La idea de una vida: entre la Ilustración y la Bella época

“Cuando su esposa le deja por su amante, ¿cómo se puede enfrentar al mundo sin ser el objeto de risa y burla y por qué el honor de la familia está en juego?, ¿cómo se puede actuar sin desacreditarse demasiado a causa de la infidelidad de su esposa?”. Primeras líneas de la novela Madame Bentinck, l’Indiscrète de la escritora Hella Haasse.

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Portada de la novela Mme. Bentinck, l???Indiscrete de Hella Haasse y portada de la novela The Man in the Red Coat de Julian Barnes. / Foto Por EDH

Por Katherine Miller, doctorado en Estudios Medievales y Renacentistas de UCLA.

2021-04-11 5:00:17

Arando en el mar de las publicaciones de la época moderna, se descubre, de vez en cuando, unas novelas que valen la pena leerlas—entre los bosques de escritos vacíos que quedan en las orillas de la playa sin nada que decir.

Entre los descubrimientos de este año, 2021, aparecen dos novelas que, por seguro, valen la pena leer. La primera es la novela publicada en el mes de noviembre de 2019 por Julian Barnes, novelista inglés (1946 - ), que era y es, todavía, un bestseller: The Man in the Red Coat (El hombre en el abrigo rojo, que no ha sido traducido al español hasta el momento). La otra es una novela publicada en el año 2000 en neerlandés por quien se dice es la reina de la literatura de Holanda, Hella Haasse (1918-2011), Madame Bentinck, l’Indiscrète (publicada en holandés en 1981 como Mevrouw Bentinck; traducida a al francés en 2006. No hay traducción al español todavía).

No obstante, les propongo, queridos lectores, que viene a bien conocer estas dos novelas. Una es la vida, ligeramente ficcionalizada, de una mujer durante el resplandor de la Ilustración del siglo XVIII en Francia, los Países Bajos, Inglaterra y el Imperio Austro-Húngaro. La otra es la vida documentada, en forma de un álbum de fotografías, con la correspondencia de un hombre de la Belle Époque, epíteto aplicado a las últimas décadas de las llamaradas de gloria del siglo XIX en Francia e Inglaterra. Ambas novelas son romans-a-clef basadas en mares de correspondencia y documentación de las vidas históricas de los protagonistas. La comparación entre estos dos personajes, otorgados con vida en estas dos novelas representativas de estas dos épocas, promete ser ilustrativa para nosotros en nuestro siglo actual.

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Como sabrán, las distinciones entre estas dos épocas son las diferencias entre la iluminación brillante de la luz de la razón y la racionalidad de la época denominada la Ilustración, por un lado, y, por el otro, en contraposición, la Belle Époque iluminada por la bella luz tenue de candelas y candelabros. Al comparar estas dos ideas de vida durante dos distintos siglos, se tienen que incluir las diferencias de experiencias entre los sentidos, sensaciones y percepciones de un hombre—en este caso el Dr. Samuel Jean Pozzi (1846-1918), reconocido cirujano y ginecólogo francés. Madame Charlotte-Sofia Bentinck, Comtesse de Aldenburg (1715-1800), protagonista de la segunda novela, representa las perspicacias, estratagemas, emociones y expresiones de la vida de una mujer de la Ilustración.

Ambos son figuras históricamente reales que respiran, en la presencia de los lectores, las experiencias prestadas por la documentación pública y privada de sus vidas. Ambos son, simultáneamente, la ocasión para la ficcionalización de la idea de unas vidas y cómo fueron vividas en los siglos respectivos.

La novela de la vida de Charlotte-Sofia comienza con la problemática de la mujer que deja su esposo por su amante y se amplía este tema para incluir, eventualmente, las situaciones e implicaciones políticas y personales de todo un siglo. La suerte y el dilema de Willem Bentinck, esposo de Charlotte-Sofia durante los años 1740-1750, es que se disuelve su matrimonio en un divorcio que conlleva enormes pleitos litigiosos internacionales que abarcan imperios, guerras y clases sociales enteras.

Hella Haasse en su casa de Amsterdam en 2002. Foto: AFP

La disolución del matrimonio de los Bentincks impactaba todo el mundo histórico de los niveles más altos de la aristocracia de Europa, pues eran parientes del emperador Federico II de Austria y de la emperatriz, María-Teresa. Una gran parte de la novela es documentada con la correspondencia y papeles de la familia Bentinck almacenados hoy en Amsterdam. Haasse agrega los sentimientos y actuaciones de destino de este matrimonio del siglo XVIII, en que se divorcian y maniobran por medio de correspondencia personal diaria (en la ausencia de redes sociales y teléfonos). El caso legal de los Bentincks sobre las propiedades y títulos que tenían en común por su matrimonio es notorio en toda Europa hasta hoy (véanse Wikipedia). La familia Bentinck, aunque tal vez no conocida por estos lados, era, y es, en todas sus ramas, intercalada por parentesco con las familias aristocráticas y reales de Francia, Holanda, Inglaterra y lo que era el Imperio Austro-Húngaro. Sus cartas, en algunos instantes, suenan como partes bélicas de la Guerra de los Siete Años en toda Europa, enviadas para mantener aliados al tanto y asegurar su propia seguridad con ellos.

