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Enrique Alejo, un cubano con corazón salvadoreño homenajeado por ASOSAL

Durante el 34 aniversario de la Asociación de Salvadoreños en Los Ángeles, se reconoció el legado humanitario de Enrique Alejo, un empresario cubano que abrazó con amor la causa de la comunidad migrante.

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Por Abigail Parada
Publicado el 20 de abril de 2025


Por décadas, el nombre de Enrique Alejo ha estado ligado a la comunidad centroamericana en Los Ángeles, especialmente a la salvadoreña. En el marco de la celebración del 34 aniversario de ASOSAL, su historia de solidaridad, emprendimiento y amor por las raíces fue reconocida con uno de los Lenca Awards, un galardón que honra el compromiso con la cultura y la identidad.

Nacido en Cuba, Alejo llegó a Estados Unidos el 30 de noviembre de 1961, con tan solo unos años de vida y una maleta cargada de sueños. Lejos de su país, como tantos migrantes latinoamericanos, buscó abrirse camino en un país nuevo sin renunciar a la nostalgia por su tierra. 

En 1966 inauguró su primera tienda en un lugar emblemático para la comunidad centroamericana: la esquina de la Vermont con la Calle 9.

A ese pequeño local lo llamó “Liborio”, en honor al nombre popular que simboliza al campesino cubano, sinónimo de humildad. Pero más que un negocio, Liborio se convirtió en un refugio cultural. Allí se encontraban productos nostálgicos que evocaban los sabores, colores y memorias de los países de origen de miles de migrantes. 

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Alejo no solo vendía productos, ofrecía consuelo, recuerdos y calidez humana.

Su filosofía empresarial fue siempre atender con respeto y amabilidad. Él mismo solía atender a los clientes y exigía a su equipo un trato digno y humano. 

Gracias a este enfoque, su negocio floreció hasta convertirse en una cadena de supermercados que marcó historia en la diáspora centroamericana.

Pero el verdadero legado de Enrique Alejo no se cuenta solo en cifras comerciales, sino en los lazos profundos que tejió con la comunidad salvadoreña. 

“Recuerdo haber probado pupusas en Cuba desde pequeño”, solía decir. Esa atracción inicial por la gastronomía se transformó con los años en una genuina amistad, solidaridad y acción concreta. 

En 2007, su apoyo fue clave para que, junto a la Cámara de Comercio Salvadoreña, se estableciera un récord Guinness al cocinar la pupusa más grande del mundo.

Esa misma entrega fue reconocida en 2008, cuando se convirtió en uno de los pilares fundamentales para hacer posible que la banda musical “Nuestros Ángeles de El Salvador” viajara al Desfile de las Rosas en Pasadena. 

Con su respaldo, jóvenes salvadoreños lograron representar por primera vez al país en este icónico evento internacional.

“El señor Alejo siempre nos dijo que lo hacía de corazón. Nunca pidió reconocimiento, solo deseaba ver feliz a nuestra gente”, recuerda Teresa Tejada, directora ejecutiva de ASOSAL. “Fue por eso que este año, en nuestro aniversario, quisimos entregarle un Lenca Award. Porque aunque no nació en El Salvador, se convirtió en uno de los nuestros”.

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El premio Lenca, que lleva el nombre de uno de los pueblos originarios de la región oriental del país, busca precisamente reconocer ese vínculo entre identidad, cultura y servicio a la comunidad. 

Enrique no solo ha sido querido en el exterior, su labor humanitaria también ha dejado huella en el país al colaborar en la construcción de tres clínicas médicas en San Isidro, Cabañas; El Piche, La Unión; y San Vicente. En reconocimiento a esta labor, la Asamblea Legislativa lo declaró “Amigo Meritísimo de El Salvador” y la Universidad Panamericana le otorgó un título honorario por su aporte humanitario.

Aunque la cadena de supermercados Liborio ya no existe, su recuerdo vive en la memoria de quienes alguna vez encontraron allí un pedacito de su tierra. 

El homenaje a Enrique Alejo fue uno de los momentos más emotivos de la celebración de ASOSAL. En palabras de Tejada, “su historia representa lo mejor de nuestra comunidad, la solidaridad sin fronteras, la hermandad latinoamericana y el poder transformador del amor al prójimo”.

Hoy ASOSAL mira hacia el futuro con nuevos líderes, pero no olvida a quienes construyeron los cimientos de la esperanza.

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