José Antonio recuerda cómo desde pequeño debía trabajar con su padre agricultor para obtener más ingresos para su hogar. Ahora, él es un albañil con 18 años de experiencia y con dos hijos pequeños, que comienzan a aprender el oficio de su padre, sin dejar de lado su formación académica.
“Les está gustando, más o menos, porque uno ve las matadas que uno se pega en ese sol. Siempre les recalco que estudien, porque andar pisto es chivo, pero hay días que uno dice: ´mejor hubiera estudiado, pero como no quise´” reflexiona.
Uno de sus hijos tiene 14 y la más pequeña tiene 10.
Juan Gabriel (nombre ficticio) es el hijo de 14 años de José Antonio y es quien más trabaja con su padre como ayudante de albañil; carga materiales, rompe pisos y paredes.
“Es bueno aprender esto, por si acaso”, cuenta con timidez. Actualmente cursa sexto grado y su meta es continuar hasta terminar la educación media. Junto a él, trabaja Susana (nombre ficticio), su hermana de 10 años, durante los días que tiene libre de su jornada escolar. Ella es una niña que también está aprendiendo nociones básicas de la albañilería, pero sin dejar sus estudios porque sueña con ser chef.
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Según el último informe del Ministerio de Trabajo y Previsión Social, son 70,171 menores de edad que en El Salvador se dedican a algún tipo de trabajo, ya sea remunerado o no. Este informe está basado en la última Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (EHPM) realizada en el año 2023, desde entonces no hay otro dato oficial.
En comparación al año 2022, la EHPM registró 66,353 niños en condiciones de trabajo infantil. Es decir, hubo un aumento de 3,818 niños laborando hacia 2023.

“Es una cifra lo suficientemente alta como para prestarle atención desde todas las instituciones que conformamos el Sistema Nacional de Protección de Niñez, por ejemplo las instituciones del Estado, de la sociedad civil, organismos y cooperación internacional. Sí es una situación a la que hay que prestarle atención”, comenta Ludin Chávez, Directora de Operación de Programas de Save The Children, una organización no gubernamental internacional fundada en 1919 para defender los derechos de la niñez.
El Diario de Hoy recorrió distintos puntos de San Salvador donde observó y dialogó con niños y adolescentes sobre el trabajo que hacen. En los mercados no es difíciel encontrarlos. Expusieron que sus principales motivos para trabajar son económicos porque necesitan dinero para cubrir sus necesidades.
Pero también estudian, ya sea por la mañana o por la tarde y, cuando no, trabajan. Si bien, su derecho a la educación no se ve privado, más derechos como a la recreación, seguridad, sí se ven limitados.
La Ley Crecer Juntos detalla en su Artículo 87 que un menor de edad puede trabajar a partir de los catorce años. Excepcionalmente se permitirá que alguien menor a esa edad que trabaje, si reúne condiciones como: que el trabajo sea indispensable para su subsistencia, que no implique la realización de alguna de las peores formas de trabajo infantil, especialmente las previstas en el Convenio número 182 de la Orfanización Internacional del Trabajo (OIT).
La Ley también exige que los menores de edad que trabajan puedan ejercer plenamente sus derechos a educación, juego y recreación.
Los rubros donde hay más trabajo infantil son la agricultura, ganadería, caza y silvicultura, con un registro de 26,812 menores en 2023. Posteriormente se encuentra el comercio (formal o informal), hoteles y restaurantes, con una cifra de 22,489.
La mayoría son del área rural, el 65.8 %, que equivale a 46,172 menores.
Las causas
El trabajo infantil en El Salvador se da por varias causas, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), como la pobreza, contribuir económicamente al hogar, falta de acceso a la educación, entre otras.
Chávez, de Save The Children, asegura que esta situación también se origina a partir de otros factores estructurales como la pobreza, pero también por patrones culturales.
“Todavía hay que trabajar en el desmontaje de paradigmas que tenemos como familias, comunidades e instituciones. Vemos como de forma romantizada el hecho de: “yo trabajaba de sol a sol y aquí estoy, tengo una familia y demás”, agrega.

