El brigadier salvadoreño y el avión japonés de buena voluntad
En 1939, dos periódicos japoneses decidieron patrocinar un avión que volara por todo el planeta, en momentos en que estallaba la Segunda Guerra Mundial.
En 1937, en Tokio se tomaron varias decisiones importantes respecto a la participación del Imperio del Sol Naciente en la coronación del monarca británico Jorge VI. Los regalos del emperador Hirohito fueron remitidos por barco, pero también el periódico Asahi Shimbun decidió enviar una delegación en un avión de última generación: el monoplano biplaza Mitsubishi Ki-15, bautizado Kamikaze o Viento Divino. A su mando estaba el experimentado piloto de 24 años Masaaki Iinuma, acompañado por Kenji Tsukagoshi, un anglo-japonés de 38 años, quien asumió las funciones de ingeniero de vuelo, operador de radio y navegante. Ellos volaron entre los aeropuertos de Tokio y Londres entre el 6 y el 9 de abril de 1937, con una ruta que, en apenas 51 horas y 19 minutos de vuelo por 15,400 kilómetros, los llevó por Taipéi, Hanói (Vietnam), Vientián (Laos), bahía de Bengala y el norte de la India hasta Karachi, Basora y Bagdad (Irán), Atenas, Roma, Le Bourget (París) y Croydon (Londres).
Con un vuelo así, la aviación japonesa mostraba sus grandes avances aeronáuticos, tanto dentro de sus fronteras, como hacia otros destinos asiáticos y europeos. Por ello, un diario competidor, el Osaka Mainichi Shimbun, decidió patrocinar el vuelo de un bimotor reconvertido para un trayecto mucho más extenso. La intención clara era establecer una circunnavegación del planeta iniciada desde el Extremo Oriente, para así promover al Japón como una nación dedicada a la paz y al progreso.
A juicio de esos empresarios de medios japoneses, así lograrían que se batiera el récord establecido entre el 6 de abril y el 29 de septiembre de 1924 por la flotilla de cuatro aeronaves que, como parte del servicio aéreo de la Armada estadounidense, le dio la vuelta al mundo en 333 horas de vuelo, 74 escalas y 44340 kilómetros. Para evitar el vuelo de esas aeronaves sobre su territorio y que sus instalaciones militares fueran examinadas o fotografiadas, Japón autorizó una ruta bastante compleja para los estadounidenses.

Con fondos proporcionados por el Osaka Mainichi Shimbun y su socio Tokyo Nichi Nichi Shimbun se gestionó otro Mitsubishi, construido en Nagoya como una versión del bombardero medio G3M2, con dos motores radiales Mitsubishi de 900 caballos de fuerza. El 3 de agosto había sido bautizado Nippon y se le otorgó la matrícula J-BACI.
El Nippon partió el viernes 25 de agosto de 1939 del aeropuerto Haneda (distrito de Kamata, Tokio), en una desesperada acción para mostrarle al mundo que el imperio japonés no buscaba ser parte de una guerra global, a pesar de su expansionismo militar y el colonialismo sociopolítico y cultural desplegado desde inicios de la década de 1930 en diversos archipiélagos y territorios continentales de Asia y el Pacífico sur. Como parte de la propaganda de ese histórico vuelo, el imperio japonés organizó la impresión a color de afiches y tarjetas postales, así como la composición de la música y redacción de la letra de un himno para saludar a los intrépidos pilotos.
El gobierno salvadoreño fue informado de la llegada del Nippon, desprovisto de armas y cámaras fotográficas, gracias a un escrito remitido el miércoles 5 de julio de 1939 por Yoriyoshi Saita (1891-¿?), encargado de negocios ad-interín en la Legación del Japón en San Salvador. Él ya había sido segundo secretario intérprete de la Legación japonesa en Montevideo (Uruguay), vicecónsul en la ciudad de México (1932-1933) y en Panamá (1935-1936).
