El drama de más de 200 familias santanecas por no tener qué comer

Son niños, madres solteras, ancianos, gente que vivía de la venta informal y alquilan en mesones. La cuarentena los ha dejado sin trabajo.

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Por David Marroquín

2020-05-15 11:00:46

En la mayoría de casas y mesones en los barrios San Lorenzo y Santa Bárbara en Santa Ana, ondea una bandera blanca y tienen rótulos con los que sus residentes buscan llamar la atención para que les den ayuda alimenticia y monetaria porque lo poco que tenían antes de entrar la cuarentena domiciliar ya se les terminó.

Según estos afectados, no tienen asegurada su alimentación y la de sus familias cada día que pasa. Son más de 200 familias santanecas que dicen estar pasando por una crítica situación porque no tienen ingresos monetarios para subsistir en cuarentena porque la mayoría sobrevive de las ventas informales y en este tiempo no pueden salir a trabajar.

Esta gente está angustiada y desesperada. Lo peor de la situación es que hay muchas personas de la tercera edad y niños menores de 10 años.

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Entre los dos barrios hay probablemente más de 20 mesones con unas 15 habitaciones cada uno, según vecinos. La mayoría de los residentes de los mesones son vendedores informales que tienen sus pequeños puestos de ventas en el centro de la ciudad de Santa Ana, pero que desde que comenzó la cuarentena domiciliar no se atreven a ir a vender porque temen que los policías y soldados los capturen por incumplir con esa medida y eso agrave aún más su situación familiar porque la mayoría de los vendedores tienen hijos menores.

“En tiempo normal la vamos pasando con el día a día, pero ahora con la situación del coronavirus no podemos salir a trabajar y aquí hay necesidad de alimentos porque hay niños y por eso pedimos ayuda”, dijo Sara López, de 47 años.

“Ya se nos terminó el alimento y no tenemos dinero para ir a comprar”, dijo Sonia Ruíz, de 52 años, quien se gana la vida con la venta de jugos y frutas en el centro de Santa Ana.

También hay personas que trabajaban en pequeños comedores y cafetines, cuyos propietarios tuvieron que cerrar porque las autoridades los obligaron. Estas personas no han recibido ni un solo dólar desde que comenzó la cuarentena domiciliar debido a que los dueños de esos pequeños no tienen ingresos para pagarles el salario de los meses que estarán cerrados.

“Necesitamos verduras, avena, maizena, leche para niños, productos de primera necesidad, ropa usada para niños, paquetes de higiene personal”, pedían a través de los rótulos pegados en la entrada del pasaje Coto, de la colonia del mismo nombre. Solo en ese lugar hay seis mesones donde viven unas 50 personas de la tercera edad y no menos de 60 niños con sus padres.

A la espera de los altruistas

Al final de la 9a. Avenida Norte, siempre en la colonia Coto, barrio Santa Bárbara, los residentes de los mesones han optado por permanecer afuera para aprovechar la ayuda alimenticia que les puedan llevar personas particulares o entidades humanitarias como la Fundación Maternal José y María de la Iglesia El Calvario.

“Vimos la necesidad que tiene la gente. Esta fundación reparte todos los días comida donde estamos ubicados y ahora hemos salido a repartir un poquito de comida afuera”, dijo Mario Sandoval, representante de la fundación que reparte entre 175 a 200 raciones de almuerzos a diario.

Estas personas necesitadas dependen por el momento del buen corazón de personas particulares que les regalan comida preparada, pero no es suficiente para satisfacer las necesidades de la mayoría de los residentes de esta zona.

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Aseguran que un buen número de familias no resultaron beneficiadas con el bono de $300 que dio el gobierno y los que sí lo recibieron tuvieron que compartirlo con familiares que no alcanzaron ese beneficio.

La única ayuda que han recibido estas personas, según dijeron, fue un paquete con dos libras de frijoles, dos libras de arroz, dos bolsas con macarrones y una libra de sal. Pero el problema radica en que los afectados no tienen dinero para la compra de gas propano que le permita cocinar sus alimentos. Algunos han tenido que recurrir a la compra de carbón para que les alcance el poco dinero que tienen.

Además, estas personas están esperanzadas en que los dueños de los mesones donde residen les permitan pagar la renta de los apartamentos hasta después de que pase la emergencia por la pandemia del COVID 19.

Ante la enorme necesidad por la que atraviesan, pidieron al gobierno central, a las autoridades municipales, organizaciones humanitarias y personas altruistas a que les ayuden porque no tienen trabajo ni tampoco la oportunidad de ir a ganarse la vida en los puestos de venta informales que tienen en el centro de Santa Ana.