Chávez destaca no toda tarea que hace un menor de edad cuenta como trabajo infantil. Asegura que es de vital importancia que los niños aprendan, por ejemplo labores domésticas, para el correcto desarrollo en la vida.
“Cuando (el niño o niña) ve limitado el ejercicio de sus derechos, se puede considerar como trabajo infantil”, explica la especialista. Un solo derecho, ya sea acceso a la educación, salud, vida digna, entre otros que se vea privado del menor de edad, este ya forma parte del trabajo infantil, asegura.
Según ACNUR, los menores que trabajan pueden generar efectos psicológicos, como altos niveles de estrés a temprana edad, bajo nivel de autoestima y falta de esperanzas en su futuro.
Durante el año 2023 se registraron 50,507 menores de edad que se exponían a un trabajo peligroso, lo que representa un 71.9% del total de niños que realizan trabajo infantil.
La Organización Internacional del Trabajo asegura que los menores que se expongan a un trabajo infantil peligroso constituye un alto riesgo debido a que sus cuerpos y mentes todavía están en desarrollo, son más vulnerables y las consecuencias de llevar a cabo trabajo peligroso a menudo son más devastadoras y duraderas.
“Los traumas que ellos viven pueden ser por los tipos de trabajo a los que estén expuestos. En muchas ocasiones hay abusos, maltrato físico, psicológico. Este trauma se ve cuando ellos ya son adultos”, explica la psicóloga especializada en niños, Rebeca Sánchez.
La profesional en salud mental expone que muchos niños trabajan por querer ayudar a sus padres en la precaria situación económica que pueden atravesar. Esto genera un desgaste y presión emocional por realizar un trabajo que no es el adecuado a su edad. “Ellos pueden estar en la calle trabajando, pero no es lo mismo que estar en un ambiente armónico en familia”, dice.
Sánchez resalta que los menores y sus familias que están expuestos a estas situaciones vulnerables tampoco tienen la capacidad económica de acceder a servicios de salud de calidad, de salud mental, para comprender lo que implica que una persona menor de edad trabaje, lo que hace másl la erradicación de estos patrones culturales.

Niñas en labores domésticas invisibilizadas
Las niñas de 9 a 14 años han sido involucradas en labores de cuido de hermanos o familiares menores, y abuelos o adultos mayores que puede quedar en un subregistro de las cifras oficiales de trabajo infantil que existen, asegura Ludín Chávez, de Save The Children.
“Como probablemente no asisten a otro lugar, ni reciben ningún tipo de remuneración por ello, están invisibilizadas de las estadísticas. Hace falta una mirada hacia el sistema de cuido”, detalla.
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Identificar que una niña se queda en casa para ejercer labores de cuido, el tiempo y esfuerzo que las menores dedican al trabajo de cuidados y dejan de lado el sistema de educación.
Las labores de cuidado de una persona no tienen un horario, explica Chávez, pues es una tarea constante de estar pendiente de todo el día. Esto contrasta con lo que especifica la Ley Crecer Juntos, en la cual en el artículo 90 donde establece que la jornada de trabajo de menores de 16 años de edad no debe exceder las seis horas por día y 34 semanales.
Chávez detalla que la migración de padres y madres es una de las principales causas por las que las niñas se quedan en trabajos de cuidados de otros familiares menores o adultos de la tercera edad.
Según el último informe del Ministerio de Trabajo sobre trabajo infantil, se tiene un registro general que en 2023 1,673 menores de edad se dedicaron a trabajos de “Hogares con servicios domésticos”, sin embargo se desconoce cuántos son niños y niñas, y también si reciben una remuneración por este tipo de trabajo.
“Todo esto, de alguna manera, va limitando el ejercicio de los derechos (de los niños). Cuando la actividad que realiza le priva a la niñez de acceder a su categoría de derechos” finalizó.