Charlotte-Sofia, eventualmente, se casa con su amante, el conde Albrecht-Wolgang de Schaumburg-Lipppe de La Haya. Pero en la buena sociedad de La Haya, su esposa no era admirada ni amada. La gente la encontraba bizarra, demasiado libre en sus costumbres y veían que ella se ponía moños de gran arrogancia y, a la vez, era agresiva como una campesina. En medio de todo, él muere y la deja a sus propios métodos de sobrevivencia.

El esposo se envuelve en graves problemas financieros de herencias y dotes y cambios de fronteras por guerras y tratados de paz de los territorios y bienes comunes en el Imperio Austro-Húngaro del emperador Federico II de Prusia y de la emperatriz María-Teresa de Austria además, de las cortes de varias regiones y dominios. Este divorcio era, entonces, la separación de cuerpos y de bienes; Charlotte-Sofia buscaba aliados por todos lados, en las cortes y salones de las capas aristocráticas, amigos y parientes, escribiendo constantemente con pluma y papel para enviar peticiones pidiendo ayuda y apoyos legales en los tratados entre naciones que cambiaba las jurisdicciones de cortes que decidieran sobre sus herencias en cuanto cambiaban las delineaciones fronterizas. Sus territorios quedaban en Dinamarca con un tratado y en Holanda en otro tratado que buscaba contener las agresiones imperialistas de Francia.

En el retrato de esta mujer, aunque aristócrata, veamos la posición, en última instancia, de la mujer en el siglo XVIII—sin derechos legales, angustiada, en búsqueda constante de posibilidades de mantenerse en la vida dentro de su clase social en la medida que iba envejeciendo. Es, al fin de tanto, el período de su vida cuando tenía entre 35 y 40 años, lo que los franceses denominaban una mujer “d’ une femme d’une certaine age” (una mujer de una edad ya madura).

Gozaba de una “amistad” notoria con el philosophe Voltaire en la corte de Sans Souci, palacio de Frederick II, emperador. Cuando el filósofo pierde el favor del emperador, Charlotte-Sophia tiene que ayudar a su amigo, ya echado de la corte de Prusia. Ella ofrece sus joyas y tierras de su hijo ilegítimo como colateral para pagar sus deudas enormes. Voltaire aboga por ella en sus cartas a sus amigos poderosos mientras piensa en voz alta revelar los juegos de homosexualidad de Frederick II en detalle, pública y vívidamente.

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El libro termina con que ella encuentra la manera de cómo y dónde vivir dentro de su clase social por los buenos oficios de uno de sus hijos ilegítimos durante los últimos 40 años de su vida. Se sigue sus esfuerzos desesperados en citaciones de sus cartas históricas, en las que ella ruega a aliados e implementa el tráfico de influencia en lugar de ejercer derechos que, como mujer, no pudo tener.

Odiaba la Revolución francesa y la vimos nadando en las corrientes de las cortes aristocráticas de La Haya, Viena, París y Londres. Ella vivía la idea de llevar una vida elegante pero sin apoyos materiales; sus apoyos eran efímeros, dependiendo de las pasiones o entusiasmos de sus parientes royales y las cortes legales con jurisdicciones en constante cambio debido a las situaciones políticas de los tiempos.

Haasse declara en su “Postface”, al final de la novela, que “esta obra ha sido elaborada completamente en base a documentos y cartas auténticas”. En un momento, Haasse explica que “las luchas de poder entre los grandes hombres de Europa paralizaban los esfuerzos en sus asuntos” (léanse legales y emocionales). En una carta de María-Teresa a Charlotte-Sofia, la emperatriz le ruega permitir que los ejércitos de Austria pudieran tener permiso para entrar en sus territorios. Ella, entonces, tiene iguales problemas políticos, como adversarios y aliados en su lucha personal por su idea de vida. Hay representaciones en sus cartas que son profundas y elegantes en su representación de María-Teresa en su galería de Schonbrun, jugando, con sus hijas, de pastoras de ovejas.

El arma de Charlotte-Sofia en esta batalla era dar “siempre la bienvenida porque era brillante en los juegos de conversación”, sin vocación más que sus habilidades en conversación, su ingenio y su correspondencia con las grandes figuras de su época.
De otro modo, la novela de Julian Barnes, The Man in the Red Coat, es un álbum de viñetas, anécdotas, fotografías y recortes de la Belle Époque, finales del siglo XIX. Las grandes figuras de dandis, escritores y pintores están en desfile. Encontramos, primero, a Joris Karl Huysmans y su horrenda novela chocante A Rebours (1884); Oscar Wilde y su novela de Dorian Gray en que el alma se exhibe en el rostro. En el desfile de personalidades figuran Marcel Proust, Gustave Flaubert, Charles Baudelaire, Guy de Maupassant, Victor Hugo, los Communards de la Comuna de París, los desastres políticos de la guerra Franco-Prusiano de 1870, el escándalo muy francés (pero de toda Europa) del caso Dreyfuss, las pinturas impresionistas de Cézanne, Matisse, Degas y demás.

