Conmoción en la misa de cuerpo presente del agente Walter Antonio Guardado Alfaro asesinado por pandilleros junto a su esposa Maritza Varela de Guardado y su hija de 4 años, en noviembre de 2017. Foto/ Archivo EDH
Ni en el reglamento, ni en la Ley Orgánica de la PNC y menos en el Presupuesto de Seguridad Pública aprobado hay otra referencia a Bienestar Policial o su presupuesto. Es como si Bienestar Policial no existiera. Esa incertidumbre alrededor de la única unidad dentro de la PNC que tiene el mandato de brindar un mínimo de apoyo sobre las garantías y derechos de los agentes policiales, es uno de los principales motivos que empuja a los agentes consultados a dejar la corporación y escapar del país.
Los agentes viven en zonas de alto riesgo
No es habitual que en la parroquia de Suchitoto haya tantos policías como los hubo el 8 de agosto. Pocos minutos pasaban de las 2:00 de la tarde cuando varios de ellos entraron al templo por los costados.
De los ojos que suelen vigilar calles y caminos, esa tarde brotaron lágrimas ante el féretro del único policía que entró por el pasillo central del templo: William Caravantes, asesinado dos días atrás.
La misa concluyó y la marcha fúnebre recorrió las callejuelas de Suchitoto hacia el cementerio municipal. A través de rejillas de puertas y ventanas, los vecinos acompañaron con discreción a la familia doliente. La fotografía del agente Caravantes iba al frente y tres oficiales con uniforme blanco caminaron detrás del ataúd.
LA CIFRA
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Policías han sido asesinados hasta el 17 de agosto de 2018. El más reciente en Candelaria, Cuscatlán.
Ellos fueron los que presidieron el protocolo en nombre del director de la PNC, quien no asistió a los actos funerarios del agente caído. “Este caso no quedará impune”, aseguró uno de los tres oficiales.
La alcaldesa de Suchitoto también asistió al sepelio del agente Caravantes y pidió la palabra. En un discurso de cinco minutos habló de compromisos y pidió unidad para mantener la violencia lejos del municipio.
El agente Caravantes fue asesinado en el caserío Zacamil del cantón Platanares de Suchitoto, sobre una calle de tierra rodeada por matorrales: uno de esos caminos que se prestan a las emboscadas y a la impunidad. Una de esas veredas descuidadas que abundan en los cantones y comunidades, donde los policías y sus familias no tienen otra opción que vivir a merced de sus verdugos.
“Ese camino no es seguro y la alcaldesa lo sabe, pero nunca ha hecho nada por arreglarlo”, relató un agente que acompañó al féretro de Caravantes y que está destacado en la zona. Él confirma que los lugareños viven asediados por las pandillas y que estas tienen una red de “colaboradores” que delinquen y asesinan en los cantones y caseríos cercanos.
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Policías piden protección a sus superiores
La PNC se enfrenta a un problema que va en aumento, además del desplazamiento forzado de sus miembros, desde enero de 2014 hasta el 17 de agosto de 2018, han sido asesinados 200 policías en El Salvador.
Entre 2013 y 2017, se reportaron un total de 117 homicidios en ese municipio, según datos de Medicina Legal, cotejados con la Fiscalía General de la República (FGR) y la PNC. En promedio, hubo un asesinato cada 15 días.
Caminos, como el que recorría Caravantes el día que fue asesinado, son una de las condiciones de vulnerabilidad que enfrentan a diario los policías que viven en la misma zona que los pandilleros que los asechan.
Una historia similar ocurrió con el agente Ramón Alberto Raymundo, quien fue asesinado la tarde del sábado 11 de agosto cuando se transportaba en motocicleta sobre un camino en el municipio de Candelaria, Cuscatlán.
Un par de horas después del asesinato del agente Raymundo, la FGR dijo tener en su poder información sobre grupos de pandillas que habrían girado instrucciones para atentar contra miembros de los cuerpos de seguridad pública en el occidente del país. Emitieron la alerta a través de sus redes sociales.
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La ruta de escape de Cobra, el policía que huyó con su familia a Inglaterra tras ser atacado por pandilleros
Después de sentirse abandonado por colegas y jefes, este policía vendió todo, compró boletos de avión para él y su familia y, al llegar a Inglaterra, pidió refugio.
La PNC reaccionó al mensaje catalogándolo como “inoportuno y atentatorio”. Aseguraron que mantienen constantes medidas de protección y “autoprotección” para su personal. Sin embargo, hasta el 17 de agosto, ya eran 14 los agentes asesinados en lo que va de 2018.
William Caravantes forma parte de ese grupo y con su muerte deja a cuatro niños en la orfandad. “Luchaba para sacar a sus hijos adelante, para que no se dedicaran a una carrera tan peligrosa como él tuvo que hacer”, sostuvo la hermana del policía.
En el cementerio hubo silencio después de sus palabras y el capellán de la PNC invitó a la familia a darle un último adiós al agente. Nadie fue capaz de contener las lágrimas. “Es como un ángel que me han quitado”, exclamó su madre entre sollozos.
Un policía que vestía de azul, como hacía Caravantes en su trabajo diario, se acercó a la madre y a la esposa del agente, abrazó a ambas mujeres y con la voz entrecortada les dijo: “Aquí vamos a estar siempre”. La esposa sostenía entre sus manos la bandera que entrega la PNC, la madre tenía una rosa blanca en su mano derecha. Minutos más tarde, con pala en mano, ese mismo agente ayudó a sepultar a su compañero. La madre de Caravantes lanzó la rosa que también quedó bajo tierra.