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Muneca Roxana fabrica El Salvador

Roxana, la muñeca que conquistó la infancia salvadoreña

Miles de niñas crecieron abrazando a una Roxana, aquella muñeca de ojos azules y cabello impecable que marcó generaciones. Te contamos cómo se fabricaba

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Por Leidy Puente / elsalvador.com
Publicado el 01 de octubre de 2025

 

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Las muñecas Roxana marcaron la infancia de generaciones en El Salvador, convirtiéndose en un símbolo de creatividad y tradición local. Fabricadas entre los años 70 y 2000, eran elaboradas con materiales de calidad importados y un delicado trabajo artesanal que incluía desde el maquillaje pintado a mano hasta vestidos cosidos con encajes y listones. A pesar de la competenc

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Para muchas salvadoreñas, hablar de la muñeca Roxana es evocar recuerdos de una época en la que los juguetes no solo se compraban, sino que también se fabricaban en el país. Desde la década de 1970 hasta inicios de los 2000, estas muñecas se convirtieron en las más queridas de la niñez salvadoreña.

Entrar a la fábrica donde nacían era como caminar dentro de un cuento, galeras amplias, mesas repletas de piezas de vinil y decenas de trabajadores que, con dedicación, daban forma a la muñeca que más tarde sería parte de la Navidad en miles de hogares.

De acuerdo con Archivos de elsalvador.com, la producción alcanzaba su punto más alto en los últimos meses del año. En diciembre, los pedidos se multiplicaban y la fábrica llegaba a producir mil muñecas al día, todas ensambladas de manera casi artesanal.

El bullicio de las costureras, el calor de los hornos y el ritmo constante de quienes maquillaban muñeca por muñeca daban a la fábrica un aire de magia y esfuerzo combinado.

Muneca Roxana fabrica El Salvador
Las muñecas Roxana fueron elaboradas en El Salvador con materiales de primera calidad, muchos importados de Europa, Asia y Estados Unidos. Foto/ Archivo

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De Tacoplast a Industrias Roxana

La historia de la marca inició en 1970 bajo la empresa Tacoplast S.A. de C.V., dedicada a la fabricación de productos plásticos. Sin embargo, con el tiempo, la muñeca Roxana se convirtió en el producto estrella y terminó dando nombre a una nueva compañía: Industrias Roxana S.A. de C.V., fundada en 2001 en honor a la hija de la propietaria, doña Irma Charud.

A lo largo de más de cuatro décadas, la empresa fue la única en toda Centroamérica que producía muñecas y otros juguetes como los “mordelones” y los famosos “Chiquis”. Sus modelos tenían nombres que todavía resuenan en la memoria: Natasha, Pamela, Sofía, Andrea y Nicole, además de los bebés que simulaban recién nacidos.

Para mantener los estándares de calidad, los materiales provenían de diferentes países: cabellos sintéticos de Italia, vinil de Colombia, ojos mecánicos de Estados Unidos y telas de colores que también llegaban desde Asia.

Muneca Roxana fabrica El Salvador
El maquillaje de cada muñeca se realizaba a mano, detalle por detalle, para darles un acabado único. Foto/ Archivo

El esfuerzo era enorme. La competencia, sobre todo con la masiva importación de juguetes desde China, representó siempre un desafío. Sin embargo, Roxana mantuvo un lugar privilegiado en el corazón de los salvadoreños gracias a la durabilidad y el detalle con que eran elaboradas.

Cada muñeca Roxana era el resultado de un trabajo en cadena que involucraba a decenas de manos expertas. El proceso comenzaba en el área de moldes, donde el vinil líquido se vertía en piezas que luego eran horneadas a altas temperaturas.

Después de enfriarse en agua y limpiarse con cuidado, aquellas piezas de plástico se transformaban en brazos, piernas, torsos y cabezas listas para cobrar vida.

Ahí iniciaba la parte más delicada, dar personalidad a la muñeca. Algunas colaboradoras se encargaban de insertar mechón por mechón el cabello sintético en las cabezas. Otras colocaban los ojos móviles, que se abrían y cerraban al recostar la muñeca.

Luego llegaba el turno de las maquillistas, quienes con pinceles finos aplicaban rubor, pintaban labios y daban color a las cejas y párpados. Todo a mano y pieza por pieza, lo que convertía a cada Roxana en única.

Muneca Roxana fabrica El Salvador
Era el juguete preferido de muchas niñas. Foto/ Archivo

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En paralelo, el área de costura confeccionaba vestidos con encajes, listones y telas brillantes. Los conjuntos eran variados: desde vestidos elegantes hasta trajes más sencillos, siempre adaptados al modelo de la muñeca. Una vez vestidas, las piezas eran ensambladas, revisadas y empacadas con el sello de calidad de la empresa.

El resultado era un juguete resistente, con detalles que las hacían diferentes de las muñecas importadas y que, al mismo tiempo, reflejaban la creatividad de manos salvadoreñas.

Para muchas niñas, recibir una Roxana en Navidad era sinónimo de ilusión cumplida. Se convirtió en un regalo infaltable en los hogares salvadoreños, presente en cumpleaños, fiestas patronales y sobre todo bajo el árbol en diciembre. Su popularidad era tal que, incluso con la competencia, mantuvo su lugar como la muñeca favorita durante décadas.

Los escaparates de los almacenes solían exhibir filas completas de muñecas Roxana con vestidos brillantes y peinados impecables. Para los padres, era una compra segura; para las niñas, un sueño hecho realidad.

Muneca Roxana fabrica El Salvador
Los famosos muñecos Chiquis también se elaboraban en la fábrica. Foto/ Archivo

El cierre de la fábrica

Pese al esfuerzo y la calidad, la empresa no pudo sostenerse frente a la avalancha de juguetes importados a precios más bajos. Con el paso de los años, la producción disminuyó hasta detenerse por completo. El cierre marcó el final de una era en la que El Salvador fue capaz de fabricar sus propios juguetes y competir en el mercado regional.

El adiós a Roxana no solo fue el cierre de una fábrica, también significó la despedida de un ícono cultural. Para muchos de sus trabajadores fue el fin de una etapa de esfuerzo y orgullo; para quienes crecieron con una muñeca en brazos, la nostalgia de un juguete que representaba inocencia y alegría.

Hoy, aunque ya no se fabriquen, las muñecas Roxana siguen vivas en la memoria colectiva. Basta una fotografía de archivo o una anécdota de Navidad para que los recuerdos regresen, tardes enteras peinándolas, cambiándoles de vestido y compartiendo juegos de fantasía.

Roxana fue mucho más que una muñeca. Fue un pedacito de la infancia salvadoreña, un testimonio del talento local y un recuerdo imborrable de un tiempo en que la ilusión cabía en un par de ojos azules y un vestido de encaje.

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