El luto de quienes no saben dónde están sus muertos

Son al menos 10 personas al día las que desaparecen, y solo en el primer semestre del año ya suman 1,687. Ante esto, especialistas aseguran que los familiares necesitan buscar apoyo psicológico.

descripción de la imagen

Por Violeta Rivas

2019-11-02 4:50:41

El Salvador ha sido afectado por diferentes situaciones sociales desde el año 1960, cuando comenzaron los problemas por el conflicto armado donde iniciaron las desapariciones de salvadoreños, y actualmente se suman dos situaciones más: la delincuencia y la migración.

Socorro Jurídico Cristiano, entidad del Arzobispado de San Salvador , que fue creado en 1975 y que dejó de funcionar hace algunos años, registró a Leopoldo Fernando Soto Crespo como el primer desaparecido, un obrero originario de San Rafael Oriente, San Miguel, que fue detenido por agentes de la extinta Policía Nacional, y otros hombres vestidos de civil, el 25 de marzo de 1966, cerca del cuartel de La Maestranza, que estaba ubicado entre San Salvador y Ciudad Delgado.

Ahí comenzó el suplicio para muchas familias, quienes viven con la incertidumbre de no saber si su ser querido está vivo o muerto, o dónde están sus restos para poder tener el consuelo de enterrarlos y tener una sepultura dónde llorar.

Este es el duelo que viven muchas familias, principalmente madres, hijas, hermanas y esposas, ya que principalmente son mujeres las que buscan a su familiar desaparecido, comenta Oliver Martin, del Comité Internacional de la Cruz Roja.

Janeth Aguilar, psicóloga e investigadora de temas de seguridad, justicia y derechos humanos, realiza un trabajo para la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas (Conabúsqueda), entidad creada en 2018 y que realiza investigaciones sobre personas que desaparecieron por el conflicto armado.

Aguilar cuenta que hasta 1993 todavía seguían las desapariciones de personas a causa del conflicto armado, las cuales eran realizadas por grupos paramilitares que continuaban operando con prácticas del pasado.

Actualmente, dice la investigadora, continúan los grupos de exterminio, ya no como parte de una política del Estado, tampoco dentro de una lógica militar, pero sí ocurren desapariciones en donde están involucrados policías y militares, además de desapariciones ocasionadas por las pandillas, un fenómeno social que el país vive como secuela del conflicto armado, ya que algunas prácticas son similares a las de la época de la guerra, donde se encontraban los cuerpos de las personas mutiladas, desmembradas, o abandonados sin vestimenta, lo cual hacía más difícil identificarlos.

A nivel psicosocial, los efectos de las desapariciones son diversos y complejos, como en el caso de un hijo que de la noche a la mañana pierde a su madre, lo que implica quedar en una situación de abandono; o para una madre que desaparezca su hijo es una situación desesperante, comenta la psicóloga.

“La angustia de no saber dónde está, de no saber su estado de salud, qué le están haciendo, si va a regresar o no, las víctimas se debaten entre la esperanza que algún día va a volver (su ser querido), y viven la desesperanza y la desesperación de que no conocen su paradero, no saben lo que le ocurrió y desconocen si va a volver. Hay diversos efectos psicosociales que los familiares viven, esa vulneración de sus derechos, pero también implica la desestructuración de la familia”, expone Aguilar.

Desapariciones múltiples

En el caso del conflicto armado las desapariciones eran múltiples, en muchas ocasiones desaparecían los padres, y los hijos quedaban en la orfandad; o desaparecían los hijos, o familias donde solo sobrevivían dos integrantes, y los sobrevivientes eran obligados a vivir en pobreza cuando los desaparecidos eran el sustento de la casa.

“Obligan a las familias a vivir en pobreza, porque en muchos casos ha desaparecido quien daba el principal aporte (económico) a la familia, o el hijo mayor que contribuía a la manutención de los hermanos menores. Implica también que muchas personas tenían que irse de su hogar luego de las desapariciones, por el temor de que regresaran por ellos, hay una desestructuración de la familia y también a nivel comunitario”, dice Aguilar.

En el caso de la comunidad, la investigadora explica que en ese lugar donde se da una desaparición queda el miedo de que pueda sucederle a otra familia, como los casos actuales, donde están desapareciendo con mucha frecuencia niños y jóvenes de una misma comunidad, un lugar que ya no vuelve a ser la misma ya que se paraliza por el miedo.

En muchos de los casos los niños que quedan en la familia del desaparecido tienen que salir de ese entorno, lo cual radica en distintos efectos psicológicos, y psicosociales, emocionales y económicos en la vida de las familias y de las comunidades.

“Lo que hemos encontrado en ese estudio es que, a pesar de que han pasado 40 años de la desaparición de los seres queridos, (debido al conflicto armado) la gente sigue albergando la esperanza de encontrar al menos los restos. En muchos de los casos, el único deseo de un familiar es poder enterrar los restos, junto a la madre del desaparecido, que ya murió”, indica Aguilar.

