Foto EDH/Archivo
Solo el año pasado, la violencia criminal provocó que 5,962 personas resultaran lesionadas, en la mayoría de los casos fue con armas de fuego. Esta cifra representa un aumento de 534 heridos con respecto al 2017 en el que 5,428 personas sufrieron lesiones de distinto tipo con armas en hechos criminales, según cifras proporcionadas por la PNC.
En total, entre 2014 a 2018 se registró 30,716 lesionados en acciones criminales, según datos oficiales.
Para el experto Mario Pozas, las altas cifras de lesionados refleja el nivel de conflictividad social que existe en el país, pero además es una muestra de cómo los salvadoreños resuelven sus conflictos.
La legislación penal tipifica las lesiones en simples, graves y muy graves, dependiendo de la gravedad de las heridas y el tiempo que se tarda para curarlas.
El comportamiento de los casos de lesiones en hechos criminales registra una curva ascendente en un determinado año, pero al siguiente año fue descendente.
Por ejemplo, el número de personas lesionadas en el 2014 ascendió a 7,075, pero en 2015, que ha sido el año más violento de la historia del país, hubo 5,887.
En el 2016, las víctimas de las lesiones registraron un alza y llegaron a 6,364 casos, pero en 2017, hubo una significativa disminución con 5,428 lesionados. Para el año pasado se contabilizaron 5,962 lesionadas por acciones criminales.
El vocero de la Policía, inspector jefe Walter Guillén lo explica de la siguiente manera: “El delincuente cuando toma o recibe alguna orden para agredir a otra persona, no lo hace de una forma individual sino que lo hacen de una manera colectiva… pero algunas veces no tienen la capacidad de causar más homicidios y en esa mecánica es que existe mucho más lesionados”.
Para Guillén, “estas personas para quitarle la vida a otra no piensan (en quienes están) a su alrededor, ellos disparan y lesionan a personas que no tienen nada que ver con el problema… Lleva un objetivo, pero ese objetivo que llevaban no fue el que pretendían asesinar, fueron otras personas ajenas”.
Al igual que en los homicidios, la mayoría de las víctimas lesionadas están en el rango de edades de los 12 y 30 años. Los registros de la Policía detallan que 13,447 personas que sufrieron algún tipo de lesión en un acto criminal tenían entre 12 y 30 años de edad.
Hay otro buen segmento de la población, entre 31 y 60 años de edad, que también fueron víctimas de los atentados criminales, pero que por fortuna lograron sobrevivir, con heridas de distinta consideración. En ese rango hubo 11,236 personas lesionadas.
Pozas señala que “las víctimas de la violencia tienen rostro de jóvenes. El joven es el grupo etáreo más impactado por la violencia. Es el segmento de la población más vulnerable a ser víctima de la violencia homicida y las lesiones”.
La criminalidad tampoco respeta a las personas que sobrepasan los 60 años de edad. En este segmento se ubican 1,475 personas que resultaron heridas por delincuentes.
“Usamos la violencia para resolver un problema”
Con respecto al tipo de arma utilizada por los atacantes, según se desprende de las cifras policiales, usan con más frecuencia la fuerza física.
En ese sentido, 10,004 personas sufrieron lesiones o golpes a través de la fuerza física. También hubo otras 12,664 víctimas a quienes les causaron diferentes tipos de lesiones con objetos no especificados.
Por otro lado, los registros policiales detallan que 3,011 personas fueron lesionadas de bala utilizando algún tipo de armamento; mientras que a 2,382 les causaron heridas con arma blanca.
La mayoría de víctimas no tiene vínculos con pandillas
Otro dato interesante que revelan las cifras proporcionadas por la Policía es que a la mayoría de las personas heridas en algún hecho delictivo no se les comprobó su pertenencia o algún vínculo con las pandillas. De los 30,716 lesionados en hechos delictivos, 24,962 de ellas no tenían ningún vínculo con esos grupos criminales; mientras que el resto tenía una participación activa en las pandillas, según los registros de la Policía.
Si se ve la relación entre víctima y alguna estructura delictiva, la pandilla Mao Mao es la que aparece con mayor cantidad de miembros lesionados (5,367).
Pozas sostiene que El Salvador padece del fenómeno de la anomia social, es decir, que “tenemos normas, pero no las cumplimos, y por el contrario, el que no las cumple se ve como el vivo, el exitoso”.
Pero el que decide cumplir con las normas, con las leyes, como por ejemplo “mantener la fila, no pasarse el semáforo, aunque le estén pitando ese es el tonto, ese es el inútil, el que hay que apartar”.
En ese sentido, opina el experto, lo que rige es la fuerza y no el respeto a las normas o leyes.
“Cuando tenemos un conflicto en lugar de acudir en última instancia a un Juez de Paz, lo primero que hacemos es sacar el corvo o sacar la pistola, eso tiene mucho que ver de cómo hemos sido educados para resolver conflictos”, dijo Pozas.
Señaló además que la violencia “es un lastre (porque entorpece o detiene) para la productividad y el desarrollo del país”.
Pozas recuerda que estudios del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) calcularon que el costo económico de la violencia en cada país del Triángulo Norte de Centroamérica, compuesto por El Salvador, Guatemala y Honduras, puede ser del 6 al 7 % del Producto Interno Bruto (PIB).
Explicó además el especialista, que los costos asociados a la violencia no solo es por la hospitalización o el tratamiento médico brindado a cada víctima, sino que también es lo que se perdió; es decir, lo que esta persona dejó de contribuir al desarrollo del país.