René Núñez, el salvadoreño que innovó las leyes de la combustión con la turbococina

En su afán por crear una cocina que gastara menos leña, la turbococina, desarrolló la combustión a baja temperatura. Su invención le ha valido recibir múltiples reconocimientos de instituciones y organismos a nivel nacional e internacional.

Núñez Suárez, quien es ingeniero electricista con un postgrado en electrónica y control automático en Inglaterra, gestó su proyecto de la turbococina en 1992 inspirado en el debate de la Cumbre de la Tierra de ese año, pero también en un estudio para crear ???Recursos energéticos de El Salvador???

Por Susana Joma

2020-01-08 10:00:04

Con una profunda consciencia de que no hay que quedarse con los brazos cruzados ante el fenómeno del calentamiento global, René Mauricio Núñez Suárez ha dedicado los últimos 25 años a investigar para crear y desarrollar la turbococina, un invento que permite reducir el uso de leña para cocinar en los hogares, sobre todo en los de la zona rural, y con ello se contribuye a minimizar la tala de árboles.

En una reciente entrevista, Núñez Suárez, quien es ingeniero electricista graduado de la Universidad de El Salvador, con postgrados en electrónica y control automático de la Universidad de Saldford, Inglaterra, dijo que gestó su proyecto en 1992 inspirado en el debate que se dio durante la Cumbre de la Tierra, desarrollada ese año en Río de Janeiro, pero también en una estudio que realizó para elaborar “Recursos energéticos de El Salvador”, publicado en un libro de texto oficial que se utilizó en bachillerato.

Reseñó que para esa época el 54 % de las necesidades energéticas del país se cubrían con leña, 2 % con residuos vegetales, 35 % con petróleo y sus derivados, mientras que el 8 % con energía eléctrica. Según sus investigaciones sobre el tema, el 90 % de la leña se usaba en las cocinas de los hogares y en menor porcentaje en tortillerías y panaderías. Llegó a estimar que cada año se usaba un volumen de leña 64 veces más grande que el estadio Cuscatlán.

“Así que a mí me pareció que El Salvador tenía que aportar algo significativo y por lo tanto los que teníamos capacidad de pensar y buscar ideas para resolver el problema teníamos cierta obligación moral de hacerlo”, citó.

El compatriota expresó que en ese periodo tenía una empresa llamada Técnica Electrónica, que fundó al regresar de Inglaterra. En ella fabricaba equipos electrónicos, principalmente reguladores de voltaje para computadoras, que durante la guerra debido a los constantes cortes de energía eran una gran solución para las empresas. Sin embargo, debido a que las condiciones de ese mercado desmejoraron, y como su inquietud medioambiental siempre estaba presente, optó por reconvertirse; así volcó sus esfuerzos en buscar fuera del país un modelo de cocina que usara lo mínimo de leña, con la idea de fabricarla, pero al final no la encontró y decidió investigar para diseñarla.

Aporte a la ciencia

“Eso fue alrededor del año 1993-1994, y lo que pareció que iba a ser un trabajo de seis meses ha resultado el trabajo de toda una vida”, señaló, sobre una tarea que en los primeros tiempos lo llevó incluso a visitar bibliotecas de Canadá, con el fin de estudiar incluso las antiguas teorías sobre combustión y calor de físicos como Nicolás Sadi Carnot y Antoine-Laurent de Lavoisier.

“Después de dos años de investigación y de darme cuenta de que lo tradicional y convencional de las ciencias de la termodinámica, de la combustión y de la transferencia de calor no se adaptaban totalmente a lo nuevo que estaba haciendo, empecé a diseñar modelos y desarrollar fórmulas para explicar el comportamiento del proceso de combustión que estaba inventando; digo que estaba inventando porque al final lo inventé y la turbocombustión o combustión a baja temperatura, como yo le he llamado, es algo totalmente nuevo para la ciencia. Antes de que yo lo hiciera nadie había hecho un trabajo sobre esto, que llevara al resultado de unir esas tres ciencias en una sola”, afirmó.

La invención de este exalumno del Externado San José salió a luz pública allá por 1996. René Mauricio Núñez precisó que registró oportunamente su invento en las oficinas de patentes de Canadá, Estados Unidos y en el Centro Nacional de Registro de El Salvador. “Nadie podía decir que yo no tenía la potestad sobre este invento, porque antes de mí no había nada”, externó durante la entrevista realizada en diciembre pasado.

Comentó que cuando desarrolló los primeros modelos de turbococina fue el doctor Francisco Serrano, ecólogo y biólogo salvadoreño, quien lo animó a dar a conocer su invento, tras lo cual primero tocaron las puertas de Ildiko Tesak, quien le tendió la mano a través de la Organización Empresarial Femenina (OEF), una fundación sin fines de lucro destinada a mejorar las condiciones de vida de las mujeres en la zona rural.

Fue así como en 1997, través de OEF y con financiamiento del Fondo Iniciativa para las Américas (FIAES), desarrollaron un proyecto piloto del uso de las turbococinas. En este participaron 100 familias de una zona rural de Chalatenango, que recibieron capacitación para usarlas y se llevó a cabo un estudio para determinar el porcentaje de reducción del consumo de leña.

En estas cocinas es posible preparar alimentos con el calor que se genera cuando se queman trozos de leña del tamaño de un borrador, mismos que se le introducen aproximadamente cada cinco minutos.

