150 aniversario de una obra dramática pionera
El pasado 27 de marzo fue el Día Mundial del Teatro. En 2022 se cumple el sesquicentenario de la única representación de una obra dramática salvadoreña redactada en versos, con temática central en el amor infiel, el aborto y el rechazo social para las mujeres.

Rellené la pequeña hoja para solicitar materiales y se la entregué al bibliotecario. Indiqué que deseaba revisar los años de 1870 a 1875, porque no recordaba la fecha exacta en que mi memoria me decía que un autor salvadoreño había publicado algo en aquella revista parisina. Con los tomos en mi escritorio asignado, mis dedos recorrían las hojas, mis ojos se maravillaban y mi grueso cuaderno de apuntes se llenaba de anotaciones manuscritas.
Unas pocas horas después, surgió el texto buscado. Dos Flores, o sea, Rosa y María, aquel drama escrito en 1872 por el abogado y funcionario salvadoreño Dr. Francisco Esteban Galindo Enríquez (1850-1896), apareció por entregas en la parte literaria ilustrada de aquella publicación de gran formato editorial, en el año XXXIII, 1874, tomo LXIII, nos. 1112-1117, páginas 314-315, 334-335, 350-352, 366-367, 379 y 394-395. Durante los siguientes días, copié, transcribí y cotejé aquellos materiales. Incluso, hice lo mismo con las ocho escenas iniciales del primer acto, que fueron reproducidas en la revista El pensamiento, publicación mensual de la Sociedad Científico-Literaria La Nueva Generación, San Salvador, año III, no. 2, febrero de 1896, páginas 17-23. Esa edición a doble columna presentaba pequeños errores de transcripción. La comisión redactora de esa revista sansalvadoreña estaba compuesta por Herculano A. Cornejo, Antonio Domínguez y Manuel A. Recinos.


que se aleja por el fondo.
Aquí durará por siempre
Y aun más allá de la vida,
Por tus ojos encendida
Esta llama virginal.
Será mi amor cual la roca
Que entre los mares se asienta
En que la ola y la tormenta
A estrellarse humildes van,
Y si alguna vez mi suerte
Mancha con sangre mi sino,
Más alto que mi destino,
Hablará mi corazón.
(María desaparece.)Que vengan penas, dolores,
Que yo riendo a su embate
Me animará en el combate
El perfume de esta flor.
(Rosa aparece caminando lentamente, trayendo en
la mano la carta que escribió Antonio en la escena V.
Se coloca detrás de él en silencio.)¡Oh! Sí, sí, flor de mi alma,
Tu inmaculada belleza
De mi pecho la tristeza
Templará con suave olor.
Y cada vez que yo mire
La albura de tu corola,
Vendrá a mi frente la aureola
De las memorias de amor.
(Se la lleva al corazón.)Y siempre, siempre en mi pecho
Aquí vivirás conmigo;
Yo seré tu ardiente amigo;
Tú, el numen de mi placer.
Por otra extraña belleza,
No siendo tu dueño hermoso,
Mi corazón amoroso
Nunca latir sentirás,
Que ella es savia de mi alma,
Y en frenesí yo la adoro,
Y si río y si lloro
Será por ella y no más.
(Se vuelve y se encuentra frente a
frente con Rosa, que contiene la ira.
Antonio aparenta cortarse.
Un momento de silencio.)Rosa¿Esa es la madre que en tu carta dices
Marchita de tu amor la ilusión bella,
Ese el cariño santo que contiene
La hermosa luz que la pasión destella?
¿Tiemblas, infame, porque el crimen tiembla
Y hiel vertiste en mi azarosa vida,
O porque temes la venganza airada
De una mujer amante y ofendida?
Sangre brotando el corazón maldito
Ha de romper de la pasión los lazos
Y en ti verter su cáliz de amargura
Al estallar tremendo en mil pedazos.
¿Sabes lo que es la saña enfurecida
De mi alma que feliz en su inocencia
Abandonada en su despecho mira
Trocarse en fetidez su suave esencia?
Es el torrente que devasta todo,
Es el incendio de la mies dorada,
El rayo que serpea en la tormenta,
La rabiosa leona desatada.
Tiembla, perjuro, que no en vano heriste
Con dardo vil el corazón que te ama,
Y esa mujer feliz a quien adoras,
Tiemble que mi alma la venganza clama.
Yo te entregué mi corazón ardiendo,
Y en medio de mi fiebre y mi locura
En holocausto te ofrecí engañada
Primicia criminal de mi hermosura.
¡Y ahora me abandonas y me olvidas
Y ahora me cubres de vergüenza y luto!
¡Cuando ya llevo, ingrato, en mis entrañas
De un loco amor el inocente fruto!
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Antonio
Rosa, por Dios, me matas... ignoraba...
Rosa, llorando.
¡Pobre del hijo que no tiene padre!
No lloro por tu amor, que te aborrezco,
Lloro por el ser de quien soy madre.
Antonio
¡Piedad!
Rosa
No mientas, infame, antes muerta
Y a los ojos del mundo deshonrada,
Que verme con tu afecto compasivo
En medio de mi crimen humillada.
Yo tengo un alma grande como el cielo,
Y si pagué tributo a la materia,
Aún tengo mi altivez y mi hidalguía
Y aún bate noble mi abrasada arteria.
Yo no te pido amor: nada te pido...
Ya no eres digno, ingrato, de mi aprecio,
Tú no eres el Antonio a quien yo amaba,
Ya no te amo ni te odio: te desprecio.
(Le arroja la carta y se va.)

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