En el cantón Primavera en el departamento de Santa Ana, florece una historia poco común, tejida con espinas, paciencia y amor por lo inusual.
Francisco Baños, un salvadoreño de 57 años, es el orgulloso dueño de una de las colecciones de cactus más impresionantes del país. Con más de 600 especies distintas, su jardín no solo es un espacio de cultivo, sino también un santuario de resiliencia, donde cada planta cuenta una historia, y donde cada espina ha sido una maestra silenciosa de vida.
Todo comenzó hace más de tres décadas, el 28 de agosto de 1990, cuando un amigo le obsequió un pequeño cactus en un vaso desechable.
“Mi profesión es agrónomo. Cuando salí de agrónomo de la Escuela Nacional de Agricultura, en 1990, un compañero me regaló un cactus, en un vasito. Era una opuntia u oreja de Mickey, como le llaman la gente”, recordó Francisco con una sonrisa serena. “A partir de ahí empecé a reproducirla en depósitos reutilizables, como un pasatiempo y como adornos en la casa”, agregó
LEE TAMBIÉM: Los mejores destinos turísticos para sorprender a mamá en su día especial
Aquel pequeño detalle creció, literalmente, hasta transformarse en un jardín seco de colores, formas y texturas. Hoy, su vivero se ha convertido en un punto de referencia para los amantes de los cactus —los llamados cactófilos— tanto dentro como fuera de El Salvador.
“Intercambiamos entre coleccionistas de cactus. Hacemos amistades entre cactófilos aquí en el país o fuera de él. Intercambiamos semillas o algunas veces plantas. Es como un trueque lo que hacemos”, cuenta Francisco, con el orgullo de quien ha invertido años en construir algo único.

Cada rincón donde se encuentra la valiosa colección está cuidadosamente diseñado para crear las condiciones óptimas de luz, temperatura y humedad para las distintas especies. Hay desde cactus diminutos que caben en la palma de una mano hasta grandes espinosos que impactan con su belleza.
La diversidad es abrumadora: Mammillarias, Ferocactus, Echinopsis, Astrophytum, Opuntias, Gymnocalycium, por mencionar solo algunas.
Especies resilientes
Vale mencionar que además de su impresionante colección, Francisco cuenta con un vivero, que se ha convertido en su negocio .
Sin embargo, más allá del aspecto botánico, lo que verdaderamente distingue a este salvadoreño es la filosofía que ha construido alrededor de sus cactus.
“Somos resilientes. Yo me adapto a los cambios. Si está haciendo calor o frío tiendo a resistirlo. Me identifico con los cactus porque realmente yo puedo estar acá (en el vivero o en la colección) sudando y todo lo demás”, afirma Francisco mientras señala una planta con una flor rosa encendida en medio de espinas.
Esa comparación no es solo una metáfora bonita: es un retrato fiel de su propia historia.

En 2020, en plena pandemia de COVID-19, Francisco tomó una de las decisiones más importantes de su vida: renunció a su empleo formal en una entidad no gubernamental para dedicarse por completo a sus cactus.
“Durante mucho tiempo me dedicaba a los cactus solo los fines de semana. Luego vino la pandemia y fue en el 2020 que la cuestión se puso más complicada. Estaba trabajando de consultorías, me salí de trabajar por el temor que se tenía y me dediqué al 100% a los cactus”, comentó Francisco.
TE INTERESARÁ: Los mejores destinos turísticos para sorprender a mamá en su día especial
Desde entonces, su vivero no solo creció en tamaño y especies, sino también en propósito. Con el tiempo, abrió una sala de ventas ubicada en la carretera al lago de Coatepeque, uno de los destinos turísticos más visitados del país. Allí, los visitantes pueden adquirir cactus de todos los tamaños y aprender sobre su cuidado, pero también pueden escuchar a su propietario hablar con una pasión contagiosa sobre lo que él considera "las obras maestras de Dios".

“Son plantas de Dios”
A pesar de que muchas personas asocian los cactus con supersticiones —que traen mala suerte, que absorben energías negativas o que representan soledad— Francisco desecha tales creencias.
“Para mí, son plantas de Dios. Él las creó para divertirse, para reproducirse, para disfrutarlas. En ningún momento yo las asocio a cuestiones extrañas. Y dan su satisfacción visualmente y económicamente muchas veces”, dijo Francisco, mientras muestra especies que crecen bajo el sol de mediodía.
A lo largo de los años, este apasionado de los cactus ha visto cómo la demanda de este tipo de plantas ha crecido, en parte por su resistencia y belleza exótica, pero también por su simbolismo. “Muchas personas me dicen que un cactus les recuerda que pueden soportar tiempos difíciles. Otros simplemente se enamoran de sus formas. Y eso está bien. Cada quien tiene su conexión”, explica.

Con más de 30 años de experiencia, Francisco no planea detenerse; su pasión por este tipo de plantas cada día crece más.
“Mi idea es ir creciendo más y más, nunca obstaculizarme. El problema es que ya no da el terreno. Tendría que botar algunos árboles frutales para hacer otras galeras. Entonces, ya solo me mantengo con esto”, comentó.
Mientras tanto, en su vivero y en su colección, las espinas siguen creciendo, desafiando el calor, el tiempo y las adversidades, como un reflejo perfecto de su cuidador. Porque en cada cactus, hay una historia de lucha, de espera, y de florecimiento. Y en Francisco Baños, hay un alma que aprendió a florecer entre espinas.
MÁS SOBRE ESTE TEMA
KEYWORDS
Botánica Coleccionismo Coleccionista Salvadoreño Entretenimiento Trends Ver Comentarios