se encontraba Soraida Lizeth Alvarado, madre de Walter Enrique Escobar Alvarado, de 10 años de edad, quien está en control en el Bloom. Padece de Leucemia Linfocítica Aguda infantil-LLA. Residen en el municipio de San Francisco Gotera, en el departamento de Morazán, zona oriental de El Salvador, a unos 169 km de San Salvador.

Walter es un niño alegre, inteligente. Cuando tenía ocho años de edad padeció una fuerte fiebre, náuseas, no comía y perdió movilidad en su cuerpo. Luego, le apareció una fuerte tos, por lo que sus padres se asustaron y lo llevaron al hospital de Gotera, para darle tratamiento médico. Allí, los médicos vieron que el niño no reaccionaba con la medicina y lo trasladaron al hospital de San Miguel.

Llegaron a ese centro de atención y se enteraron que se trata de algo grave. Ante esto, lo trasladaron de emergencia al hospital Bloom, lo ingresaron y le dieron atención médica, para controlar sus dolores. A los ocho días de estar ingresado, le hicieron un aspirado de médula ósea, para extraer una muestra y ver si se trataba de cáncer.

Quince días después, les dieron los resultados de los exámenes: Walter padecía Leucemia Linfocítica Aguda Infantil-LLA, un cáncer en la sangre y médula ósea, lo cual exige atención médica continua, porque puede llevar a la muerte a niñas o niños. Cuando les dieron los resultados de los exámenes y determinaron que tenía esa enfermedad, le dieron un tratamiento por quince días de quimioterapia y con el tiempo fue mejorando.

“El niño ya tiene dos años y tres meses de estar en tratamiento médico, este día me dieron los resultados, su cáncer en la médula ósea tipo LLA ha desaparecido, todos estamos felices de la salud de mi hijo. Queremos agradecer a los médicos del hospital Bloom por la atención que le brindaron y al personal del Albergue Adventista Layco, por la ayuda que nos dieron de estar en su casa, por mucho tiempo”, manifestó Soraida, la madre.

“Nos dieron una atención muy humana, vivienda, comida, donde dormir, nos sentimos como que estamos en nuestra casa. Como madre es duro y difícil que le digan a uno, que un hijo tiene cáncer o leucemia, la vida cambia y lo que viene a la mente es: mi hijo va a morir. Durante el proceso de curación de mi hijo, vi morir niñas y niños con esta enfermedad. Yo lloraba, oraba y pedía a Dios, que lo sanara y gracias a él lo sanó. Ahora terminamos su tratamiento y estaremos más atentos de su salud,” manifestó una agradecida Soraida.

Walter, con una sonrisa llena de felicidad, ya se siente bien porque la enfermedad abandonó su cuerpo. Ya no sufrirá los efectos secundarios de las quimioterapias.

El también agradeció a los médicos por cuidarlo, al personal del albergue porque les dieron donde estar y a Dios por curarlo. Irá a la iglesia y dará su testimonio de lo que vivió durante su tratamiento. Volverá a su vida normal y podrá practicar su deporte preferido, el fútbol, junto a sus amigos.

Esa casa albergue es un espacio donde se respira tranquilidad, higiene y amabilidad. Hay menores de edad, que no se sienten derrotados por su enfermedad. Sus padres, con lágrimas sobre sus mejillas y conscientes de que pueden sanar o no sus hijas e hijos, los consuelan con palabras de fe, esperanzas y llenas de ternura. Los animan a seguir adelante, con estas enfermedades  silenciosas.

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