Kilmar Ábrego denunció torturas en prisión que el gobierno niega
Kilmar Ábrego García, el salvadoreño que vivía en Maryland y fue deportado “por error” a El Salvador, relató a sus abogados que fue torturado en el CECOT, considerado el peor de los "gulags" del país y donde también fueron confinados más de 250 venezolanos expulsados de Estados Unidos en marzo pasado.
Esto consta en documentos oficiales en las cortes estadounidenses y fue revelado por el periódico español El País y otros medios y agencias de noticias importantes el pasado fin de semana.
El gobierno salvadoreño, por su parte, ha negado los señalamientos y mostrado imágenes de Ábrego en una cómoda celda individual, “bien atendido”, aunque deja la duda entre los salvadoreños de si ese lugar es realmente el CECOT, cuándo fueron las tomas, si solo fue un video para la ocasión como también el senador Van Hollen denunció que trataron de manipular su reciente visita al reo.
Aunque los prisioneros estuvieran en presidios que parecen “hoteles”, como los hay en Minnesota u otras ciudades en Estados Unidos, no deja de ser repudiable y eventualmente punible mandarlos a un limbo jurídico, sin que un tribunal defina si realmente son culpables, sin poder ver a sus familias, sin tener certeza de su futuro, incomunicados, como animales enviados a un zoológico. “La jaula, aunque sea de oro, no deja de ser prisión”, dice la sabiduría popular.
Como seguramente recuerdan nuestros lectores, lo del "archipiélago Gulag" fue acuñado por el escritor Alexander Solzhenitsyn, cuya obra "Un día en la vida de Iván Denisovich" fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura.
Solzhenitsyn describe la vida en un campo de concentración soviético, donde para los presos hasta un alfiler era una posesión valiosa, dadas las horribles penurias que afrontaban en esos campos.
Cuando Dostoievski fue deportado a Siberia en tiempo de los zares, pudo llevar consigo a su cocinera, lo que contrasta con el horror de los campos de concentración bajo Stalin, monstruo a quien se atribuye la muerte de cerca de cuarenta millones de personas, desplazamientos forzados de pueblos enteros incluyendo el de Georgia, sitio donde nació Stalin.
Bajo Mao, el fundador del Partido Comunista Chino, sesenta millones de sus connacionales murieron de hambre, el mayor genocidio de la historia, pese a lo cual se le venera en China, lugar donde y al igual que en la Rusia de hoy, se denuncia que los disidentes desaparecen o son asesinados en el exterior cuando consiguen escapar.
Si Kilmar, quien fue visitado en el CECOT tanto por una funcionaria estadounidense como por el senador Van Hollen, dice que fue víctima de torturas, es de temer que sufran el mismo trato los venezolanos enviados a nuestro país en su mayoría por el solo hecho de su nacionalidad o tener un tatuaje por su novia o como distintivo religioso.
Aunque fueran criminales, lo cual se ha descartado en la mayoría de ellos, por tratados y leyes internacionales no deben ser objeto de maltratos ni de ninguna clase de vejaciones, como tampoco lo deben ser los presos políticos y de conciencia castigados por criticar al gobierno, ni ningún ser humano en las ergástulas locales.
En este suelo se dan "juicios colectivos", una mofa del Derecho Internacional
Según el Socorro Jurídico Humanitario, 410 detenidos en el estado de excepción han muerto bajo custodia penitenciaria —entre ellos un dirigente transportista— y el gobierno ha tenido que liberar a más de ocho mil capturados que nada tenían que ver con pandillas.
Ya se dio el caso de un policía, luego capturado, que amenazó a una persona con aplicarle el "régimen de excepción" a menos que le entregara diez mil dólares...
Se han introducido en el país los "juicios colectivos", que consisten en juzgar a centenares de personas como si fueran un solo individuo o miembros de una misma pandilla, lo que choca con la regla universal de dar a cada quien la oportunidad de defenderse individualmente y ser oído y vencido —o reivindicado— en un juicio con arreglo a las leyes y por tribunales independientes.

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