Con una profunda consciencia de que no hay que quedarse con los brazos cruzados ante el fenómeno del calentamiento global, René Mauricio Núñez Suárez ha dedicado los últimos 25 años a investigar para crear y desarrollar la turbococina, un invento que permite reducir el uso de leña para cocinar en los hogares, sobre todo en los de la zona rural, y con ello se contribuye a minimizar la tala de árboles.
En una reciente entrevista, Núñez Suárez, quien es ingeniero electricista graduado de la Universidad de El Salvador, con postgrados en electrónica y control automático de la Universidad de Saldford, Inglaterra, dijo que gestó su proyecto en 1992 inspirado en el debate que se dio durante la Cumbre de la Tierra, desarrollada ese año en Río de Janeiro, pero también en una estudio que realizó para elaborar “Recursos energéticos de El Salvador”, publicado en un libro de texto oficial que se utilizó en bachillerato.
Reseñó que para esa época el 54 % de las necesidades energéticas del país se cubrían con leña, 2 % con residuos vegetales, 35 % con petróleo y sus derivados, mientras que el 8 % con energía eléctrica. Según sus investigaciones sobre el tema, el 90 % de la leña se usaba en las cocinas de los hogares y en menor porcentaje en tortillerías y panaderías. Llegó a estimar que cada año se usaba un volumen de leña 64 veces más grande que el estadio Cuscatlán.
“Así que a mí me pareció que El Salvador tenía que aportar algo significativo y por lo tanto los que teníamos capacidad de pensar y buscar ideas para resolver el problema teníamos cierta obligación moral de hacerlo”, citó.
El compatriota expresó que en ese periodo tenía una empresa llamada Técnica Electrónica, que fundó al regresar de Inglaterra. En ella fabricaba equipos electrónicos, principalmente reguladores de voltaje para computadoras, que durante la guerra debido a los constantes cortes de energía eran una gran solución para las empresas. Sin embargo, debido a que las condiciones de ese mercado desmejoraron, y como su inquietud medioambiental siempre estaba presente, optó por reconvertirse; así volcó sus esfuerzos en buscar fuera del país un modelo de cocina que usara lo mínimo de leña, con la idea de fabricarla, pero al final no la encontró y decidió investigar para diseñarla.
Aporte a la ciencia
“Eso fue alrededor del año 1993-1994, y lo que pareció que iba a ser un trabajo de seis meses ha resultado el trabajo de toda una vida”, señaló, sobre una tarea que en los primeros tiempos lo llevó incluso a visitar bibliotecas de Canadá, con el fin de estudiar incluso las antiguas teorías sobre combustión y calor de físicos como Nicolás Sadi Carnot y Antoine-Laurent de Lavoisier.
“Después de dos años de investigación y de darme cuenta de que lo tradicional y convencional de las ciencias de la termodinámica, de la combustión y de la transferencia de calor no se adaptaban totalmente a lo nuevo que estaba haciendo, empecé a diseñar modelos y desarrollar fórmulas para explicar el comportamiento del proceso de combustión que estaba inventando; digo que estaba inventando porque al final lo inventé y la turbocombustión o combustión a baja temperatura, como yo le he llamado, es algo totalmente nuevo para la ciencia. Antes de que yo lo hiciera nadie había hecho un trabajo sobre esto, que llevara al resultado de unir esas tres ciencias en una sola”, afirmó.
La invención de este exalumno del Externado San José salió a luz pública allá por 1996. René Mauricio Núñez precisó que registró oportunamente su invento en las oficinas de patentes de Canadá, Estados Unidos y en el Centro Nacional de Registro de El Salvador. “Nadie podía decir que yo no tenía la potestad sobre este invento, porque antes de mí no había nada”, externó durante la entrevista realizada en diciembre pasado.
Comentó que cuando desarrolló los primeros modelos de turbococina fue el doctor Francisco Serrano, ecólogo y biólogo salvadoreño, quien lo animó a dar a conocer su invento, tras lo cual primero tocaron las puertas de Ildiko Tesak, quien le tendió la mano a través de la Organización Empresarial Femenina (OEF), una fundación sin fines de lucro destinada a mejorar las condiciones de vida de las mujeres en la zona rural.
Fue así como en 1997, través de OEF y con financiamiento del Fondo Iniciativa para las Américas (FIAES), desarrollaron un proyecto piloto del uso de las turbococinas. En este participaron 100 familias de una zona rural de Chalatenango, que recibieron capacitación para usarlas y se llevó a cabo un estudio para determinar el porcentaje de reducción del consumo de leña.
En estas cocinas es posible preparar alimentos con el calor que se genera cuando se queman trozos de leña del tamaño de un borrador, mismos que se le introducen aproximadamente cada cinco minutos.
“Durante un año se hizo la evaluación y resultó al final que el consumo de la leña se reducía en una relación de 4 a 1, había una reducción del 75 %; o sea, antes los que gastaban 20 libras de leña (con la cocina tradicional) gastaban 5 libras de leña con la turbococina.
Hubo casos de familias que llegaron a darle un uso tan eficiente a la turbococina que bajaron el consumo de leña incluso en una proporción de 7 a 1 y 9 a 1, sostuvo.