A Brenda López, hablar de libros le emociona hasta las lágrimas. No es de menos, en ellos encontró aprendizaje, una fuente de ingresos y una inspiración para continuar sus estudios de educación básica truncados, los cuales fueron retomados y ahora está a un paso de convertirse en licenciada en Psicología.
Brenda es la propietaria de la pequeña librería llamada El Barco, negocio que con el pasar de los años se ha mantenido flotando en diferentes lugares del Centro de San Salvador. Ahora está ubicado en la 3a. calle Oriente, entre la avenida Monseñor Romero y 4a. avenida Norte. Con altos y bajos, un cierre temporal y las pocas ventas no han impedido que el amor por los libros de su administradora se apague, al contrario, esto la ha impulsado a luchar contracorriente.
López cuenta que tenía 18 años cuando conoció al padre de su hijo, quien para ese entonces no sabía leer ni escribir bien. “Yo me salí de mi casa porque quería saber, aprender más, y mi madre no nos puso a estudiar porque su marido le decía que para qué íbamos a estudiar si siempre íbamos a estar en nuestras casas y nuestros maridos nos iban a mantener. Entonces no nos dio el estudio, y yo solo había hecho hasta segundo grado”, relata.
Según datos del informe de calidad de vida El Salvador Cómo Vamos del 2018, la taza de alfabetización de mujeres en San Salvador es del 95 %, lo que significa que de cada 100 mujeres hay cinco que no tienen acceso a educación.
Según el estudio el no saber leer y escribir es una situación desventajosa para las mujeres, factores que impiden que desarrolle habilidades de lectura y escritura.
La emprendedora recuerda que cuando llegó a San Salvador comenzó a estudiar en la escuela nocturna, actividad que se tornó complicada porque tenía que trabajar y estudiar. Cuenta que todos los días se dormía a las 12:00 de la noche, pues se quedaba leyendo e investigando más “porque no es lo mismo la clase que te dan en 4 a 5 horas que una o dos horas en la noche”.
Brenda asegura que el hecho de trabajar entre libros hizo que su amor por la lectura y el negocio se incrementara día con día. Relata que el primer kiosko de libros estuvo en el parque San José, local que era trabajado junto con su expareja. Sin embargo, al cabo de un par de años se separaron. Su excompañero de vida creó otra librería y ella se quedó con el negocio inicial.
“Cuando Norman Quijano quitó los puestos en el parque San José le compré todos los libros, los estantes al papá de mi hijo y comencé a pagar el alquiler y de ahí me hice la dueña de El Barco”, dice.
Entre los quehaceres del hogar, el cuido de sus dos hijos y los pasillos de su librería, con esfuerzo y mucho sacrificio, Brenda logró culminar sus estudios de bachillerato, pero no conforme con ese logro decidió optar por una carrera universitaria.