Eduardo Poma y su pasión por volar aviones antiguos

El economista y empresario salvadoreño, de 65 años, combina sus reuniones del consejo directivo de Grupo Poma con su pasión por las alturas y la restauración de aviones históricos. También es fotógrafo artístico, amante de la lectura y de la navegación en mar abierto.

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Poma es presidente del Club Salvadoreño de Aviación Civil y uno de los organizadores del show aéreo. Foto EDH/Lissette Monterrosa

Por Vanessa Linares

2019-06-18 5:31:18

Más que una simple diversión, para Eduardo Poma la aviación es una pasión. La sensación de libertad total y de devolver a la vida una parte de la historia ha sido su combustible para pilotear, organizar shows aéreos y restaurar aviones de la llamada época de oro de la aviación.

El economista y empresario salvadoreño reconoce que, al igual que muchos pilotos de los que conoce, tener un padre que también amaba volar influyó en que desarrollara un gusto particular por las alturas.

De niño, dice, ya piloteaba aviones. Disfrutaba ir sobre el asiento del copiloto guiado por su papá, aunque no alcanzara a ver hacia afuera del avión porque las ventanas eran muy altas para él.

Con cierta nostalgia y risa, recuerda que en esas horas de vuelo amateur, cuando su padre le indicaba que girara el avión a la derecha o a la izquierda. Lo que no sabía Eduardo era que mientras él piloteaba, la aeronave iba en modo automático todo el tiempo.

Aunque todos sus juguetes eran aviones y soñaba con tener todos los modelos que se le podía ocurrir enlistar, el empresario no imaginó que dedicaría tanta vida, tiempo y recursos a una afición como esta.

“Para mí, la aviación es un sentido de libertad total. Hay rutas y todo, pero si uno no va en un plan de vuelos, allá arriba uno tiene todo el cielo a dónde ir”, dice con notable convicción.

Cuando tenía alrededor de 14 años, Eduardo dice que hizo una lista de los aviones que quería tener cuando creciera. “Lo que no se me ocurrió es que eran caros, que valían plata”, añade sonriendo.

Comenzó a volar en 1974 y su pasión por la aviación lo ha llevado a reconstruir aviones clásicos.

El ahora empresario y piloto con licencia, recuerda que comenzó una fascinación por los aviones de los años 50 y 60.

Así, reconstruir piezas históricas, que recordaran dónde estuvieron, y que volvieran a ser tan esplendorosos como cuando salieron de la fábrica, ha sido su motivación durante los últimos 25 años.

Comenzó con un C-47A-DK de 1943, el más grande e icónico de su colección, y al que le tomó dos décadas devolverlo a la vida.

Según el amante de la aviación este C-47 es de la segunda guerra mundial; durante muchos de esos años voló para la Real Fuerza Aérea canadiense y en El Salvador, durante el conflicto armado, hacía vuelos diarios entre Ilopango y San Miguel.

Pertenecía a la familia Gutiérrez, pero después de la guerra se quedó abandonado en una esquina del aeropuerto hasta que Poma lo compró y comenzó a trabajar en él.

 

Con el Fouga Magister CM 170, que sirvió en la fuerza aérea francesa, el empresario lleva casi 25 años volando en shows aéreos.

 

El Fouga Magister CM 170 de 1963 es otro de los aviones de la colección por los que más se conoce a Eduardo Poma. Esta aeronave, también exmilitar, es un jet de dos motores que sirvió para la fuerza aérea francesa.

Desarmado pero en buenas condiciones, el Fouga arribó al país en 1995 y logró volver gloriosamente a las alturas.

De hecho, este es el avión con el que Poma realiza rutinas solitarias, dinámicas, con fuertes sonidos y espectaculares maniobras de precisión y a más de 400 nudos de velocidad y más de 5 Gs (gravedades). Poma destaca que lleva más de 25 años volando este avión en shows aéreos en toda el área centroamericana.

Con la “aviación en la sangre”, y 45 años de disfrutar de las alturas, Poma dice que seguirá volando hasta que su salud física y mental se lo permitan.

Ahora que está casi jubilado de sus responsabilidades laborales y tiene menos compromisos que cuando sus hijos eran pequeños; el empresario dedica más tiempo a la aviación.

Actualmente es presidente del Club Salvadoreño de Aviación Civil y uno de los organizadores del reconocido show aéreo de Ilopango.

Vale la pena mencionar que cada año este evento atrae a alrededor de 40,000 personas y durante la última década se ha destinado parte de sus ingresos a financiar la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Nacional de Niños Benjamín Bloom.

Para el empresario, El Salvador es un gran productor de pilotos de calidad y técnicos especializados en el mantenimiento de motores y aeronaves.

Además de la aviación, el miembro de la familia Poma es fotógrafo artístico, amante de la lectura y de la navegación en mar abierto.