El Ganso y el Neutro, los pandilleros que desaparecieron días antes que se encontraran los cadáveres de la familia Pimentel

Todos los que participaron directamente en la masacre de cinco personas viven en el cantón El Chaparrón. De allí son los dos pandilleros que están desaparecidos. Ese lugar, según informantes, está abandonado por el Estado.

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La entrada del cantón El Chaparrón en el Canelo es un lugar controlado por pandilleros de la MS foto EDH O. Iraheta

Por Jorge Beltrán Luna

2019-02-24 8:21:46

Oswaldo Martínez, alias El Ganso, y Jonathan Castro, alias el Neutro o Frenético, son los dos pandilleros que desaparecieron del cantón El Chaparrón, en el lapso entre la desaparición de cinco personas, a mediados de enero, y el hallazgo de sus cadáveres, a principios de este mes.

Martínez y Castro son dos pandilleros que participaron directamente en el asesinato de la familia de Omar Pimentel, preparador físico del Sonsonate Fútbol Club, equipo de la Liga Mayor, según la Policía.

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El jueves anterior, el director general de la Policía Nacional Civil, Howard Cotto, informó que dos de los implicados en la masacre ya habían sido asesinados. No obstante, el funcionario no dio más detalles y en el cantón El Chaparrón, de donde eran originarios ambos, solo se sabe que están desaparecidos. Nadie sabe que los hayan encontrado muertos, velado o enterrado.

 

 

De acuerdo con fuentes de El Diario de Hoy, los dos pandilleros, que posiblemente no superan los 20 años de edad, desaparecieron días antes de que los cadáveres de tres mujeres y dos hombres, incluyendo un niño de 12 años, fueran hallados enterrados en una fosa de dos metros de profundidad.

Los informantes indican que fueron miembros de la misma pandilla, pero de una clica de Sonsonate, los que llegaron hasta El Chaparrón a llevarse a los dos pandilleros, quienes eran parte de la agrupación que ha sometido a los habitantes de cinco cantones de Nahuizalco.

Las familias de ambos, residen en el caserío Los Martínez, del cantón El Chaparrón, donde la pandilla ha logrado que cale hondo la consigna que suelen pintar en los muros y paredes: ver, oír y callar.

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El jueves anterior, el director policial también dijo que la hipótesis de que el robo hubiera sido el móvil de la masacre, volvía a tomar importancia. Sin embargo, hay lugareños que ven con recelo esa afirmación.

Lo primero que los vecinos de El Chaparrón y Los Arenales argumentan contra la aseveración de Howard Cotto es que si el objetivo era robarles, por qué cavaron la fosa un día antes.

Las fuentes indican que Felipe, una de las primeras personas capturadas por su vinculación a la masacre, fue quien hizo la fosa de casi dos metros. Hubo lugareños que lo vieron, sin embargo, no sospecharon nada aquel 15 de enero.

Los cadáveres de los Pimentel fueron enterrados entre cafetales.

Otro elemento es que los cinco parientes de Omar Pimentel fueron vigilados desde que estaban en el estadio Ana Mercedes Campos, viendo un partido que el Sonsonate disputaba contra el SID Municipal por la Copa El Salvador.

Las fuentes aseguran que cuando las víctimas salieron hacia su domicilio, en el municipio de Chalchuapa, departamento de Santa Ana, por la Ruta de Los Naranjos, fueron seguidos de cerca por un hombre a bordo de una motocicleta.

Un tercer elemento es que los pandilleros, luego de ejecutar a las cinco personas, desmembrando a la mujer más joven, las lanzaron a la fosa, aplanaron la tierra y sembraron varios arbustos de café para evitar que la tierra removida fuera la causa de sospechas.

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Lo anterior explica el por qué la búsqueda resultó infructuosa hasta que un pandillero capturado decidió colaborar con las autoridades a tal grado de ir a mostrarles a los investigadores el lugar exacto donde estaba la tumba clandestina.

Los lugareños se preguntan ¿qué sabían el Ganso y el Neutro o Frenético para que, supuestamente, la misma pandilla haya decidido desaparecerlos? ¿Por qué a ellos dos y no, por ejemplo, al cabecilla de esa clica, alias el Sony?

