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Así se vive el festival de la Calabiuza en Tonacatepeque. Foto Emerson Del Cid

La verdadera historia de la Carreta Chillona de Tonacatepeque, una de las leyendas más temidas del país

Aunque hoy forma parte del Festival de la Calabiuza, la Carreta Chillona de Tonacatepeque tiene un origen más oscuro y real de lo que muchos creen. La tradición local señala que su leyenda surgió durante una epidemia de fiebre amarilla en 1835.

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Por Leidy Puente
Publicado el 01 de noviembre de 2025

 

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La Carreta Chillona de Tonacatepeque, hoy parte esencial del Festival de la Calabiuza, tiene un origen más oscuro que festivo. Su leyenda nació en 1835, durante una epidemia de fiebre amarilla que azotó al país. En aquel tiempo, una carreta recorría de noche las calles recogiendo cuerpos para depositarlos en fosas comunes, y su crujido se asoció con el anuncio de la muerte. Con los años, la historia se mezcló con supersticiones y relatos de borrachos confundidos con cadáveres. Hoy, grupos como Barú recrean su imagen con respeto y creatividad, recordando una tragedia real que se transformó en símbolo cultural salvadoreño.

En Tonacatepeque, la Carreta Chillona no es solamente un personaje de la mitología. Es una historia que combina tragedia, enfermedad y muerte, y que se convirtió en una de las leyendas más fuertes de la mitología salvadoreña.

Si bien su presencia hoy se celebra entre luces, disfraces y público, su origen está ligado a uno de los momentos más difíciles de la historia local.

Según testimonios recopilados por jóvenes del grupo Barú —uno de los participantes del Festival de la Calabiuza 2025—, la leyenda de la carreta chillona nació en 1835, en medio de una epidemia de fiebre amarilla que dejó una gran cantidad de fallecidos en Tonacatepeque y en otros puntos del país.

Leonardo Hernández, encargado de la carreta del grupo, explica que la versión más repetida por los adultos mayores del distrito coincide en un punto:

“Era la recolectora de muertos. Como las personas morían por montones, la carreta pasaba de noche recogiendo los cuerpos directamente de las casas”, dijo.

Leer más: Así se vive el Festival de la Calabiuza 2025 en Tonacatepeque

Así se vive el festival de la Calabiuza en Tonacatepeque. Foto Emerson Del Cid
Así se vive el festival de la Calabiuza en Tonacatepeque. Foto Emerson Del Cid

El encargado de esa labor, un carretonero contratado por la municipalidad, trabajaba en las horas de oscuridad para evitar impacto en la comunidad. Iba casa por casa, levantando cadáveres que luego eran tirados en fosas comunes, ya que la emergencia superaba la capacidad de los cementerios de la época.

La mezcla de muertos y borrachos que dio origen a la leyenda

Una parte clave del mito tiene fundamento en prácticas que de verdad ocurrieron. Al carretonero —de acuerdo con Barú— se le conocía por embriagarse mientras cumplía su tarea. En muchas ocasiones pedía ayuda a otros dos hombres que anduvieran, como él, en estado de ebriedad.

“Si en la calle encontraban a un bolo tirado —que fuera amigo o conocido— lo subían a la carreta junto con los muertos”, relata Hernández.

Al amanecer, algunos de esos hombres despertaban confundidos, mareados y entre cadáveres, lo que alimentó el temor generalizado. La población empezó a creer que la carreta venía por las almas, no solo por los cuerpos, y que su crujir en la noche anunciaba la muerte de alguien.

Así se vive el festival de la Calabiuza en Tonacatepeque. Foto Emerson Del Cid
Así se vive el festival de la Calabiuza en Tonacatepeque. Foto Emerson Del Cid

Ahí nace el término “carreta chillona”:
el ruido de las llantas viejas sobre el empedrado y el rechinar de la madera se interpretó como un lamento.

Una representación que mantiene viva la memoria

El grupo Barú se inspiró este año en esta versión histórica para desarrollar su carreta. Los jóvenes pasaron cuatro meses investigando, entrevistando a personas mayores y recreando los detalles que caracterizaban la carreta original:
• Madera desgastada
• Telarañas y nidos de pájaros
• Huesos y rostros envejecidos
• Morros con caras que representan a las almas recolectadas

Para ellos, personificar esta historia implica más que salir en un desfile.

“La muerte guía la carreta porque es una condena perpetua. Quien la jala representa el destino de quien lidió con cuerpos sin consuelo ni sepultura digna”, explica Hernández.

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Durante el recorrido del festival, la carreta es acompañada por diversos personajes: El Cadejo Blanco, El Cadejo Negro, La Siguanaba, El Gritón de Medianoche, La Llorona, El Justo Juez, El Diablo y un grupo de jóvenes vestidos de blanco como ánimas.

Aunque hoy la carreta chillona aparece bajo un formato festivo y artístico, la intención es la misma: recordar las historias que forman parte de la realidad salvadoreña. Por eso, el grupo Barú apuesta a que niños, adolescentes y jóvenes continúen con esta tradición.

Así se vive el festival de la Calabiuza en Tonacatepeque. Foto Emerson Del Cid
Así se vive el festival de la Calabiuza en Tonacatepeque. Foto Emerson Del Cid

“Tenemos integrantes desde los 7 hasta los 27 años. La idea es que entiendan nuestras raíces y mantengan vivas las leyendas cuscatlecas”, afirma Hernández.

La Calabiuza, que tomó fuerza como festival después de la guerra, se ha convertido en un espacio donde las nuevas generaciones reinterpretan las leyendas sin perder su esencia ni el contexto del que surgieron.

En este sentido, para los habitantes de Tonacatepeque, la carreta chillona representa:
• La historia dolorosa de una epidemia
• El miedo real a la muerte
• La creencia de que las almas sin descanso vagan en la noche
• Una herencia cultural que se transmite en comunidad

Y es que, la Carreta Chillona de Tonacatepeque nació para anunciar una tragedia… y terminó convirtiéndose en una leyenda que camina cada 1 de noviembre por las calles del distrito.

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