Cualquiera hubiera dicho que con los avances tecnológicos y los streamings (contenidos multimedia en línea) morirían los discos de vinilo y los compactos de audio y video, pero en El Salvador y muchos otros países los celosos coleccionistas se resisten a hacerlo.
Anónimos entre el común de la gente caminan decenas y hasta cientos de coleccionistas de ambos dispositivos, pero también de casetes, cartuchos y carretes de películas.
Un grupo de estos "arqueólogos" de la cultura digital, dirigido por Melvin Urbina, se reúne los sábados de 10:00 am. a 1:00 p.m. en Mr. Donut de Metrosur, en el bulevar de Los Héroes, donde intercambian discos originales de colección, desde Jim Morrison hasta Beethoven, desde José Feliciano hasta Mozart, desde Shakira hasta Bach, desde Ray Conniff hasta Sal Solo y su música electrónica religiosa, pero sobre todo los "oldies but goodies" de los años 50, 60 y 70.
Este grupo comenzó a reunirse hace cinco años en otro restaurante de la Alameda Juan Pablo II, pero la pandemia del covid-19 los atrincheró. Ahora han vuelto a intercambiar discos, compartirlos o simplemente hablar de música.

Esto es significativo porque, mientras muchos apuestan que los streamings de música en línea se expanden, los coleccionistas acarician las fundas de los discos de larga duración (long play, LP) o de los discos compactos (CD), pero también las cintas de casetes y hasta los efímeros cartuchos, más usados en radio para anuncios comerciales.
"Este es un mundo aparte de diversión, aventura, magia", destacó Urbina, quien dijo que también coleccionan revistas de música y hasta películas en formato VHS. Muchos de ellos conservan los viejos "tocadiscos" de vinilos o los reproductores de VHS, pero casi nadie las películas en formatos de vinilo que surgieron a principios de los 90.
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Este fenómeno no es exclusivo de El Salvador. En Berlín o Los Ángeles, específicamente en Hollywood, sobresalen las tiendas de nostálgicos LP o CD y DVD, con precios que van desde cinco hasta cien dólares.
¿Por qué este "retroceso"?, dirán algunos.
Porque estos dispositivos almacenan joyas del arte que se pueden conservar y escuchar cuando cada quien quiere. En cambio, los streamings no tienen toda la música y muchas veces la retiran.

Es decir, los coleccionistas quieren tener la música en su haber, no depender de si un éxito está en línea, pero sobre todo estar seguros de que un día no habrá una falla que acabe con todo lo que está guardado "en la nube". Necesitan sentir que la música "es suya".
Lo mismo sucede con las películas originales.
"Los formatos cambian, pero la música no se pierde", señaló uno de sus "rescatistas", Ángel Rodríguez, quien considera que la nostalgia es el motor de estas "regresiones" al pasado, por lo que incluso en las bandas sonoras de las películas se incluye música que conecta a la gente con su niñez o su juventud.
Otro hecho significativo es que estos coleccionistas no poseen o intercambian música de reguetón o que consideran de "doble sentido", pues piensan que hay que fomentar la cultura musical y no las relaciones prematuras o irresponsables entre jóvenes, el machismo o la degradación de la mujer.
El caso es que la buena música perdurará en streamings, CD, casetes, DVD u otros formatos, pero sobre todo en las mentes y corazones de la humanidad sensible.