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Los residentes de Puentes durante la proyección de sus cortometrajes en el Museo Marte, un espacio que une las artes visuales con el cine salvadoreño contemporáneo. Fotografía/ elsalvador.com

Puentes: cine y arte dialogan sobre San Salvador en el Marte

Puentes, la tercera residencia audiovisual del Museo Marte, unió cine, arte plástica e historia para reinterpretar a San Salvador desde nuevas miradas.

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Por Lissette Figueroa
Publicado el 03 de noviembre de 2025

 

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Puentes, la tercera residencia audiovisual del Museo Marte, reunió a cineastas y artistas visuales salvadoreños en un laboratorio creativo que fusionó arte, historia y cine. Inspirados en la exposición San Salvador 500 años, los participantes desarrollaron cortometrajes que reinterpretaron la memoria y el territorio desde nuevas miradas. Bajo la dirección de Fernando Kril y Eugenia Lindo, la residencia se consolidó como un espacio de formación, experimentación y diálogo entre las artes visuales y el cine contemporáneo. Las obras pueden verse en el Salón Audiovisual del museo y en las plataformas digitales de Museo Marte Films.

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En un país donde el cine salvadoreño traza nuevas narrativas dentro del ecosistema artístico, el Museo Marte ha apostado por algo poco común: convertir sus salas en espacios de experimentación cinematográfica.

En la tercera edición de la residencia audiovisual del Museo Marte, titulada Puentes, se reunieron a seis talentos del cine y las artes visuales salvadoreñas: Adriana Morán, Marlon Pérez, Hatefulvoid, Meme Flores, Alejandra Pinto y Jerry Grassl.

Cada uno desarrolló un cortometraje inspirado en la exposición El Salvador 500 años, explorando desde su propio lenguaje visual los vínculos entre historia, territorio y memoria colectiva. Sus obras, distintas en forma y tono, convergen en un mismo propósito: reinterpretar la identidad salvadoreña a través del diálogo entre el arte contemporáneo y el cine.

Los residentes de Puentes durante la proyección de sus cortometrajes en el Museo Marte, un espacio que une las artes visuales con el cine salvadoreño contemporáneo. Fotografía/ elsalvador.com
Los residentes de Puentes durante la proyección de sus cortometrajes en el Museo Marte, un espacio que une las artes visuales con el cine salvadoreño contemporáneo. Fotografía/ Lissette Figueroa

Con la Tercera Residencia Audiovisual 2025, el museo se posiciona como un agente activo dentro del ecosistema creativo nacional, ampliando su rol de exhibidor hacia el de productor y formador de nuevas narrativas visuales.

Durante seis meses, artistas que están inmersos en la cinematografía trabajaron en el museo en un proceso que combinó investigación curatorial, guion cinematográfico y creación audiovisual.

El punto de partida fue la exposición San Salvador: 500 años, que reflexiona sobre el origen de San Salvador y es una muestra histórica que sirvió como detonante para reinterpretar la identidad nacional desde el lenguaje del cine.

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El resultado es una serie de cortometrajes donde el videoarte, la ficción y la poesía visual se entrelazan para construir nuevas lecturas sobre el territorio y la memoria.

La residencia, dirigida por Federico “Quito” Krill Granados, director de audiovisuales del museo, y coordinada por Eugenia Lindo, directora ejecutiva del Marte, se ha consolidado como una plataforma de diálogo entre las artes visuales y el cine contemporáneo.

Más que una producción colectiva, el proyecto se entiende como un laboratorio de pensamiento visual, donde cada artista traduce los códigos del arte en lenguaje cinematográfico.

El público llenó el Salón Ernesto Álvarez Córdova del Museo Marte durante el estreno de los cortometrajes producidos en la residencia Puentes. Fotografía/ Lissette Figueroa
El público llenó el Salón Ernesto Álvarez Córdova del Museo Marte durante el estreno de los cortometrajes producidos en la residencia Puentes. Fotografía/ Lissette Figueroa

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Del lienzo a la pantalla

Este año, los residentes partieron de un reto ambicioso: dialogar con la muestra San Salvador: 500 años, una revisión crítica de la historia del país desde la conquista hasta la actualidad.

“Fue una forma de llenar vacíos —dice Krill—. Hay huecos en la historia que el arte puede completar, y el audiovisual nos permite hacerlo desde la emoción”.

Esa conexión se tradujo en proyectos tan diversos como personales. Marlon Pérez, actor, productor y director, creó Güishtes, una alegoría sobre el valor y la desigualdad inspirada en el mito de los “espejitos” con que los españoles engañaron a los indígenas.