TRES HISTORIAS QUE RETRATAN LA NECESIDAD

“Salimos no porque queramos contagiarnos, la necesidad nos ha hecho salir a la calle”

Verónica Quintana es madre soltera de 27 años. Antes de la cuarentena domiciliar trabajaba en una fábrica de arneses para vehículos en Santa Ana pero como cerraron sus operaciones se quedó sin trabajo y sin salario de manera temporal. Ella reside junto a sus dos hijas, de dos y nueve años, en uno de los mesones situados en la colonia Coto.

“Aquí en este mesón hay personas de la tercera edad y niños. Hay que acordarse que las personas de la tercera edad no pueden trabajar. Por la cuarentena estamos faltos de trabajo y no tenemos dinero, no nos están pagando, entonces necesitamos comer y necesitamos un poco de granos básicos para ayudarles a los ancianos, a los niños”, dijo Quintana.

Según la joven, ellos hacen lo posible por sobrevivir mientras pasa la pandemia y se acaban las restricciones del gobierno. “Mientras tanto, tenemos que sobrevivir porque no estamos recibiendo sueldo, solo recibimos lo que son dos semanas y lo demás ahorita estamos dependiendo de la voluntad de Dios”.

Verónica aseguró que con el salario por las dos semanas laborales pudo subsistir algunas semanas, pero ahora que el dinero se le agotó no tuvieron otra opción que colocar la bandera blanca junto con otros vecinos del mesón para pedir ayuda a la gente que pasa por el lugar.

A la necesidad de no tener qué comer también se le suma el temor de que los policías y militares les llamen la atención de que se encuentren afuera de sus apartamentos y que se los lleven a un centro de contención por supuestamente violar la cuarentena domiciliar.

“Solo pasan o solo se detienen, se nos quedan viendo, pero igual nosotros estamos con temor de que un día nos vayan a decir algo, por eso es que cada vez que los vemos salimos corriendo para adentro, pero nosotros lo hacemos no porque queramos contagiarnos, pero la necesidad nos ha hecho salir a la calle”, dijo Verónica.

Kaomi Mercedes viste y alimenta a su bebé gracias a la solidaridad de vecinos

Tiene 23 años de edad y es madre soltera. Vive en una habitación del mesón Coto al final de la 9a. Avenida Norte de Santa Ana. Hace cuatro meses, dos antes de que se declarara la cuarentena domiciliar obligatoria, tuvo su primera hija. Para subsistir vendía todo tipo de artículos o productos en un puesto ambulante en el centro de Santa Ana. Ahora le resulta difícil obtener dinero para mantener a su bebé.

La solidaridad de sus vecinos en estos momentos difíciles le ha permitido a esta joven madre tener lo necesario para el cuido de su hija. “La gente aquí me ha ayudado con comida para la niña, ropita, pañales; así la vamos pasando”, dijo Kaomi, quien al igual que miles de salvadoreños no sabe qué pasará después de que termine la emergencia nacional por el COVID-19.

Una de sus vecinas, Carmen Adriana, tiene cuatro hijos menores. Ella tenía pocos meses de haber comenzado a trabajar en una taquería, pero como la propietaria decidió cerrarla de manera obligada por la cuarentena, ya no recibió su salario.

Carmen dijo que la propietaria le fue sincera al decirle que ella tenía toda la intención de pagarle el tiempo que estará cerrada la taquería, pero como no se vende nada, no puede cancelarle el sueldo, sino que hasta se normalice la situación.

“Ahora por la cuarentena no hemos podido salir a trabajar, mi esposo vive de la venta, si trabaja él, comemos; si no estamos a lo que Dios nos da”, dijo Carmen.

 

“Ayúdennos porque no estamos trabajando”

Doña Rosa Figueroa tiene 70 años de edad y vive sola en un cuarto de mesón situado en la 9a. Avenida Norte de Santa Ana. Ella atendía un puesto de venta de comida frente al centro penal Apanteos en la ciudad santaneca. Por la cuarentena domiciliar obligatoria tuvo que cerrar. Ahora no tiene de dónde obtener algún ingreso económico que le permita subsistir.

“No hay esperanza de trabajar y como uno está viejo ya no le dan trabajo en ninguna parte. Necesitamos que nos ayuden, lo que sea la voluntad de las personas o del gobierno. Todos tenemos hambre”, dijo Rosa.

La señora aseguró que con la ayuda de personas generosas, por el momento han comido. “Por el momento gracias a Dios no hemos aguantado hambre, aunque no tenemos solo de agarrar”, dice.
Rosa permanece fuera del mesón donde reside junto a varias de sus vecinas en espera de que alguna persona caritativa les llegue a dar alguna ayuda alimenticia o monetaria.