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El día (1923-1934). Centenario de la fundación de un diario intelectual salvadoreño

En la actualidad, en El Salvador sólo hay una colección completa de este medio impreso. Sus valiosas páginas necesitan una urgente digitalización y difusión mediante internet.

Por Carlos Cañas Dinarte | Jul 01, 2023- 06:00

Dr. Víctor Rafael Castro Ramírez y su esposa María Llerena Peláez.

En 1922, los intelectuales Dres. Julio Enrique Ávila y Dr. Rafael Víctor Castro, Juan Ramón Uriarte, Miguel Ángel Espino, Manuel Andino, Juan Felipe Toruño y otros establecieron en San Salvador la sociedad anónima Centro Editorial Salvadoreño, dueña de la imprenta capitalina La república (establecida en 1895) y del periódico El día, iniciado en 1923, pero cuya carta de presentación, suscrita por Andino, fue difundida con varios meses de antelación, en procura de colaboradores pagados.

El día fue un diario vespertino, de cuatro páginas en formato estándar inglés, anunciado por voceadores en las calles, plazas y parques de San Salvador y otras ciudades cercanas. Trabajaron en la redacción los poetas Vicente Rosales y Rosales, Juan Felipe Toruño, Manuel Andino y Quino Caso, mientras que en su plana de colaboradores contó con decenas de intelectuales salvadoreños y centroamericanos, residentes dentro y fuera del país, como José Valdés, Carmen Brannon de Beers (residente entonces en Nueva York, después fue conocida por su alias Claudia Lars), Mercedes Quintero (con su alias Alma Flor), Gilberto González y Contreras, Alberto Guerra Trigueros, Francisco Herrera Velado, León Sigüenza, etc.

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El joven escritor Miguel Ángel Espino fungió como administrador del Centro Editorial Salvadoreño, a la vez que servía como corrector de pruebas y redactor. En aquellos tiempos iniciales del diario, los directores fueron el doctor Rafael Víctor Castro Ramírez, Manuel Andino y Alberto Masferrer.

Carta de invitación para colaborar en El día, enviada por Manuel Andino al intelectual hondureño Froylán Turcios. / Uno de los anuncios innovadores usados por ese vespertino salvadoreño para promover a los comercios nacionales y locales.

El principal impulsor de todo el sistema de ediciones de medios y libros que representaba el Centro Editorial Salvadoreño fue el Dr. Rafael Víctor Castro Ramírez, médico y cirujano, hermano del abogado Dr. Manuel Castro Ramírez p. y del presbítero Dr. Francisco Castro Ramírez. Nacido en Jucuapa, Usulután, el 18 de diciembre de 1878, fue hijo del Dr. Baltasar Castro Palacios (1839-1909) y de María de los Ángeles Ramírez. El 12 de agosto de 1905, en el templo capitalino de La Merced contrajo nupcias con María Llerena Peláez (1888-San Salvador, 22/11/1930), en una ceremonia presidida por el obispo de San Salvador, doctor Adolfo Antonio Pérez y Aguilar. En ese hogar procrearon a Concepción -fallecida al nacer- y a María, nacida en 1909 y quien el jueves 18 de abril de 1940, en una ceremonia desarrollada en Roma, tomó los votos dentro de la comunidad religiosa de María Reparadora del Santísimo. El Dr. Castro Ramírez falleció en San Salvador, a las 05:00 horas del martes 6 de septiembre de 1932, en su casa del barrio capitalino de San José y con asistencia médica de su cuñado Dr. Carlos Llerena, quien poco pudo hacer para frenar la angina estrepto-diftérica que lo aquejaba. Director de la revista Próceres (San Salvador, 1911-1912), tras su muerte apareció el primer tomo de Páginas históricas (San Salvador, Biblioteca Próceres, 189 págs.), un volumen recopilatorio de sus reconstrucciones documentales del período independentista centroamericano.

Vuelto a El Salvador en 1922 tras residir algún tiempo en Estados Unidos, el unionense Napoleón Viera Altamirano colaboró con El día y Patria, ambos dirigidos por Alberto Masferrer. Desde esas tribunas, comenzó a incidir en la opinión con temas dedicados a la modernización del Estado, la electrificación nacional, la creación de diversos tipos de universidades, la urgencia de la libertad de empresa y de nuevas políticas económicas para el progreso nacional y el énfasis en la integración regional centroamericana.

