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Ricardo Aguilar Humano se dio a la tarea de salvar el legado de Salarrué en 1994. Fotografía/ Tania Primavera

El arte de Salarrué: la historia detrás de su rescate

En 1994, el pintor Ricardo Aguilar Humano rescató el legado de Salarrué. Hoy, el MUPI lo conserva como patrimonio invaluable de la memoria cultural salvadoreña.

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Por Lissette Figueroa
Publicado el 10 de noviembre de 2025

 

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En 1994, el pintor Ricardo Aguilar Humano rescató de la casa familiar en Los Planes de Renderos los manuscritos, cartas, pinturas y objetos personales del artista Salvador Salazar Arrué, “Salarrué”, que estaban en riesgo de perderse. Ese legado fue entregado en 2003 al Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), donde hoy se conserva y se exhibe como parte del patrimonio cultural salvadoreño. A 50 años de la muerte de Salarrué y tres del fallecimiento de Aguilar, su gesto de amistad y amor por la memoria nacional mantiene viva la obra del creador de Cuentos de barro.

Era 1994 cuando el pintor Ricardo Aguilar Humano subió la carretera a los Planes de Renderos hacia la casa de su amigo Salvador Salazar Arrué, “Salarrué”. No imaginaba que aquella simple visita se convertiría en una misión para salvar parte de la historia cultural de El Salvador.

Según lo registrado por la periodista y gestora cultural Tania Primavera Preza, en su Tania Primavera Podcast, Aguilar regresó al país después de una larga ausencia con una sensación persistente: debía visitar la casa de Salarrué. Allí vivía todavía Maya Salarrué, una de las hijas del artista, quien encomendó rescatar el arte de Salarrué y su familia a Aguilar.

Al llegar a Villa Montserrat, ahora conocida como La Casa del Escritor y Museo Salarrué, Ricardo tocó la puerta de madera forjada y fue recibido por Maya, quien habitaba sola en un pequeño apartamento contiguo al jardín.

Lo que vio adentro lo conmovió profundamente: los techos estaban dañados, el olor a humedad llenaba las habitaciones, y los muebles y objetos se deshacían con el paso del tiempo. Sobre las mesas se apilaban manuscritos, pinturas, cartas y fotografías, todo cubierto de polvo y deterioro.

El arte de Salarrué: la historia detrás de su rescate
El arte de Salarrué: la historia detrás de su rescate

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El archivo personal de uno de los pintores y escritores más importante del siglo XX en El Salvador estaba en riesgo de perderse. Algunos documentos comenzaban a pudrirse, las esculturas de Zelié Lardé —esposa de Salarrué— se agrietaban, y los dibujos de sus hijas se estaban borrando.

En ese momento, Ricardo decidió guardar cada objeto qque estaba ahí. Al sol, secaba los papeles húmedos. Entre los restos, encontraba pedazos de historia: cartas, bocetos, instrumentos musicales, objetos marinos y la bata del propio Salarrué.

Ese mismo año, Maya Salarrué falleció, dejando en manos de Ricardo Humano el cuidado de aquel tesoro familiar. Conmovido por la responsabilidad, creó la Fundación La Casa de Salarrué junto a la escultora Verónica Vides, y durante años trabajó en la recuperación y clasificación del material.

Su gesto, nacido de la amistad y la memoria, fue el primer paso para preservar una de las colecciones más significativas del arte y la literatura salvadoreña.

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Del rescate al resguardo: el papel del MUPI

Años después del rescate, en junio de 2003, Ricardo Aguilar Humano entregó oficialmente el archivo al Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), dirigido por Carlos Henríquez Consalvi. Según relató Tania Primavera, quien desde entonces colaboraba en el museo, “vi que Santiago recibía a un hombre de pelo largo y gris, vestido de lino claro. Lo visitaba por algo importante: el legado de Salarrué”.

El archivo, compuesto por unas 100 cajas, fue trasladado desde la antigua Casa Presidencial del barrio San Jacinto, donde estuvo, por un corto tiempo, hacía el MUPI. Allí comenzó un meticuloso proceso de limpieza y clasificación. “Nos pusimos mascarillas para el polvo y comenzamos a abrir, a descubrir, a limpiar”, recuerda Primavera.

Carlos Herníquez Consalvi (izquierda) y Ricardo Aguilar (derecha) el día de la entrega oficial de las obras y pertenencias de Salarrué al MUPI. Fotografía/ Tania Primavera
Carlos Herníquez Consalvi (izquierda) y Ricardo Aguilar (derecha) el día de la entrega oficial de las obras y pertenencias de Salarrué al MUPI. Fotografía/ Tania Primavera

Ese mismo año, Henríquez Consalvi y Humano viajaron a Nueva Jersey para visitar a Olga Salarrué, la hija mayor del artista. Durante la visita, Olga les pidió una cosa: “Algo que les voy a pedir: es que saquen a mi madre de la oscuridad”. Esa frase se convirtió en una guía para el trabajo del museo, que desde entonces ha procurado visibilizar también la obra de Zelié Lardé.

En 2003, la casa familiar, Villa Monserrat, fue adquirida por el Estado y convertida en La Casa del Escritor, luego Museo Salarrué, administrado por la Secretaría de Cultura. Ahí también permanecen algunas pertenencias de Salarrué. El MUPI mantuvo en La Casa del Escrtiror, desde 2009 hasta 2015, una exposición permanente dedicada al artista y su familia.

El archivo que resguarda el MUPI fue reconocido por la UNESCO dentro del Registro Latinoamericano de Memoria del Mundo, por su valor único e irremplazable. Entre los materiales conservados hay 1,122 cartas, 1,017 libros, 250 obras pictóricas, 485 fotografías, grabaciones sonoras y material audiovisual.

Salarrué y su familia, una vida dedicada al arte

Luis Salvador Efraím Salazar Arrué, conocido como Salarrué, nació el 22 de octubre de 1899 en Sonzacate, Sonsonate. Desde niño mostró talento para el dibujo y la escritura. Estudió pintura en la Corcoran School of Art en Washington D.C. y expuso sus primeras obras en la galería Hisada de Nueva York.

A su regreso a El Salvador, se casó en 1922 con la pintora Zelié Lardé, con quien formó una familia profundamente ligada al arte. Sus tres hijas, Olga, Maya y Aída, también fueron artistas plásticas.

El legado de Salarrué, autor de Cuentos de barro, fue rescatado del olvido en 1994 y hoy forma parte del patrimonio cultural del país. Fotografía/ cortesía MUPI
El legado de Salarrué, autor de Cuentos de barro, fue rescatado del olvido en 1994 y hoy forma parte del patrimonio cultural del país. Fotografía/ cortesía MUPI

Salarrué es recordado por su estilo poético y humanista. Entre sus obras literarias más destacadas están El Cristo Negro (1926), Cuentos de barro (1933) y Cuentos de cipotes (1945). En pintura, exploró temas espirituales, simbólicos y naturales. Sus lienzos reflejan su interés por la cultura indígena, los sueños y la conexión con lo divino.

Su esposa Zelié fue una pionera en la pintura naíf salvadoreña. Sus obras representan escenas sencillas de la vida cotidiana, y aunque su trabajo aún espera un estudio profundo, forma parte esencial de la herencia artística de la familia.

Como explica Tania Primavera: “Una familia estaba contenida en un legado. No era solo él, Sagatara, Euralas, Salarrué. Eran Los Salarrué”.

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