Para los hijos implica seguir ese compromiso con los padres, ya fallecidos, de buscar los restos del desaparecido.

Otros problemas son los daños a la salud de los padres que cayeron en estado de depresión profunda a causa de la desaparición de su hijo, la cual derivó en enfermedades crónicas que aceleraron su muerte. Esta situación causa que se eleven los gastos en la familia, tanto por las enfermedades que hay que tratar o por los funerales que la familia tuvo que costear al fallecer los padres, como consecuencia de la desaparición de su ser querido.

Ante esta situación, Aguilar indica que el Estado debería de reconocer esas inversiones que hizo la familia, los daños que han implicado a terceros esas desapariciones a causa del conflicto armado, y que son problemas que siguen afectando a las familias salvadoreñas con las desapariciones por violencia.

“Las personas tienen derecho a conocer la verdad, qué sucedió, a saber qué pasó con su familiar, qué le hicieron, dónde están sus restos y a que les sean entregados, adecuadamente identificados, bajo condiciones de dignidad y de respeto a las víctimas; y en segunda instancia, si los familiares lo deciden, también el derecho a la justicia y a la reparación”, dice la investigadora.

Impactos en la salud mental y psicosocial

Nadia Guevara, psicóloga de Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), expuso que algunos de los impactos en la salud mental y psicosocial de los familiares de desaparecidos son dificultades para conciliar el sueño, aumento de conflictos relacionales, cambios de hábitos alimenticios, además de tener emociones y pensamientos en conflicto.

“Las familias salvadoreñas que no tienen a un ser querido porque desapareció, ya sea (que) por el trayecto migratorio las cosas no salieron como esperaba, o que las situaciones de violencia pueden haber hecho que el contacto entre familiares se perdiera, o inclusive que por el conflicto armado su familiar un día ya no regresó, viven las mismas emociones aunque la desaparición se haya dado por situaciones diferentes”, asegura la psicóloga.

Guevara expone que las emociones de los familiares de desaparecidos son ambiguas, ya que es normal que se tenga la esperanza de que regresen con vida, pero también es normal sentir angustia, tristeza y dolor.

Sostiene que no todos los familiares van a sentir el mismo nivel de esperanza o de angustia por el desaparecido, y es normal que algunos van a poder guardar el recuerdo del desaparecido con más tranquilidad, pero puede ser que el que tuvo un vínculo más fuerte con esa persona va a guardar siempre la esperanza de que el ser querido regrese.

El equipo de acompañamiento familiar de personas desaparecidas del CICR ha encontrado que quienes más buscan desaparecidos son mujeres; un ejemplo de esto es la caravana de madres de desaparecidos migrantes, que sale cada fin de año a buscar a sus hijos, esposos y padres, para tener una pista de ellos.

Los pasos a seguir cuando desaparece un familiar, dice Guevara, es primero recordar que los familiares no están solos, ya que se puede iniciar la búsqueda sin desvincularse de los demás miembros de la familia, e invita a buscar apoyo psicosocial.

Las personas en busca de sus familiares pueden acudir a las Unidades de Salud, del Ministerio de Salud de la región metropolitana, donde hay psicólogos capacitados en pérdida ambigua, o a la unidad de atención psicosocial de la Cruz Roja Salvadoreña, que tiene un grupo de apoyo familiar de personas desaparecidas, además de las comisiones nacionales de búsqueda, para los familiares de desaparecidos por el conflicto armado, que también han sido capacitadas para atender a los familiares de personas desaparecidas.

Si las personas quieren solicitar ayuda desde el sector justicia, pueden acudir a la Fiscalía General de la República, a la Policía Nacional Civil y al Instituto de Medicina Legal, para que con base al protocolo de acción urgente puedan brindar ayuda en el ámbito legal y en la búsqueda.

“Son muchas familias las que viven esta situación, es sano buscar apoyo psicosocial y no aislarse”, expone Guevara. Depende del familiar del desaparecido cómo quiere recordar al ser querido, para mantener su presencia dentro de las celebraciones o ritos familiares, siempre con acompañamiento psicológico y recordando que se debe continuar el vínculo con los demás familiares que nos demandan en nuestra vida cotidiana, “porque no es malo el continuar con nuestra vida, con estas acciones no se está olvidando al desaparecido, ni se está traicionando”, dice Guevara.

Asegura que fechas importantes, como celebraciones de fin de año, cumpleaños o Semana Santa son fechas para recordar las alegrías, para mostrar las fotos, compartir con la familia lo bueno que compartieron con el desaparecido, para mostrar lo que hacía, hablar de sus cualidades y características particulares, como un homenaje para quien no los acompaña, comenta la psicóloga.