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¿De dónde vienen los villancicos que cantamos hoy?

Descubrí cómo los villancicos viajaron de iglesias medievales a nuestros hogares y siguen uniendo generaciones cada Navidad.

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Por Lissette Figueroa
Publicado el 24 de diciembre de 2025

 

TU RESUMEN

Los villancicos, esas canciones que cada Navidad vuelven a sonar, tienen un origen que se remonta a la Europa medieval. Inicialmente alternaban estribillos y estrofas, cantados en latín y lengua vernácula, y se interpretaban tanto en iglesias como en celebraciones populares. Con el tiempo se asociaron a la Navidad, viajando de templos y monasterios a hogares y calles, atravesando siglos y fronteras. Su popularidad creció en el siglo XIX con el resurgimiento de la Navidad como celebración doméstica. Hoy, villancicos como Noche de paz o Away in a Manger siguen emocionando, conectando generaciones y manteniendo viva la tradición navideña.

La Navidad no sería lo mismo sin los villancicos. Esas melodías que cada diciembre vuelven a sonar en casas, calles y plazas esconden siglos de historia y evolución.

Aunque hoy los asociamos casi exclusivamente con el nacimiento de Jesús, los villancicos no siempre fueron canciones navideñas ni exclusivamente religiosas.

Según World History Encyclopedia, su origen se remonta a la Europa medieval, donde el término “villancico” abarcaba distintos tipos de canciones, tanto para los servicios de la iglesia como para la vida cotidiana de los pueblos.

En su forma más temprana, los villancicos alternaban estribillos repetitivos con estrofas, lo que facilitaba que cualquiera los recordara.

Muchas veces, los estribillos se cantaban en latín mientras las estrofas se interpretaban en la lengua vernácula, y normalmente un coro repetía el estribillo mientras un solista cantaba las estrofas.

El canto de villancicos nació en iglesias medievales y con el tiempo se trasladó a calles y hogares, convirtiéndose en una tradición navideña compartida. Fotografía/ Freepik
El canto de villancicos nació en iglesias medievales y con el tiempo se trasladó a calles y hogares, convirtiéndose en una tradición navideña compartida. Fotografía/ Freepik

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La musicóloga E. Poston señala que “el talento esencial del villancico radica en su comunicatividad”, y es justamente esa capacidad de unir a la gente la que permitió que estas canciones trascendieran el tiempo y el espacio.

Con el paso de los años, los villancicos comenzaron a asociarse especialmente con la Navidad. Se utilizaban como herramientas para enseñar la fe cristiana y ofrecer momentos de devoción alegre.

Monjes y peregrinos los llevaron de un territorio a otro, convirtiéndolos en parte de la cultura común de la cristiandad. Incluso se cantaban fuera de las iglesias, en celebraciones populares como la noche de Reyes, donde se creía que entonar estas canciones ayudaba a atraer buena salud y cosechas abundantes para el año siguiente.

Cada región aportó su propia variante. En Francia surgieron los noëls, colecciones de villancicos que se publicaban desde el siglo XVI, mientras en Italia aparecían las laude, y en los países de habla alemana los Weihnachtslieder y Christliche Wiegenlieder.

Entre los ejemplos medievales que aún sobreviven se encuentra Good Christian Men Rejoice, conocido también como In Dulci Jubilo, que refleja la sencillez y alegría que caracterizaba a los villancicos originales.

El camino de los villancicos no fue siempre fácil. Durante el siglo XVII, su popularidad decayó en varias regiones. En Gran Bretaña, por ejemplo, los puritanos prohibieron la celebración de la Navidad tras las guerras civiles inglesas, y con ello muchas canciones tradicionales quedaron en desuso.

No obstante, tras la Restauración inglesa en 1660, los villancicos regresaron, y hasta compositores destacados como Johann Sebastian Bach comenzaron a escribir obras inspiradas en ellos. Su Oratorio de Navidad de 1734 es un ejemplo de cómo estas canciones podían narrar la historia de la Natividad con complejidad y belleza musical.

Hoy, cantar villancicos en familia mantiene viva una tradición que ha atravesado generaciones y fronteras culturales. Fotografía/ Freepik
Hoy, cantar villancicos en familia mantiene viva una tradición que ha atravesado generaciones y fronteras culturales. Fotografía/ Freepik

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El verdadero renacer de los villancicos llegó en el siglo XIX. Con la popularización de la Navidad como celebración doméstica y social, estas canciones volvieron a ocupar un lugar central en la cultura. Se escribieron villancicos nuevos y se recopilaron antiguos, a veces reconstruyendo letras perdidas o adaptándolas a los gustos de la época.

Colecciones como Carols Ancient and Modern (1823) ayudaron a que muchas melodías medievales sobrevivieran para futuras generaciones. Muchos de los villancicos que hoy consideramos clásicos, como Once in Royal David’s City, Away in a Manger y The Three Kings of Orient, surgieron o se popularizaron durante esta etapa.

En Estados Unidos, los villancicos también encontraron un espacio entre reuniones familiares, campamentos y comunidades afroamericanas, donde surgieron espirituales como Children, Go Where I Send Thee! y Rise up, Shepherd, An’Foller. En Austria, Silent Night (Noche de paz) se convirtió en un himno universal, compuesto en 1818 por Joseph Mohr y Franz Gruber, y según la leyenda, adaptado a la necesidad de cantar sin órgano durante la misa.

La costumbre de cantar villancicos se trasladó a hogares, tabernas y calles. Los grupos de niños y adultos recorrían vecindarios cantando, a veces a cambio de comida, bebida o donaciones para obras de caridad.

Charles Dickens inmortalizó esta tradición en Cuento de Navidad, donde un joven cantante enfrenta al viejo Ebenezer Scrooge con la valentía de la música y la esperanza que traen estas canciones.

Hoy, cada villancico que entonamos conecta pasado y presente. Son más que melodías: son historias que viajan siglos, tradiciones que han sobrevivido a prohibiciones, guerras y cambios culturales. Cuando cantamos un villancico en familia, en la iglesia o en la plaza, no solo celebramos la Navidad: seguimos uniendo generaciones y manteniendo viva la memoria colectiva de la música y la cultura.

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