En el rodaje de Güishtes, dirigido por Marlon Pérez durante la residencia Puentes.
Artistas, Crew y la directora ejecutiva, Eugenia Lindo, en el rodaje de Güishtes, dirigido por Marlon Pérez durante la residencia Puentes. Fotografía/ cortesía Marlon Pérez

Su corto no solo destaca por la fuerza simbólica, sino por su proceso: Pérez actuó y dirigió simultáneamente, desafiando los límites entre el intérprete y el creador. “Es difícil, porque el director está detrás de la cámara y el actor frente a ella, pero vale la pena. Es una manera de dirigir desde la piel”.

Para Meme Castillo, otro de los participantes, la experiencia fue una reconciliación con la capital: “Soy de Santa Ana y siempre he tenido una relación rara con San Salvador. Poder explorar su historia desde otro ángulo, entender cómo se fundó y transformarla en imágenes, fue un viaje emocional”.

Y es que cada corto no solo parte de una obra, sino de una conversación entre pasado y presente. La fotógrafa Alejandra Pinto, por ejemplo, basó su pieza Lavanderos en una serie de dibujos que la llevaron a cuestionar los roles de género: “Históricamente son lavanderas, no lavanderos. Jugué con esa contraposición entre interior y exterior, masculino y femenino, para hablar de cuidado y resistencia”.

Una residencia que también forma y transforma

Lejos de ser solo un espacio de producción, la residencia es una plataforma formativa. “El acompañamiento no se trata de decirles qué hacer, sino de acompañar sus búsquedas”, explica Krill. “Algunos llegan con ideas claras, otros sin saber por dónde empezar. Lo importante es reconocer los procesos creativos, aceptarlos y potenciarlos”.

Durante los meses de trabajo, los residentes reciben asesorías conceptuales, revisan guiones, estudian bibliografía, asisten a recorridos guiados por el museo y experimentan con técnicas audiovisuales.

“Si necesitamos una traducción al náhuat, buscamos quién la haga. Si alguien necesita asesoría en sonido o edición, nos sentamos con ellos las horas que hagan falta”, añade.

El aprendizaje va en doble vía. “Quien enseña también aprende”, confiesa Cril. “Las miradas de los residentes te obligan a ver distinto. Cada año, la residencia nos transforma a todos”.

El arte de colaborar

Si algo une a esta generación es la colaboración. “En el cine no se puede trabajar solo”, dice Marlon Pérez con una sonrisa. “Necesitás guionistas, fotógrafos, maquillistas, directores de arte… todo. Y cuando falta algo, la historia no se cuenta bien. Lo más valioso que me llevo es la red de personas con las que conecté”.

Esa sinergia se nota también fuera de cámara. La maquillista Mónika Alfaro, quien participó en la residencia anterior como directora y ahora volvió como parte del equipo técnico, resume la experiencia en una frase: “Me encanta que cada año el grupo crece y se supera. Este año me tocó hacer efectos especiales con vidrios. Fue un reto, pero lo logramos. Me siento orgullosa de formar parte del proceso”.

Mónica Alfaro maquillando durante una escena del cortometraje Güishtes, producido en la residencia Puentes del Museo Marte.
Mónika Alfaro maquillando durante una escena del cortometraje Güishtes, producido en la residencia Puentes del Museo Marte. Fotografía/ cortesía Marlon Pérez

La dinámica colaborativa incluso trasciende al público. Muchos de los espectadores que asisten a las proyecciones en el Marte son familiares, colegas y nuevos públicos que antes no se acercaban al museo.

"Eso nos motiva —dice Eugenia Lindo—. Ver que llegan personas que no conocíamos, que el arte audiovisual convoca a otros públicos, demuestra que el museo está vivo”.

El impacto de la residencia ya se deja ver fuera de las paredes del Marte. Algunos cortos producidos en ediciones anteriores han llegado a festivales internacionales, como el de Carmen Elena Trigueros, que representó a El Salvador en el Festival ÍCARO.

Los cortometrajes producidos en esta edición estarán disponibles en el Salón Audiovisual del Museo Marte, de jueves a domingo, de 10:00 a. m. a 4:00 p. m., en un espacio que ha sido renovado con mejor calidad sonora y técnica.

Además, el museo amplía su alcance con la consolidación de Museo Marte Films, un proyecto que busca llevar las obras a nuevas audiencias digitales a través de sus redes sociales.

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