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De cero a uno y de uno a muchos

Veo con preocupación que el gobierno ahora quiere ser “empresario de buses”, compitiendo en condiciones asimétricas con la empresarios de transporte privado, ya que los fondos con que cuenta el Estado para iniciar “su empresa” son prácticamente ilimitados y los riesgos de su inversión -gane o pierda-, no representan ningún daño para el patrimonio de los burócratas, sino que, en todo caso, los asumiremos esa masa amorfa y sin rostro que se llama: contribuyentes fiscales.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Los avances sociales y científicos de los que gozamos hoy en día ocurren gracias a que, en el pasado, otras personas lucharon, trabajaron y se esforzaron para conseguirlos; tal como dice el científico Stephen Hawking, con la humildad que caracteriza a los grandes hombres: “para ver el futuro, nos paramos sobre hombros de gigantes”, refiriéndose a Copérnico, Galileo, Newton, Platón, Aristóteles y esa lista infinita de genios que hicieron sus invaluables aportes en el pasado.


En su célebre libro “De cero a uno”, Peter Thiel analiza el impacto causado por esos visionarios que moldearon nuestro mundo desde el pasado, mediante el primer ejemplo satisfactorio de una tecnología, filosofía o forma de hacer políticas públicas o sociales. Ese “primer paso” se llama pasar de “cero a uno”, dado que el paso más significativo de la invención es demostrar que ese “uno”, es el primer ejemplo de que lo inventado es viable, realmente funciona y es útil para aliviar alguna necesidad de los consumidores. Lo que viene después no se trata nada más que de cuestiones de producción masiva y a escala, marketing y optimización de recursos.


Tan acostumbrados estamos a nuestras computadoras portátiles, a los televisores y teléfonos inteligentes, a las vacunas y antibióticos, a la comida barata, que pasamos por alto que casi todo lo que disfrutamos hoy en día fue inventado en el Siglo XIX: agua corriente dentro de las casa, fría o caliente, con lavamanos, duchas y baños higiénicos, lo cual permitió que en nuestras sociedades se eliminaran las pandemias y enfermedades derivadas de la falta de higiene en que vivían nuestro antepasados.


Se inventó la electricidad que genera la comodidad de tener luz con un solo “click”, evitando de esa forma utilizar candelas y candiles de gas, que muchas veces provocaban incendios, no solo en casas, sino que arrasaban ciudades enteras, provocando cientos de muertes al año, junto a los respectivos daños económicos.


De ese siglo proviene el motor a combustión que permitió la existencia de carros -que sustituyeron a los peligrosos e ineficientes coches tirados por caballos-; de aviones y de metros, que hicieron el mundo más cercano y eficiente; así como del ascensor que permitió la construcción vertical.


Pero, ¿cómo surge todo eso? Surge de los inventores, personas que vivían en sociedades libres que permitían la libre circulación de ideas y del conocimiento asociado a estas. Genios que se desarrollaron al amparo de gobiernos que estimulaban su espíritu creativo y que respetaban la propiedad privada y la explotación económica de los derechos derivados de sus invenciones. Que no solo permitían, sino que, a su vez, incentivaban el desarrollo del capitalismo dentro de sus sociedades, así como de su hijo: el libre mercado; sabiendo que en el libre mercado “los que ganan” son siempre los que ofrecen los productos más novedosos y baratos, que resuelven los problemas y necesidades de los consumidores.

La historia nos demuestra una y otra vez que cuando los gobiernes “meten la mano” en el mercado para decidir quiénes son los ganadores y quienes los perdedores; controlan los precios de forma artificial por medio de leyes o por medio de burocracia; y se desconectan de lo que realmente es requerido y necesitado por los consumidores; o bien, cuando el gobierno se “mete a empresario” sin arriesgar el patrimonio personal del burócrata encargado, sino el de todos -ya que juega a empresario con fondos públicos-, entonces… el único que pierde es la sociedad y el único que se enriquece es la clase gobernante.


Explicado lo anterior, es por ello que veo con preocupación que el gobierno ahora quiere ser “empresario de buses”, compitiendo en condiciones asimétricas con la empresarios de transporte privado, ya que los fondos con que cuenta el Estado para iniciar “su empresa” son prácticamente ilimitados y los riesgos de su inversión -gane o pierda-, no representan ningún daño para el patrimonio de los burócratas, sino que, en todo caso, los asumiremos esa masa amorfa y sin rostro que se llama: contribuyentes fiscales.


¿Mi consejo? Que el gobierno deje a la empresa privada en paz para que resuelva sola y libremente las necesidades de la población, y en vez de gastar en empresas que no sabe administrar, apueste por invertir en educación de calidad para el pueblo, apoyando con becas en el extranjero, totalmente pagadas, a favor de maestros y estudiantes sobresalientes.


La empresa privada es que la que hace que pasemos como sociedad de “cero a uno” y de “uno a muchos”, la intervención gubernamental en el mercado genera solo gasto para promover su clientelismo político.
Abogado, Master en leyes/@MaxMojica

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