Esa misión nipona estaba compuesta por dos aviadores vinculados con la compañía Manchuria Airlines: Sumitoshi Nakao (1904-¿?) como capitán y piloto, con el copiloto Shigeo Yoshida (Hawaii, 1907-1943. Falleció al estrellarse el bombardero japonés que volaba sobre Indonesia), los radioperadores Chosaku Yaokawa y Nobusada Sato, los ingenieros de vuelo y mecánicos Hajime Shimokawa e Hiroshi Saeki, el periodista y embajador de buena voluntad Takeo Ohara (Osaka, 1892-¿?, era el jefe del Departamento Aeronáutico del periódico Osaka Mainichi Shimbun y escribiría un libro acerca de ese histórico vuelo) y el pasajero Ichitaro Takata (Kobe, 1888-¿1970?, entonces corresponsal en Estados Unidos y después editor adjunto del periódico Tokyo Nichi Nichi Shimbun).

Experto en vuelos, el capitán Nakao era considerado el mejor piloto civil de Japón, por lo que el régimen de Hitler lo designó como uno de los dos capitanes que llevaron sendas aeronaves Heinkel desde Berlín hasta Tokio, en abril de 1938. Después de la Segunda Guerra Mundial, realizó vuelos de espionaje sobre la Unión Soviética y China para las tropas estadounidenses.
Mientras el Nippon surcaba el cielo en el día inicial de septiembre de 1939, las tropas nazis asaltaban por tierra y aire a Polonia y provocaban el estallido de la Segunda Guerra Mundial. A una velocidad promedio de 225 kilómetros por hora, el Nippon voló desde Tokio a Nemuro (Hokkaido), Sapporo, Nome (Alaska), Fairbanks -donde tuvieron que aterrizar por el mal clima, que les impidió hacerlo en Whitehorse-, Vancouver, Seattle, Los Angeles, San Diego, Kansas City, Chicago, New York, Washington, D. C., Miami, La Habana y San Salvador. El avión y su tripulación arribaron al aeródromo de Ilopango en el undécimo día de su trayectoria.
Para entonces, la Legación japonesa en la capital salvadoreña era la encargada de coordinar las actividades de recepción del Nippon en Costa Rica, donde su contacto era el ingeniero agrónomo Jyoho Kawakubo, director técnico dedicado entre 1937 y 1941 a cultivar cientos de manzanas de algodón en los campos experimentales de Barranca y El Cacao de Alajuela, al servicio de la Federación de Exportadores e Importadores Japoneses para América Latina. Sin embargo, el señor Saita ya no encabezaba a esa oficina diplomática en San Salvador, pues salió del país el sábado 2 de septiembre de 1939, para asumir como primer cónsul japonés de carrera en Barcelona (1939-1940), y después en Palestina-Transjordania, con residencia en Beirut (1941).
En San Salvador, el piloto Nakao y los señores Ohara y Takata fueron recibidos en breve audiencia privada por el presidente y brigadier Maximiliano Hernández Martínez, en el Salón de Honor de Casa Presidencial, en el barrio de San Jacinto. Para ellos fue un alto honor conocer y saludar al gobernante que cinco años antes reconoció al Imperio de Manchukuo. No hubo medios invitados a la ceremonia y de la visita de esos embajadores de buena voluntad no quedó registro fotográfico oficial. Sólo hubo un par de leves menciones en las memorias anuales de los ministerios de Relaciones Exteriores y de Defensa.
En esos momentos, al dictador teósofo de El Salvador no le interesaban mucho las visitas exóticas, porque, a pesar de que el imperio japonés había entablado relaciones diplomáticas con El Salvador en junio de 1935, la negociación de un tratado comercial con el Imperio de Manchukuo estaba estancada desde agosto de 1938 y la economía nacional, aunque presentaba un leve superávit, se encontraba todavía resentida por la crisis internacional desde 1929 y la acuciante falta de mercados para exportar café y otras materias primas.

