CRÓNICA: La odisea de Isabel, la salvadoreña que junto a otros menores de edad cruzan México para llegar a EE.UU.
En el trayecto de El Salvador a Estados Unidos, Isabel ha pasado mucha hambre, ya que solo comía una vez al día. De acuerdo con el Gobierno mexicano, cerca de 43,000 migrantes menores de edad viajan solos a través de México.
Miles de personas provenientes en su mayoría de Centroamérica exponen cada año sus vidas atravesando México para encontrar una vida mejor en Estados Unidos, de entre las cuales cada vez hay más niños y adolescentes.
Julian Para Cortés, encargado del Centro de Atención al Menor Fronterizo (Camef) en la fronteriza ciudad mexicana de Matamoros, contó este domingo a Efe que en los últimos años se ha incrementado un 15 % el número de migrantes menores de edad.
La mayoría de los menores de edad que son atendidos en el Camef provienen de Honduras, Guatemala, El Salvador y Venezuela, países desde donde el año pasado han partido numerosas caravanas de migrantes para alcanzar suelo estadounidense.
Isabel, una salvadoreña de 15 años, no intentó llegar a Estados Unidos para reencontrarse allí con familiares, sino que emprendió el periplo para salvaguardar su integridad.
Cuenta con una tristeza inmensa en su rostro, que su vida iba bien hasta que su pareja decidió ingresar en una pandilla y todo se convirtió en un auténtico “infierno”.
Durante un tiempo, soportó maltrato físico y psicológico hasta que decidió huir de ese lugar.
En el trayecto de El Salvador a Estados Unidos, Isabel ha pasado mucha hambre, ya que solo comía una vez al día.
Además, narra con la voz quebrada que en México fue detenida por un policía pero su “coyote” (persona que le cobra a los migrantes para internarlos ilegalmente a un país) sobornó al agente para poder proseguir el camino.
Ya cruzando el municipio de Reynosa, en Tamaulipas, fue detenida por autoridades de migración quienes les solicitaron su documentación y al no contar con ella, fue bajada del autobús para posteriormente ser trasladada a un centro migratorio.
Isabel no quiere regresar a su tierra porque tiene miedo de que su expareja cumpla su palabra de asesinarla. Por ello, piensa en refugiarse en alguna ciudad de El Salvador lejos de la capital, San Salvador, donde dice que corre peligro.