Así era el mirador de Los Planes de Renderos cuando se inauguró hace 75 años

Hace 75 años, en los periódicos nacionales se publicó una imagen que llamó la atención de todo el país, la fotografía del recién construido mirador de Los Planes de Renderos, acompañado del titular “El gran mirador de Planes de Renderos”.

Era septiembre de 1950 y El Salvador presentaba una obra que, para su época, representaba un avance técnico y turístico sin precedentes. No se trataba solamente de un balcón con buena vista; era una estructura erigida sobre una pendiente tan abrupta que parecía desafiar la gravedad.

Ubicado a 12 kilómetros de San Salvador, en la calle hacia Panchimalco, el mirador se construyó sobre la montaña conocida como Loma Larga. La Junta Nacional de Turismo había dispuesto levantarlo desde 1949, y para lograrlo recibió la donación de una franja de terreno por parte de la familia Escobar Leiva.

Otros aportes provinieron de Marino Step, quien cedió la parte sur de su finca, y de Eliseo Rovira, quien entregó la porción norte del sector con intención de que se convirtiera en un paseo público. Todo esto quedó registrado en la Monografía cultural y socioeconómica del cantón Los Planes de Renderos, elaborada por la Universidad Tecnológica de El Salvador (UTEC).

Esa obra fue diseñada por el ingeniero y artista Federico Morales Rodríguez, conocido cariñosamente como “Lico”. Su papel en el proyecto quedó confirmado por sus propios hijos, quienes han detallado que su padre fue el responsable del diseño arquitectónico y artístico del mirador, dentro de la firma ASM (Alfaro, Suárez, Morales), encargada de ejecutar obras turísticas entre finales de los años cuarenta y mediados de los cincuenta.

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La monografía de la UTEC describe el proyecto como “un reto a la arquitectura moderna”, pues la estructura debía partir desde el nivel de la calle hasta el barranco, generando la impresión de estar suspendida en el vacío.

Esa sensación, que todavía muchos salvadoreños recuerdan, convirtió al mirador en un sitio único desde el inicio. En su interior, el mirador presentaba un diseño de tres niveles.

La terraza superior era la más conocida y la que apareció en fotografías de archivos históricos, un amplio espacio abierto desde el cual se apreciaba la capital, el volcán de San Salvador, el cerro San Jacinto y, hacia la derecha, el lago de Ilopango.

En días despejados, la vista alcanzaba incluso la cordillera de los Sisimiles y el cerro El Pital, el punto más alto del país. La segunda planta, construida bajo la terraza principal, fue diseñada como restaurante y bar. Contaba con un salón de grandes vidrieras que permitían una experiencia panorámica desde un ambiente cerrado.

Finalmente, la tercera terraza al aire libre completaba la estructura, ofreciendo un espacio adicional para observar el paisaje desde otra altura.

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La solidez del mirador quedó demostrada con el paso de los años. Según la misma monografía, su construcción fue de “total calidad”, ya que sobrevivió a varios terremotos destructivos en 1965, 1982, 1986 y a los eventos sísmicos de enero y febrero de 2001.

Esto reafirmó la maestría técnica del diseño original, especialmente considerando que fue levantado en una zona de fuertes pendientes y suelos frágiles.

Las fotografías de archivo muestran también una pérgola ubicada en la parte superior, la cual fue demolida posteriormente y quedó registrada en imágenes más recientes.

En su época inicial, la estructura completa era un punto de encuentro para chicos y grandes. La monografía relata que el espacio se convirtió en un paseo natural para quienes buscaban recreación en Los Planes de Renderos, un destino que, desde antes de su construcción, ya era apreciado por su clima fresco y por el acceso a la naturaleza.

El mirador no solo consolidó a Los Planes como zona turística; también acompañó el desarrollo de otras obras cercanas, como el Parque Balboa, el Parque de la Familia y el Santuario de Fátima.

Este corredor recreativo fue creciendo a la par de las visitas al mirador, que se volvió un punto obligado para observar la ciudad desde las alturas, celebrar festejos familiares y organizar paseos de fin de semana.

En 2002, el mirador volvió a ser intervenido durante un proceso de remodelación que buscaba reforzar áreas estructurales y recuperar parte de su apariencia original. Fue reabierto al público en 2003.

En julio de 2025, el mirador volvió al centro de la conversación pública luego de que el historiador Carlos Cañas Dinarte denunciara, a través de su cuenta de X, la demolición de uno de sus niveles. En la publicación se observa la intervención de parte de la estructura de este mirador, considerado uno de los principales puntos panorámicos del área metropolitana.

Posteriormente, se conoció que existe un convenio entre la Corporación Salvadoreña de Turismo (Corsatur) y la alcaldía municipal de San Salvador Sur, hecho público en sitios oficiales del Gobierno, cuyo objetivo es “mejorar la infraestructura actual” del mirador para desarrollar e implementar programas especiales de carácter cultural y turístico.

No obstante, su historia, documentada en fotografías de El Diario de Hoy (EDH) y en investigaciones académicas, recuerda la visión arquitectónica y turística de mediados del siglo XX, así como la importancia de preservar los espacios que han sido parte de la memoria colectiva del país.