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Daniela Rivas, la salvadoreña que exporta arte textil. Fotografía/ elsalvador.com

Daniela Rivas, la salvadoreña que exporta su arte textil a 10 países del mundo

Las piezas monumentales de la arquitecta y emprendedora, Daniela Rivas, ya decoran boutiques, residencias y espacios de lujo en América, Europa y Asia.

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Por elsalvador.com
Publicado el 07 de diciembre de 2025

 

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Daniela Rivas, arquitecta y emprendedora salvadoreña, dejó su carrera para dedicarse al arte textil y fundó Navir, un taller donde crea piezas monumentales tejidas a mano. Sus obras, que pueden medir hasta ocho metros y pesar más de 80 libras, han conquistado mercados exclusivos en América, Europa y Asia. Junto a un equipo de artesanas que ella misma capacitó, Daniela produce tapices personalizados para residencias, boutiques de lujo y marcas internacionales. Aunque exportar fue un reto, hoy sus piezas llegan a más de 10 países. Su próximo objetivo es participar en prestigiosas ferias de diseño en Miami o Milán.

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Las manos de Daniela Rivas, una joven arquitecta salvadoreña de 32 años, han tejido un camino inesperado: uno que la ha llevado desde la sala de su apartamento hasta los escaparates más exclusivos de América, Europa y Asia.

Sus obras textiles —colosales, vibrantes y completamente hechas a mano— ya decoran boutiques, residencias de lujo y espacios comerciales en países tan lejanos como Tailandia, Grecia, Francia, Italia, Estados Unidos, Puerto Rico y Filipinas.

Más que tapices, Daniela crea lo que ella describe como arte textil, piezas que parten de un concepto profundo, ya sea una historia personal del cliente, elementos de la naturaleza o emociones propias del proceso artístico. Su enfoque, dice, es darle vida a hilos multicolores que logren dialogar con la arquitectura contemporánea.

Las obras textiles de Navir, elaboradas completamente a mano, han llegado a mercados exclusivos en América, Europa y Asia. Fotografía/ elsalvador.com
Las obras textiles de Navir, elaboradas completamente a mano, han llegado a mercados exclusivos en América, Europa y Asia. Fotografía/ elsalvador.com

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"A mí me gusta llamarlo arte textil. Ese es mi enfoque porque todo parte de un concepto de diseño de una inspiración, muchas veces puede ser la historia del cliente, un elemento de la naturaleza o emociones de nosotros como artistas", afirma.

Del diseño arquitectónico al arte textil de gran formato

Aunque disfrutaba de su trabajo como arquitecta durante nueve años, Daniela confiesa que se sentía “vacía de propósito”. Esa sensación la llevó a renunciar y abrir un pequeño taller al que llamó Navir, apenas meses antes de que la pandemia obligara al mundo a detenerse.

Decidida a encontrar su propio lenguaje visual, estudió técnicas textiles, recorrió pueblos en busca de artesanos y materiales, y comenzó a experimentar con piezas que pronto superaron los cuatro metros de alto.

Lo que inició como un proyecto personal en su apartamento se transformó rápidamente en un emprendimiento que llamó la atención de clientes de alto nivel.

Los tapices monumentales de Daniela, que pueden superar los ocho metros de alto, ya decoran boutiques y residencias de lujo alrededor del mundo. Fotografía/ elsalvador.com
Los tapices monumentales de Daniela, que pueden superar los ocho metros de alto, ya decoran boutiques y residencias de lujo alrededor del mundo. Fotografía/ elsalvador.com

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"Yo quería hacer arte pero enfocado en el cliente en el que con el que yo trabajaba cuando era arquitecta, la firma hace casas de lujo y estaba convencida que podría acercar los textiles a ese diseño arquitectónico contemporáneo, sabía que podían dialogar juntos pasar de algo menos típico o étnico a algo más sofisticado", cuenta la joven.

Su visión era clara: combinar su formación arquitectónica con un oficio tradicional para crear piezas contemporáneas, sofisticadas y hechas completamente a mano.

Un taller que crece junto a su obra

Con la demanda en aumento, Daniela tuvo que abandonar el trabajo solitario. Primero contrató a una colaboradora y luego formó un equipo de artesanas: Wendy, Claudia y Jenny, quienes no tenían experiencia previa en telares, pero que bajo su guía se convirtieron en parte esencial de Navir.

Claudia, madre soltera de 32 años, afirma que este trabajo transformó su vida. "Yo vine acá sin saber nada… cuando termino una obra que sé que va a Francia o a Asia, siento que estoy haciendo algo grande e importante", relata orgullosa.

Las artesanas de Navir no tenían experiencia en telares, pero hoy elaboran piezas de gran formato que decoran espacios de lujo en distintos países. Fotografía/ elsalvador.com
Las artesanas de Navir no tenían experiencia en telares, pero hoy elaboran piezas de gran formato que decoran espacios de lujo en distintos países. Fotografía/ elsalvador.com

Además del equipo interno, Daniela coordina a otros siete artesanos externos que apoyan en carpintería, cerámica, mecánica, orfebrería y más, todos esenciales para completar piezas que pueden superar las 80 libras de peso y los ocho metros de alto.

Aunque hoy sus piezas viajan por el mundo, el inicio no fue sencillo. Daniela reconoce que uno de sus mayores desafíos fue entender cómo enviar una obra de gran formato fuera del país. También enfrentó el reto del empaque: algunas piezas requieren hasta $1,000 solo en costos de envío y embalaje.

Con el tiempo, sin embargo, ha encontrado aliados logísticos, mejores formas de empacar y procesos más eficientes.

Navir trabaja dos modalidades:

  • Piezas personalizadas, creadas desde cero a partir de la historia o concepto del cliente.
  • Adaptaciones del catálogo, diseñadas digitalmente y presentadas antes de iniciar la producción.
El taller de Navir, ubicado en Zaragoza, se ha convertido en un punto de creación artística donde convergen diseño, tradición y contemporaneidad. Fotografía/ elsalvador.com
El taller de Navir, ubicado en Zaragoza, se ha convertido en un punto de creación artística donde convergen diseño, tradición y contemporaneidad. Fotografía/ elsalvador.com

Su primera exportación fue a Miami: una pieza llamada Catalina, de dos metros de alto, bautizada en honor a su hija y a su bisabuela. Poco después llegó un proyecto clave: dos obras monumentales para Starbucks en Antigua Guatemala, de cuatro metros de alto y ocho metros de ancho, un encargo que consolidó su presencia regional.

Desde entonces, las llamadas llegan desde Italia, Filipinas, Canadá, República Dominicana y más. Lo que comenzó entre hilos en un pequeño apartamento hoy es una marca salvadoreña que viaja por el mundo.

Alianzas, expansión y sueños por cumplir

Navir continúa creciendo. Sus piezas ya están presentes en boutiques de lujo de una marca internacional de moda y en residencias del más alto nivel. Aunque las demandas aumentan, Daniela todavía dirige personalmente la parte artística y la comunicación, un rol que admite que aún no logra delegar sin perder la esencia que distingue su trabajo.

El taller, localizado en Zaragoza, La Libertad, se ha quedado pequeño. La escala de las obras y la cantidad de pedidos obligan a pensar en una expansión próxima.

Pero Daniela no se detiene. Sueña con llevar Navir a ferias internacionales de diseño en Miami o Milán, dos de los escenarios más exigentes del mundo creativo.

"Aunque no imaginé llegar tan lejos, desde el inicio quise llegar a lo grande, al lujo, a lo exclusivo”, confiesa

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