La tripulación del Nippon descansó esa noche en la capital salvadoreña. Al día siguiente, continuó su ruta aérea, con destinos en la Zona del Canal de Panamá (con lo que evitaron descender en la capital costarricense), Guayaquil, Lima, Arica, Santiago, Mendoza, Buenos Aires, Montevideo, Sao Paulo, Río de Janeiro y Natal (Brasil), Dakar, Agadir, Casablanca y Villa Cisneros (ahora ad-Dajia, en la región de Río de Oro, Marruecos) y Sevilla.
El Nippon aterrizó al mediodía del lunes 9 de octubre en el aeródromo sevillano Tablada. A bordo se había sumado Kuyosama Gitaro, representante de los dos diarios japoneses patrocinadores del vuelo. A la misión la llegó a recibir Makoto Bano, ministro de Japón ante el gobierno nacionalista asentado en Burgos y presidido por el general golpista Francisco Franco Bahamonde. En su discurso durante la fiesta típica andaluza que les fue ofrecida, el diplomático nipón elogió al fascismo reinante y también recordó al peregrino cristiano Kokuemon "Pedro Francisco" Hasekura, quien en octubre de 1613 salió de Japón rumbo a la Nueva España y desembarcó en el puerto de Sanlúcar de Barrameda el 5 de octubre de 1614, para después dirigirse a Madrid, Barcelona y Roma.
Tras visitar Madrid y dirigirse a Roma, los tripulantes del Nippon embarcaron a M. Maeshiba -corresponsal del Tokyo Nichi Nichi Shimbun en Varsovia (Polonia)- y le encomendaron a Takeo Ohara que redactara y enviara un mensaje cablegráfico de saludo al pueblo francés. En sus dos días en la capital italiana -que finalizaron el viernes 13, con la salida hacia el mar Egeo-, colocaron una corona en la Tumba del soldado desconocido y le rindieron homenaje al fascismo italiano en la llama votiva encendida frente al Palacio Littorio. Japón todavía veía a los regímenes de Italia, El Salvador y Alemania como aliados en contra de la Sociedad de las Naciones y de la hegemonía estadounidense.
Mientras volaban sobre el cielo italiano, el creciente teatro de operaciones bélicas en Europa obligó a los tripulantes del Nippon a interrumpir su proyecto inicial de recorrer más de 58,000 kilómetros y 30 naciones, por lo que ya no pudieron llegar a París, Londres, Berlín, Jodhpur (India), Burma, Thai (Siam) y la Indochina francesa. Desde Roma, desviaron su ruta hacia la isla griega de Rodas, Siria, Ankara, Calcuta, Karachi, Bangkok y Taihoku (Formosa, ahora Taiwán).
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Su viaje de circunvalación terrestre concluyó en el aeropuerto tokiota de origen, a las 13:34 horas locales, el viernes 20 de octubre de 1939, con el nuevo récord de 56,200 kilómetros recorridos en 56 días y 195 horas de vuelo. Ataviados con trajes occidentales y corbatas, los tripulantes del Nippon fueron recibidos por más de 300,000 personas que portaban banderas del Sol Naciente y que los acompañaron en un desfile triunfal por las calles de Tokio.
Cuando el Nippon tocó tierra en su punto inicial, la dictadura martinista salvadoreña se encontraba inmersa en trazar su tercera etapa con la reciente elección manipulada del gobernante de las aguas azules. A su juicio, "la guerra europea podría tener repercusiones en la vida económica del país", por lo que consideraba que era "deber de los poderes públicos dictar medidas encaminadas a contrarrestar en lo posible los daños que la economía nacional pudiera sufrir a consecuencia de dicho conflicto armado". Entre sus primeras disposiciones emitió un decreto ejecutivo y fundó un Consejo Económico Consultivo, que controlaría las importaciones y exportaciones de mercaderías en los siguientes años. A lo lejos, todavía no aparecía su involucramiento aliado en la Segunda Guerra Mundial, ni el rompimiento de las relaciones diplomáticas con Japón durante once años ni la captura de varios súbditos nipones y su entrega a las autoridades estadounidense, que los internaron por varios años en campos sureños de detención.

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