El Chaparrón, tan olvidado por el Estado y tan sometido por una pandilla

Nahuizalco tiene cinco cantones donde la seguridad de los ciudadanos no vale nada. Entre esos lugares el más afectado es El Chaparrón, donde vivían, según lugareños, todos los implicados, de manera directa, en el asesinato de cinco personas familiares de Omar Pimentel.

Personas que viven y que son originarias de El Chaparrón y Los Arenales no comprenden por qué el Estado prácticamente los ha abandonado al control que ejerce un grupo de pandilleros que tiene influencia en estos dos cantones como también en El Canelo, Sabana San Juan Arriba y Sabana San Juan Abajo.

Los quejosos dicen que en algunos casos, después de que las pandillas ejecutan un hecho grave, las fuerzas del gobierno se meten de lleno a retomar el control y a desplazar a las pandillas de esos lugares. En el caso de El Chaparrón y Arenales no ha sido así.

Los primeros detenidos por la masacre de la familia Pimentel son pandilleros de la MS. foto EDH/cortesía

Allí las pandillas continúan subyugando a los habitantes de esos lugares donde parece que se ha perdido el entusiasmo por la vida. Fuentes consultadas aseguran que la mayoría de lugareños se conforman con sobrevivir cada día.

Las fuentes aseguran que en no pocas ocasiones, la alcaldía del municipio ha llegado a proponerles proyectos de producción, de aprendizaje de algún oficio pero nadie parece entusiasmarse. “Incluso, allí ni el PATI (Programa de Apoyo al Ingreso Temporal) funcionó”, aseguró un lugareño.

“Allí mucha gente tenía sus vaquitas, sus gallinas, sus terrenos cultivados, pero vaya a verlos ahora, no hay nada de eso… parece que se conforman con ir a cortar pitos y con lo que obtienen de la venta, ya pasan el día”, afirmó un confidente.

De acuerdo con los informantes, en El Chaparrón hay una cooperativa con 800 manzanas de café, que no están siendo aprovechadas debido a que la gente parece desesperanzada. Allí son los pandilleros quienes controlan la vida al vecindario.

Alrededor de las 11:30 a.m., los cuerpos serán trasladados al cementerio general de la localidad para dar la correspondiente sepultura. Foto EDH/ Mauricio Cáceres

Un beneficio de café, completamente equipado, luce abandonado; inutilizado.

A los picacheros o cooperativas de transportistas los obligan a colaborar con ellos en el traslado de personal o para que les vayan a hacer las compras de alimentos, bebidas alcohólicas o cualquier otro mandado. Los motoristas son obligados. Los pandilleros solo le llaman al encargado o a cualquier motorista y les dicen que necesitan que esté a tal hora y en tal lugar. Y el transportista debe de llegar a pesar de que está consciente de que en cualquier momento puede ser capturado por la Policía si es sorprendido haciéndole mandados a los pandilleros.

Y el control es tal que tienen vigías en todos lados. En las elevaciones más predominantes del terreno mantienen vigilancia con binoculares. Cuando entra algún carro que no es del lugar o que no ha avisado a los pandilleros que va a entrar, rápidamente es interceptado y sus ocupantes son interrogados.

Los movimientos policiales están bien vigilados en ese cantón.

“Allí la única forma de que sorprendan a los pandilleros es que entren por el lado de Izalco, porque en ese sector son de la (pandilla) Dieciocho y no tendrían quién les avisara”, explicó una fuente.

Caserío Los Aguilares, refugio de mareros

En el mismo cantón El Chaparrón, pero en el caserío Los Aguilares, se sitúa el escondite o bastión de los pandilleros que controlan la Ruta Los Naranjos en su trayecto por Nahuizalco, aseguran fuentes locales.

En ese lugar permanecen escondidos los pandilleros apodados El Sony (cabecilla principal de la agrupación local), el Decente y el Talismán, entre otros.

De acuerdo con los informantes, este caserío está bien controlado por los pandilleros entre quienes se cuentan algunos exmilitares que ahora están vinculados a ese grupo delincuencial. “Andan bien armados y ellos son más peligrosos porque tienen entrenamiento militar”, aseguró una fuente.