Años más tarde, esas ideas, unidas a las de otros, posibilitaron las fundaciones de la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL), de la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA) y de la Facultad de Economía de la Universidad de El Salvador.

Entre las apuestas de El día en cada uno de sus números figuraron colocar frases de reflexión en la parte superior de cada una sus páginas, contar con artículos de fondo y colaboraciones literarias de alto nivel crítico y desplegar un diseño publicitario atractivo y sugerente, a tono con las corrientes mundiales. Así, combinaron los clichés metálicos de las campañas internacionales con anuncios de factura local, influidos en gran parte por el Art Nouveau y las vanguardias estéticas de la posguerra europea.

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En la mañana del jueves 31 de enero de 1924, el dramaturgo y dentista Dr. José Llerena hijo dio lectura a La nueva cultura, el discurso preparado por Masferrer para la solemne ocasión en que la Universidad de El Salvador le otorgó el grado de académico honorario (ahora doctor honoris causa) y que fue divulgado, esa misma tarde, por las páginas de El día. Después de esa lectura -hecha porque Masferrer estaba convaleciente de neuritis nerviosa y estaba postrado y mudo, de forma temporal-, le fue entregado el diploma que lo acreditó como académico honorario (doctor honoris causa) del Alma Mater nacional, designado desde el martes 11 de septiembre del año anterior. La nueva cultura impresionó tanto entre la intelectualidad local e internacional, que el discurso le fue solicitado por la revista neoyorquina La nueva democracia (fundada en 1920) para divulgarlo en esa urbe estadounidense, a la vez que el Centro Editorial Salvadoreño ofreció a sus lectores publicar una revista con el mismo título, dirigida por Masferrer, pero que jamás circuló.

El domingo 13 de enero de 1924, Alice Lardé Arthés de Venturino, Francisco Gavidia, Alfredo Espino, Pedro Salvador Fonseca, Rafael Víctor Castro, Francisco Miranda Ruano y otros intelectuales tomaron parte en una fiesta campestre cerca de San Salvador, en homenaje al poeta y dramaturgo José Llerena hijo, debido a la reciente publicación de un libro y a la representación de una de sus piezas dramáticas por una compañía internacional. Ofrecida por Gavidia, la jornada transcurrió entre comidas, bebidas y diversas lecturas literarias.

En cada una de sus páginas, el vespertino publicaba lemas dedicados a temas críticos, reflexivos e históricos. / Anuncio publicado por El día para promover la cerveza El rey (después Regia), de La Constancia.

A partir del sábado 10 de mayo de 1924, Masferrer se hizo cargo de la sección Información extranjera, de El día. Después, le cambió el nombre por Crónica mundial. Hombres y cosas, ideas y sucesos, la cual divulgó por poco tiempo, amparado tras el seudónimo R. Leyton.

A fines de junio de 1927, Masferrer se encontraba muy enfermo, aunque eso no le impidió continuar con sus entregas de materiales para el diario. Sin embargo, la enfermedad siguió su curso devastador, lo que lo obligó, el martes 28 de junio, a salir con rumbo a la ciudad de San Vicente, en busca de recuperar la salud perdida. En esa localidad paracentral salvadoreña, su hermana Nela Mónico era directora de un kindergarten, lo cual le permitió contar con un apoyo económico seguro mientras se reponía en los salones y corredores de una amplia casa, donde completó la redacción de su libro Ensayos y figuraciones sobre la vida de Jesús (San Salvador, Tipografía La Unión, 1927, 195 págs.), titulado antes Estudios sobre la vida y doctrina de Jesús y que había sido divulgado desde abril de 1923 por El día.

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El sábado 2 de julio de 1927, las páginas de El día ofrecieron a su público lector el capítulo V —La muerte del naranjo— de un nuevo libro de Masferrer, titulado El alma del naranjo. Las entregas no continuaron y, pese a que la obra fue terminada, aún continúa desaparecida e inédita.

En la primera semana de junio de 1927, en las páginas del vespertino, el fabulista y diplomático nacional León Sigüenza (1895-1942) publicó cuatro deliciosas narraciones de tipo fabulesco y de profunda crítica política. Las tituló Don Zapato, Don Calcetín, Doña Liga y Miss Corbata. Sigüenza fue corresponsal de ese medio salvadoreño en Nueva York y San Francisco (1923-1925).