Hay fotografías en cada página de esta quasi-novela-cum-álbum-cum-recolección de recortes y anécdotas. Nos indica Barnes que Susan Sonntag, en su ensayo “On Photography” esclarece que las fotografías se tratan de nostalgia y un anhelo para el pasado.
¿Quién era, en la realidad histórica, el Dr. Samuel Jean Pozzi, el hombre del abrigo rojo? Barnes lo dibuja de la siguiente manera: “Pozzi era un racionalista, científico de alta inteligencia, decidido—que significaba que la vida era comprensible, en todas las arenas, salvo en las de amor y matrimonio y paternidad. De otro modo, Pozzi quedaba, como decimos hoy en día, del lado correcto de la historia. También era miembro de la generación inevitablemente en conflicto con su predecesor: no sobre vestuario y no sobre cómo era de largo el pelo, o sobre el ocio o la moralidad sexual, si no que sobre la historia entera y orígenes del mundo”. Era el “Padre de la ginecología francesa”, autor de un “Treatise of Gynaecology”, y tan famoso que su imagen fotográfica comenzó a caer en manos de los que abrían una marca famosa de chocolate de este entonces (en la misma manera que las baseball cards cayeron de los paquetes de chicles durante la década de los 50 en nuestro hemisferio).

El novelista británico Julian Barnes durante un programa televisivo francés en TF1. Foto: AFP

Barnes no escribió una novela sobre Pozzi, si no unos retratos de personas y circunstancias como perlas en un hilo, que capturan la esencia de las personas y los tiempos. No hay un complot en sí, al menos que se puede considerar una simple cronología como complot. Prestando, entonces, de Barnes, aquí se presenta una serie de viñetas que son ilustrativas de Samuel Jean Pozzi, el hombre en el abrigo rojo de la pintura del joven artista americano de 25 años, John Singer Sargeant. Son traducciones en secuencia de citaciones del texto de Barnes tomadas de su libro.

Comparando la cultura inglesa con la cultura francesa con respecto, digamos, a las actitudes hacia el amor y el matrimonio, Barnes nos cuenta que, en aquellos tiempos, “para los ingleses, el amor conducía y sobrevivía al matrimonio. Los franceses eran más pragmáticos: uno se casaba para la posición social, por el dinero o propiedades, por la continuación de la familia o las líneas dinásticas, pero no por amor. El amor raras veces sobrevivió el matrimonio, que era, meramente, una base cuartel de donde un corazón venturoso salió para buscar aventuras”.

Sobre el fenómeno del “dandi” (y Pozzi seguramente, así como sus amistades, era un dandi), Barnes capta la esencia del dandismo en decir que “el dandi es un esteta para quien el pensamiento es de menos valor que la visión. Las finas encuadernaciones de los libros las deleiten más que las palabras dentro del libro”.

Y en otra, el lector podría ver porque Pozzi había llegado a ser un blanco principal para los anti-Dreyfussards, los anti-semíticos, los realistas, el derecho político de los católicos franceses. Él era, por ejemplo “no un francés verdadero”, como nos dice su apellido. No era, de ninguna manera, católico, sino un protestante que se había vuelto ateo. (....) Era un Dreyfussard” (apoyo del mayor Alfred Dreyfuss, judío en el ejército francés que era acusado falsamente de espionaje por grandes sectores del anti-semitismo francés).
En su Author’s Note, al final del texto de su libro, Barnes declara lo siguiente: “Me niego a ser pesimista. El tiempo que pasaba, al escribir este libro, en la distante, decadente, frenética, violenta, narcisista y neurótica Belle Époque me ha dejado alegre y animado. Y eso es, en gran medida, a causa de la figura de Samuel Jean Pozzi, quien llenaba su vida con medicina, arte, libros, viajes, sociedad, política y el máximo de sexo cuando era posible... aún así, no era una persona sin defectos. Así es que yo, a pesar de todo, me atrevo a presentarlo como una suerte de héroe”.

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En fin, los libros de Haasse y Barnes son retratos de tiempos e individuos que resaltan en la conciencia primordial de nuestra civilización occidental. En el libro de Haasse, la mujer, apantallando y sobreviviendo las consecuencias de sus decisiones personales que se intercalaban con la política y cultura del siglo XVIII, recalca la fuerza y esfuerzos de la experiencia de una mujer que nunca sufrió hambre ni carecía de vivienda. Sin embargo, era estratega de su propia sobrevivencia en circunstancias históricas, en que demuestra el heroísmo necesario para sobrevivir. El libro de Barnes dibuja la actuación irónica, ostensiblemente heroica, de un hombre epónimo de su época.

Charlotte-Sofia Bentinck y Samuel Jean Pozzi son representaciones de “la idea de una vida” en los caldos de cultura de sus tiempos--similares y distintos, a la vez, de nuestros tiempos y nuestras vidas. Pero sus vidas contadas, en sí, avituallan y abastecen las nuestras. Son huellas comprimidas y senderos acertados para nuestros alrededores actuales. FIN