Cinco claves sobre las joyas robadas del Louvre
De la diadema de la emperatriz Eugenia al riesgo de perder historia: cinco datos esenciales sobre el robo de joyas imperiales en el Louvre.
Por
AFP
Publicado el 20 de octubre de 2025
Ocho joyas históricas fueron robadas del Louvre en una operación espectacular en París. Entre ellas había piezas de la emperatriz Eugenia, Napoleón III y María Antonieta. Con miles de diamantes, perlas y zafiros, estas obras son invaluables e imposibles de vender. Los expertos temen que sean desmontadas para revender sus piedras, lo que significaría perder fragmentos irrecuperables de la historia de Francia y de su patrimonio artístico.
El espectacular robo de joyas históricas en el museo del Louvre, en París, dejó al descubierto una parte invaluable del pasado francés. Entre las piezas sustraídas hay objetos que pertenecieron a emperatrices y reinas de Francia. Estas son cinco claves para entender la importancia de estas joyas.
1. Joyas con dueñas ilustres
Las piezas robadas cuentan más de dos siglos de historia y fueron usadas por algunas de las mujeres más poderosas de Francia. La diadema de perlas de la emperatriz Eugenia, obra del joyero Alexandre-Gabriel Lemonnier, fue creada poco después de su boda con Napoleón III en 1853. Era su accesorio favorito y aparece en varios retratos oficiales.
Según el historiador Pierre Branda, director científico de la Fundación Napoleón, era una de sus piezas más queridas: “Es la que llevaba casi todos los días en la corte y la que aparece en sus retratos oficiales. Le tenía mucho cariño”. Junto a la diadema, los ladrones también se llevaron la corona de Eugenia, pero la abandonaron durante la huida.
El collar y los pendientes de zafiros pertenecieron a la reina María Amelia, esposa del rey Luis Felipe I, y a la reina Hortensia, madre de Napoleón III. Según expertos, estas joyas podrían haber sido heredadas de la emperatriz Josefina o incluso de María Antonieta. También estaba el conjunto de esmeraldas, un regalo de boda de Napoleón I a su segunda esposa, María Luisa, realizado por su joyero oficial, François-Régnault Nitot.

2. Obras excepcionales
No solo tienen valor histórico, sino también artístico. Estas joyas fueron creadas por los grandes orfebres de la época —Nitot, Lemonnier y Bapst— y combinan diamantes, perlas y piedras preciosas.
El broche “relicario” de Eugenia, hecho por Bapst en 1855, tiene 94 diamantes, incluyendo dos con forma de corazón que pertenecieron al cardenal Mazarin y pasaron a Luis XIV. La tiara de la emperatriz contaba con casi 2.000 diamantes y más de 200 perlas. El collar de zafiros tenía ocho gemas azul oscuro y 631 diamantes, y el de esmeraldas, 32 esmeraldas y 1.138 diamantes, según el Louvre.
3. Tesoros que llegaron al museo hace poco
Aunque parecen piezas de otro tiempo, muchas llegaron al Louvre recientemente. De las ocho joyas robadas, siete fueron adquiridas después de 1985, incluidas algunas vendidas en la subasta de las joyas de la corona de 1887.
El conjunto de esmeraldas fue comprado en 2004 gracias al Fondo del Patrimonio y la Sociedad de Amigos del Louvre.
El collar de zafiros de María Amelia llegó en 1985, y la diadema y el broche de la emperatriz Eugenia se sumaron a la colección en 1992 y 2008.
4. Invaluables, pero imposibles de vender
El Ministerio de Cultura francés las considera de un “valor patrimonial inestimable”. Aunque su precio está documentado, los expertos aclaran que son “invendibles”: no pueden venderse legalmente en su estado actual, ya que están catalogadas y perfectamente identificadas.

5. El riesgo de que sean desarmadas
Los especialistas temen que las joyas sean desmontadas para revender sus piedras por separado. Si eso ocurre, el daño sería irreparable. “Si no se recuperan pronto, desaparecerán”, advirtió el historiador Vincent Meylan. “Podríamos perder fragmentos de la historia de Francia”, lamentó también Pierre Branda, de la Fundación Napoleón.