El lunes 15 de agosto de 1927, Napoleón Viera Altamirano figuró al lado de Alberto Masferrer, Salvador Ricardo Merlos, Ricardo Adán Funes, Rafael Viana y Alfredo Parada como parte de los firmantes del manifiesto del Grupo Nacionalista “La joven Centro América”, que desde El día fue dirigido a personas y movimientos unionistas del istmo con el fin de llamar su atención en torno al problema de la intervención estadounidense en Nicaragua, lo cual requería el apoyo decisivo de toda Centroamérica hacia la causa anti-imperialista del general César Augusto Sandino y su Ejército de las Segovias, un movimiento de oposición que reunió en su seno a oligarcas, intelectuales, políticos de izquierdas y derechas de todo el istmo y que movilizó a importantes contingentes de efectivos dispuestos a entrar en la lucha armada en contra de los marines.

Como resultado de su participación en la contienda electoral de 1930, el general e ingeniero José María “T- P. Mechín” Peralta Lagos escribió seis artículos fechados en la finca El trapichito y publicados por El día (San Salvador, martes 24 de febrero-3 de marzo de 1931)— en los que puso en evidencia la necesidad de que los ciudadanos del país contaran con una cédula de vecindad o de identidad personal, que les permitiera identificarse y votar. La idea fue retomada por los gobiernos sucesivos, que promulgaron la ley respectiva en mayo de 1932 y que mantuvieron a ese documento en vigencia durante siete décadas, hasta que en el año 2001 fue sustituido por la tarjeta plástica de contenido electrónico conocida como Documento Único de Identidad (DUI).

Tras el golpe de estado de diciembre de 1931, en que ascendió al poder el general de brigada Maximiliano Hernández Martínez, El día se unió a la campaña gubernamental de cimentar un levantamiento comunista de grandes proporciones para justificar, dentro y fuera del país, la existencia de su régimen inconstitucional y así obtener el aval de los Estados Unidos.

La naciente industria publicitaria fue el principal sostén económico del vespertino creado por intelectuales, con colaboraciones pagadas. / Nunca se ha hecho un estudio a profundidad de los diversos contenidos intelectuales de ese vespertino capitalino, ahora centenario.

Incluso, en sus ediciones entre el 18 y 31 de agosto de 1932, publicó en forma de folletín una biografía del general Francisco Malespín, escrita a fines del siglo XIX por el general y poeta Juan José Cañas Pérez. De esa manera, El día ensalzaba una figura militar de claroscuros en la historia nacional, en especial por su participación en la fundación de la Universidad de El Salvador y otros episodios de la vida nacional en la primera mitad del siglo XIX.

Pese a esos afanes del régimen martinista por atraer el interés del Departamento de Estado estadounidense y conseguir su aprobación, en las páginas de El día también se dio cabida a múltiples expresiones en contra de sus intereses. Un ejemplo de eso se evidenció a fines de febrero de 1934, cuando el también unionense Hugo Lindo Olivares junto con otras decenas de estudiantes universitarios firmaron un breve comunicado para protestar por el asesinato, en Managua, del general Augusto César Sandino, quien desde 1927 había sostenido una intensa lucha armada en contra de la presencia de militares estadounidenses en el territorio de Nicaragua. Ese escrito, publicado en la primera página de El día, en su edición del miércoles 28, iba dirigido “contra los asquerosos políticos, agentes del imperialismo yanqui que no han tenido ningún reparo en manchar la historia nicaragüense y que ahora nos ofrecen en este hecho el espectáculo de un traidor canibalismo”.

Concebido por intelectuales para instruir a un pueblo semianalfabeta, El día cesó sus tirajes en 1934. En la actualidad, apenas se conserva una colección completa de ese medio. Urge su digitalización, para que sus contenidos puedan ser conocidos y estudiados por las nuevas generaciones. Y más por las de quienes están interesados en historia de las ideas, historia intelectual, historia urbana, historia del periodismo y la publicidad y otras modalidades contemporáneas de las ciencias sociales, la literatura, las artes gráficas, etc.

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