“Durante un año se hizo la evaluación y resultó al final que el consumo de la leña se reducía en una relación de 4 a 1, había una reducción del 75 %; o sea, antes los que gastaban 20 libras de leña (con la cocina tradicional) gastaban 5 libras de leña con la turbococina.

Hubo casos de familias que llegaron a darle un uso tan eficiente a la turbococina que bajaron el consumo de leña incluso en una proporción de 7 a 1 y 9 a 1, sostuvo.

El ingeniero Núñez Suárez manifestó que, a partir de la eficiencia que la máquina demostró tener, en cuanto a la disminución del consumo de la leña, empezaron a venir personas de distintas partes del mundo, incluso de Sudáfrica, para ver cómo era y funcionaba.

Las primeras cocinas que produjo eran muy pequeñas, con estructura de hierro negro; las siguientes han sido de acero inoxidable. Explicó que determinó cambiar el hierro por el acero inoxidable, cuando detectó que este último permitía mantener mejor ciertas propiedades del método de combustión y de transferencia de calor que inventó.

Con el estudio que hicieron en Chalatenango confirmaron que el uso de las cocinas, además, redujo el número de horas que los miembros de las familias, sobre todo los jóvenes, dedicaban a la tarea de colectar leña lejos de casa, también el tiempo que les llevaba a las mujeres preparar la comida, lo que implicaba que podían tener tiempo disponible para otras actividades.

“La gente, en las cocinas rurales tradicionales que tenían, antes se tardaban tres horas en hacer la ollada de frijoles y con las cocinas que les di se tardaban una hora con poca leña”, subrayó.

La turbococina, a través de proyectos con otras entidades, llegó a manos de pequeños grupos de familias residentes en otras localidades del país, como el cantón Las Dispensas, en Zaragoza, La Libertad, y en Soyapango, San Salvador.

Una apuesta por El Salvador

El compatriota señaló que cuando estaba por iniciar el proceso de patentado de su invención en Estados Unidos y Canadá, logró que científicos del Instituto de Investigación de Avanzada de Canadá, entre ellos el doctor Bill Pierson, le hicieran pruebas para medir si como resultado de la combustión de los trozos de leña se generaba monóxido de carbono y óxido de nitrógeno; y al final quedaron admirados porque las emisiones eran tan bajas que sus equipos de alta precisión no identificaron la presencia de esos gases de efecto invernadero.

Nuñez Suárez afirmó que recibió, de parte de los científicos del mencionado instituto, una propuesta para trabajar ahí, la cual implicaba disponer de buen salario, adoptar a la nacionalidad canadiense y presentar el invento como algo creado en aquella nación. Aseguró que a pesar de que le reiteraron la oferta en repetidas oportunidades él siempre declinó, porque estaba convencido de que lo mejor era que sus avances científicos y su invención figuraran como aporte de El Salvador a la humanidad.

“Me dijo (el doctor Pierson): ‘Usted ganaría millones acá’. Sí, le dije, los ganaría yo, pero si regreso a El Salvador los millones se van a repartir entre tanta gente y va a haber entusiasmo por desarrollar la ciencia y tecnología en mi país que es un país subdesarrollado”, recordó.

El salvadoreño detalló que en 1999, alentado nuevamente por su amigo el doctor Serrano, así como por un delegado de la Oficina de Cambio Climático de la Organización de Naciones Unidas (ONU), y con apoyo del Ministerio de Medio Ambiente, viajó con su creación a la sede de ese organismo internacional, en Nueva York, en busca de financiamiento para producirla, aunque no tuvo eco.

Sus avances científicos con la turbococina le llevaron a granjearse ese mismo año el Premio de Medio Ambiente en El Salvador otorgado por el Ministerio de Medio Ambiente, así como la Medalla de Oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. En 2002 recibió el premio de Liderazgo en Tecnología del clima, en Nueva Delhi, India, en la Convención de Cambios Climáticos de las Naciones Unidas.

El investigador, quien ostenta el título de Hijo Meritísimo de El Salvador otorgado por la Asamblea Legislativa mediante Decreto 1045, presentó su creación en el Congreso Mundial de Conservación de la Naturaleza, en Tailandia, en noviembre de 2004. En ese foro mundial, de acuerdo con lo que narró, determinaron que las mejores propuestas que se habían presentado para la conservación de la naturaleza en el mundo eran, en primer lugar, la presentada por la NASA y en segundo lugar, la presentada por el Ministerio de Medio Ambiente de El Salvador y Núñez Suárez como propietario del invento.

El compatriota sostuvo que invirtió todo su dinero y el de sus hermanos en la turbococina y en irla mejorando cada vez con miras a producirla, algo que logró hacerlo a pequeña escala en 2010 con apoyo de la Universidad Don Bosco.

En este contexto lamentó que una disputa legal en la que ha estado inmerso en los últimos años, le impidió que se hiciera realidad un proyecto millonario con la NASA, y con el cual le apostaban a fabricar la turbococina a gran escala en su tierra natal, en busca de recuperar su inversión, generar empleos, cuidar el medio ambiente y generar más proyectos.

Visiblemente consternado, sostuvo que el sistema institucional y la justicia salvadoreña le han dado la espalda, y hoy considera que hubiera sido mejor vender su invento a los canadienses.