Los policías que huyen de la muerte en El Salvador

Entre los miles de salvadoreños que huyen de las amenazas de pandillas se encuentran también aquellos que se han preparado para luchar contra las maras: los policías.

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Desde 2003, la Policía Nacional Civil registra 976 denuncias por amenazas directas de pandillas: una denuncia cada dos días durante los últimos cinco años. Foto/ Archivo EDH

Por Marvin Romero/ Retomado de El País

2018-10-26 4:59:26

Que un salvadoreño huya del país por amenazas de pandillas ya no es una sorpresa. Traspasar las fronteras de su patria es la única opción que muchos ven viable para seguir con vida.

Y entre los miles que huyen se encuentran también aquellos que se han preparado para luchar contra las maras: los policías. Ante el abandono de la institución en la que trabajan, estos se vuelven más vulnerables a ser víctimas de los grupos criminales.

Carlos y Cobra son dos policías que han tenido que renunciar a todo y buscar la seguridad en otro país, porque sus colegas, sus jefes, la corporación policial les han dado la espalda.

Carlos (nombre ficticio) trabajaba en la Policía. Inició como agente de patrullaje y luego ascendió a investigador. Huyó del país hacia Madrid, España, donde ha encontrado un poco de calma, según ha relatado su historia al periódico El País.

En 2015, su último año como agente, montó un operativo tras el asesinato de un compañero. “Nos dieron la voz de que habían matado a un policía”, recuerda.

Carlos ordenó que cerraran las calles y empezaron a registrar  casas. Durante la noche capturaron a 20 sujetos, pero entre ellos había uno de la zona donde él residía, donde creció. El rostro del pandillero iba cubierto, pero al siguiente día, cuando lo pusieron a la disposición de la policía, este reconoció a Carlos: “Te conozco”, fueron las dos palabras que el detenido le dijo.

El procedimiento indica que los agentes deben ir a las bartolinas a tomar los datos de los capturados y dejar constancia del delito que se les imputa, en este caso era homicidio. Carlos no tenía otra opción, tenía que cumplir su trabajo. “Allí me lo volvió a repetir: ‘Te conozco”, comenta.

Unos días después, sonó su teléfono y una voz desconocida le dijo que sabía dónde trabajaba su esposa y su horario. Pero Carlos no hizo caso de la advertencia, ya que a veces esas amenazas resultan falsas. En este caso no lo eran.

Carlos trabajó en otro operativo para hacer más detenciones y mientras hacían registros en una vivienda encontró fotografías de su esposa saliendo de su lugar de trabajo.

Al solicitar el apoyo al jefe de su unidad no obtuvo una respuesta favorable. La organización que debe velar por la seguridad de la población le da la espalda a sus propios miembros.

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Un agente que tenga la intención de interponer una denuncia dentro de la corporación policial suele hacerlo primero a través de un informe a su jefe inmediato superior, pero esa ruta no resulta eficaz.

Sin pensarlo más, Carlos huyó hacia Madrid con su esposa y su hijo, pero a los días fue deportado.

Cuando regresó, sus vecinos le dijeron que había estado la policía preguntando por él. Metido dentro de la película de su propia vida, una película que acababa con su propia muerte, Carlos pudo observar que los vehículos de los visitantes a su casa no eran ni oficiales ni extraoficiales; no era la policía quien lo buscaba. Reunió dinero de nuevo y, en esta ocasión, voló a Holanda para entrar finalmente a España a través de Barcelona.

La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) lleva desde entonces, más de tres años, esperando a que el Gobierno conceda asilo a Carlos y su familia.

En España hubo 115 peticiones de asilo procedentes de El Salvador, Honduras y Guatemala en 2014. En 2017, las peticiones aumentaron a 2.145. ¿Cuántas resoluciones favorables hubo en esos cuatro años? 25.

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Al igual que Carlos, Cobra huyó tras amenazas de las pandillas. Se fue con su esposa y sus hijos a Inglaterra. El agente sufrió dos ataques y no iba a esperar que ocurriera el tercero, porque de ese podría no salir vivo. Al principio nadie le daba información, ni siquiera las embajadas y consulados. “Todos me dieron la espalda”, agrega

Cobra se auxilió de foros y portales de internet. Entre tantas búsquedas encontró una luz, un salvadoreño que estaba en proceso de petición de asilo en el extranjero lo orientó.

“Antes no lo sabía, la petición de asilo político es un derecho que tenemos y lo podemos solicitar en cualquier parte del mundo”, comenta.

Cuando pusieron un pie en Inglaterra se entregaron y solicitaron asilo político a los oficiales de migración del aeropuerto de Londres, quienes tomaron datos generales de él, su esposa y sus tres hijos: huellas dactilares, fotos y pertenencias personales. Cobra señala que es importante ser honesto en esta parte pues toda información será remitida al gobierno del país en donde se solicita refugio.

Bienestar Policial es la dependencia de la PNC que debería velar por la asistencia social a los agentes de la corporación. Sin embargo, en la práctica no cumple con sus funciones.