“Así-calados” de Dinora Alfaro, una obra de teatro mágica y desafiante en el Poma

He leído Así-Calados cuatro veces, ejercicio realizado de principio a fin en una sola sentada, y en cada ocasión terminé atrapado en una obra singular que bien puede catalogarse entre lo mejor del Realismo Mágico del “Macondo” de Gabriel García Márquez; la fragmentación narrativo-temporal del mundo fantasmagórico del “Pedro Páramo” de Juan Rulfo y la evocación inequívoca de que “el paraíso es el infierno visto desde el otro lado”,provocado por “A puerta cerrada” de Jean-Paul Sartre. En efecto, siendo totalmente inédita y peculiar, Dinora utiliza estos recursos literarios con magistral originalidad para crea una atmósfera nutrida de simbolismo alegórico, donde las travesuras, sueños, amores, temores y esperanzas de una niña y un niño que comparten una cicatriz aún sangrante sobre sus hombros, se entrelaza con las vivencias de la guerra civil salvadoreña, la libertad creativa en el uso del tiempo y el espacio, las reflexiones sobre el pasado que siguen siendo parte de las vivencias del presente, y el presente que continua emergiendo inexorablemente del pasado; en un marco de paisajes rurales de San Antonio Caminos, ubicado en la San Vicente ciudad natal de nuestra autora. Todo esto se entremezcla surrealistamente, reviviendo y reinterpretando las anécdotas, los recuerdos y la historia, en un acto donde “el otro” puede ser el generador de la condena eterna o la liberación y redención existencial.

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En esta historia protagonizada por Sara y el Joven empapado de agua, Dinora invita a volar, “como en alas de un pañuelo”, en una trama contada a retazos, donde el presente y el pasado se confunden equívocamente y donde cada espectador tiene que tejer los acontecimientos y sacar las propias conclusiones en las que todos estamos (inevitablemente) “mojados”, “empapados”, “calados”desde la ropa, la piel, hasta los huesos, del agua de la historia que envuelve las vivencias personales y nacionales: “Al escuchar su historia, no pude evitar escucharla como un eco”.

Con esto, la autora provoca una serie de sensaciones y reflexiones profundas de las que nadie puede salir ileso, a través de un dialogo a veces tosco e impersonal, otras suave e íntimo, otras jovial y jocoso y otras con un toque de erotismo ingenuo, ubicando momentos límite de la vida humana que son situados en una singular sala de espera donde emergen las preguntas fundamentales de la vida:“¿dónde se coloca el amor cuando se debe dejar de amar?”;“¿por qué callo cuando quiero gritar?”;“¿cómo puede uno estar tan lleno de vacío?”;“¿por qué me voy cuando quiero quedarme?…

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La trama de la obra, pues, provoca la sensibilidad humana, evocando recuerdos con una narrativa que bien puede ser parte de la biografía de la autora en sus tiempos de niñez sometidas a la guerra civil, o la vivencia de cualquier salvadoreño o salvadoreña que vivió el conflicto armado de los años ochenta. Dinora escribe con una gran delicadeza poética:

“… ni en esos días en los que el rocío caía en capullos de pólvora sembrados por los fusiles y que al abrirse como las rosas maduras mutilaban el canto del gallo… robándonos la hora de levantarnos… a todos, menos a Patecuma, el periodista del pueblo, que se adelantaba al gallo… una madrugada salió, en pleno toque de queda y su último grito lo escupió en la pared frente a mi casa… duró largas horas… llegó la noche y nadie pudo llegar a avisarle que era necesario callar…. los capullos de pólvora aún florecían coloreando de tristeza el patio de mi casa, la calle de mi barrio, las paredes de mi pueblo… cuando eso pasaba todos éramos fantasmas, sin voz, sin ojos, sin voluntad…”

“… empecé a caminar de puntillas para no despertar el arcoíris que, dormido en la cumbre de la montaña, se había olvidado de guardar sus plumones. Pensamos que el resto de la tarde en el jardín, bastaría para colorear las interminables jornadas cuando bajo la cama solo nos rodeaba la oscura y la grave nota de la muerte”.

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Pero la historia contada por Dinora no sólo es el recuerdo borrascoso de la guerra, sino un canto de amor narrado poéticamente, posiblemente al primer amor de la vida que se lleva siempre en el corazón después del primer beso de amor:

“Sientes como que si se cae una estrella del cielo es una señal y si se caen quince no solo es un regalo sino una revelación de que el cielo está ahí para envolverte y te grita que sí, ¡que sí! y los árboles cantan al viento una canción que dice tu nombre y las tardes huelen a aventura y las mañanas a oportunidad … Y sientes que toda tu historia te preparó para ese instante… para ese preciso instante en el que amas y te sientes amado”.

El cenit de la obra, como momento en que todas las partes del rompecabezas encajan semióticamente para darle total sentido a la trama de la historia de Sara y el Joven mojado, se da en el símbolo del «pozo», como lugar en que la existencia cae y se vive con y a pesar de los fantasmas del pasado que habitan en su profundidad. En efecto, Dinora nos empuja a caer dentro del pozo de los recuerdos sepultados en el baúl del olvido que, de manera rebelde, una y otra vez, emergen para adquirir presencia de realidad o imaginación en la vida para atormentarnos. El pozo es, pues, mágica y paradójicamente, una figura literaria y al mismo tiempo la realidad de la muerte y la vida, el instante y la eternidad, la compañía y la más absoluta soledad, la situación y la condición humana, el instante que configura el alma y la existencia, el lugar de la culpa o el momento de la redención. En efecto, Dinora zambulle a su lector en el pozo en que todos nos “calamos” de la realidad, esa realidad que es objetiva, social e histórica y que, al mismo tiempo, es personal, íntima y existencial. Y con esto, nuestra autora nos obliga a preguntarnos para tomar una decisión: ¿terminamos con nuestra vida “calados” por el agua de nuestras culpas, o,valientemente, tomamos la opción de “asicalarnos” a nosotros mismos, elegir los pedacitos de corazón que se pueden llevar (los menos carcomidos) y continuar con la vida?

“Así-calados”, es un canto a la vida, al amor, a la esperanza, a pesar de todos los fantasmas que conviven en la historia del país y que inevitablemente todos llevamos dentro del alma desde los años oscuros de la guerra civil en El Salvador. La obra responde la pregunta crucial “¿dónde se coloca el amor cuando se debe dejar de amar?...no se coloca en ningún lado”, porque no se puede dejar de amar, no se puede sacar el corazón para dejar de amar, sólo los muertos dejan de amar y lo que se debe hacer es asumir que ese amor siempre se lleva dentro, como el primer beso de amor que será eterno en la memoria y que ha marcado indeleblemente el corazón; y tomar la decisión de que vivir cada día“… Acicalados, limpios, es mejor…

Con este breve ensayo, hago un humilde homenaje a Dinora Alfaro, una mujer apasionada, fiel y perseverante en el teatro, e invito a quienes aún no han leído su obra “Así-calados”, a que puedan vivir la experiencia mágica contenida en sus páginas, Y ahora que estamos a las puertas del estreno vayamos a disfrutarla desde una butaca, sin duda seremos sacudidos por las palabras, las imágenes, las sonrisas y la reflexión que Dinora Alfaro nos ofrece en esta obra que es un gran aporte a las letras y el arte en El Salvador.

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