Ternura, cuentos, resistencia: las fascinantes historias de la nueva ola literaria salvadoreña
La literatura salvadoreña está más viva que nunca, con el eco y la memoria de una nueva generación de escritores que está tomando con fuerza la pluma.
Por
Marcella Palacios
Publicado el 18 de agosto de 2025
Una nueva generación de escritores salvadoreños está renovando la narrativa nacional con ternura, memoria y resistencia. Autores como Javier Fuente, Pedro Romero y Laura Vadillo escriben desde lo cotidiano, lo simbólico y lo fantástico, rescatando identidades y tradiciones con voces frescas y auténticas. A pesar de su talento, enfrentan desafíos editoriales y de circulación, y proponen más espacios, reediciones y contacto directo con lectores. Esta ola literaria no imita modelos foráneos: reimagina lo salvadoreño con mirada crítica y emocional. Su escritura es una forma de sanar, de crear comunidad y de proyectar el país desde nuevas perspectivas narrativas.
La literatura nacional vive un momento vibrante. Jóvenes autores nacidos entre los noventa y los dos mil están levantando un mapa literario tejido con ternura, asombro e identidad. Para ellos, escribir no es solo una herramienta de expresión: es una manera de rehacer el país desde la palabra.
Escrituras con raíz: Javier Fuentes, Pedro Romero y Laura Vadillo, tres voces que marcan el presente literario
La literatura salvadoreña se transforma gracias a autores que escriben desde la cotidianidad, los pasados fragmentados y una visión crítica del presente. Entre esas voces destacan Javier Fuentes Vargas, Laura Isabel Vadillo Castillo y Pedro Romero Irula, cuyas obras comparten una urgencia: nombrar aquello que muchos no se atreven a decir.
Javier Fuentes Vargas, antropólogo sociocultural, halló en la escritura un modo más íntimo de expresión que el graffiti y el hip‑hop, lenguajes con los que inició su camino artístico. Define su obra a partir de dos pilares: la ternura —emocionalidad a menudo subestimada— y el asombro —la capacidad de mirar lo cotidiano con ojos nuevos—.
Entre sus influencias cita a Roque Dalton, David Escobar Galindo, Luis Borja y, fuera del país, al argentino Hugo Mujica, conocido por su minimalismo filosófico.
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Actualmente trabaja en “Casa desterrada”, antología que celebrará los cinco años de su primera publicación bajo el sello de La Chifurnia, con selección de la académica colombiana Luz Mari Giraldo.
“La ternura ha sido subestimada en la literatura. Yo escribo para recuperarla”. —Javier Fuentes
Desde otra mirada, Pedro Romero Irula es un narrador breve que usa el cuento como vía para hablar del pasado desde el presente. Teólogo de formación, ha sido docente y editor. Su proceso de escritura es lento: guarda sus textos durante meses y los revisa en busca de fidelidad a las imágenes que lo inspiran.
Como referentes menciona a los nacionales Claudia Hernández y Ricardo Lindo, además de la cuentista estadounidense Flannery O’Connor, decisiva en su giro hacia la teología; también a Roberto Bolaño, quien marcó su juventud.
Su libro más reciente, “La llegada del mundo invisible” (Índole Editores), rescata tradiciones orales e historias callejeras para probar que el presente está lleno de huellas del pasado.
“Los cuentos son una forma de conservar la memoria cultural del país”. —Pedro Romero
Quien completa este triángulo generacional es Laura Isabel Vadillo Castillo. Comunicadora graduada en 2024 de la Universidad Don Bosco, creció rodeada de libros gracias al entusiasmo lector de sus padres.
A los diez años, la saga “Las Crónicas de Narnia” le produjo tal emoción que decidió provocar ese mismo deslumbramiento en otros a través de sus propias historias. Hoy escribe ficción con una inclinación marcada hacia la fantasía: sus cuentos entremezclan lo cotidiano con lo imposible y dejan al lector en el filo de la duda —¿realidad o imaginación?—.
Le fascinan la psicología y el misterio como motores narrativos: “Para mí, escribir es también descubrir y entenderme”, remarca.
Su proceso creativo inicia casi siempre en momentos de estrés o con estímulos fortuitos: la letra de una canción, una imagen, una frase al pasar. “La imaginación es un músculo: hay que ejercitarlo todos los días”, asegura.
Entre sus influencias locales cita a Ricardo Hernández Pereira, Susana Reyes y Claudia Denise Navas, además de clásicos como “El oyente” de Salarrué y “Yo soy la memoria” de Hugo Lindo; fuera del país, la inspiran H. P. Lovecraft, Anne Rice y Julio Cortázar.
El 19 de noviembre de 2024 publicó “Estrellas que nacen en cunas de polvo”, colección de ocho relatos de fantasía y realismo mágico.
“Si te gusta escribir, escribe. Eso ya te convierte en escritor”. —Laura Vadillo
¿Dónde están los libros? Retos y oportunidades para la literatura emergente
A pesar del talento evidente, estas plumas jóvenes se enfrentan a un panorama editorial complejo. Casas como Índole Editores y proyectos independientes como La Chifurnia brindan primeros pasos, pero aún son escasos los puntos de circulación y promoción. Las políticas culturales —por ejemplo, los Juegos Florales— han sumado, aunque de manera insuficiente.
Javier Fuentes lo resume así: “Tenemos editoriales, pero faltan vitrinas para mostrar lo que hacemos. Hace falta recuperar el rol de la DPI (Dirección de Publicaciones e Impresos), histórica para los autores nacionales”. Por su parte, Pedro Romero propone la creación de un Centro Nacional del Libro, donde editoriales emergentes y consolidadas convivan junto a talleres, ferias y clubes de lectura. Laura Vadillo coincide: “Hay que multiplicar espacios y reeditar las obras clave que ya no circulan”.
Todos convergen en algo más: el contacto directo con el público es esencial. No escriben para nichos cerrados; buscan que cualquiera pueda encontrarse en sus páginas. Desde lo humano, lo urbano, lo simbólico; desde la calle, la iglesia o la propia memoria. La escritura, para ellos, es un puente y nunca un pedestal.
Un boom que no imita, sino que reinventa
Esta nueva ola no pretende reproducir fórmulas extranjeras ni ajustarse a lo que “debe ser” un escritor. Estas voces —y muchas otras que emergen en ferias, redes sociales y talleres— echan raíces en lo salvadoreño para proyectar sus propias visiones del mundo.
Dialogan con el pasado sin conformarse con él; escriben desde la urgencia, la ausencia, el asombro y la resistencia. Y, en un país con tantas cicatrices, su literatura es también un acto de sanación colectiva.
¿Y tú, ya leíste a algún autor salvadoreño contemporáneo? Cuéntanos en los comentarios quiénes son tus favoritos o qué libros salvadoreños te han marcado. Queremos conocer tu historia y ampliar este mapa literario junto a vos.
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