Dra. Grace Díaz de Caceros: entre la pasión por la medicina y el amor por la cocina
Con más de 25 años de experiencia como radióloga, la Dra. Grace Díaz de Caceros encontró en la gastronomía un mundo nuevo, el cual le permite demostrar su afecto a los demás y compartir momentos que dejan huella.
Con más de 25 años de experiencia como médico radiólogo, la doctora Grace Díaz de Caceros no solo ha dedicado su vida a la medicina, sino que también ha encontrado en la cocina una segunda pasión que le ha permitido desconectarse, relajarse y compartir amor a través de los sabores.
Responsable del área de imágenes del centro médico CCIAM, Díaz de Caceros ha sido una defensora constante de la prevención y detección oportuna del cáncer de mama, una causa que considera uno de sus pilares de vida. Pero como ella misma reconoce: “Los médicos también somos seres humanos, y necesitamos ampliar la mente”.
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Inspirada por una frase del médico catalán José de Letamendi —“el médico que solo medicina sabe, ni medicina sabe”—, decidió explorar otros intereses y se inscribió en un curso de cocina.
“Yo lo encontré (eso nuevo) en cocinar. No soy chef experta, pero sí saqué un curso, donde aprendí mucho. Salía corriendo de la clínica por las tardes para llegar a mis clases. Ahí me olvidaba de aquello que tenía que ver con la medicina y me concentraba en aprender a cortar cebolla o a conocer nuevos ingredientes”, relata con entusiasmo.
Aunque no tiene aspiraciones de abrir un restaurante, como comentaron algunos de sus compañeros que tomaron las clases, su motivación fue más íntima: “Yo quería cocinar para mi familia. Para mí, dar un plato de comida rico es una forma de demostrar amor”, cuenta. Y aunque su esposo a veces le sugiere descansar y pedir comida a domicilio, ella insiste: cocinar la relaja y la llena de energía.

“Lo hago con mucho gusto, lo hago con pasión. A veces, mi esposo me dice, 'hoy no cocinés porque estás muy cansada, ha sido una semana pesada, tenés que descansar, mejor pidamos algo'. Pero realmente, yo disfruto cocinar”, explica.
También confesó que prefiere realizar comidas saladas y del día a día: mariscos, carnes, platos sencillos y sabrosos. Evita los postres —“gracias a Dios”, dice entre risas— por razones de salud.
Esta experiencia culinaria también le ha brindado una nueva perspectiva sobre la alimentación, algo que ha sabido trasladar a su práctica médica. “Aprendí que muchas comidas que parecen saludables no lo son. Ahora entiendo mejor qué llevan los alimentos y eso me ayuda a orientar mejor a mis pacientes”, relata.
La doctora también ha convertido su pasión en un puente con su entorno: prepara platillos para sus colegas en la clínica, viaja a visitar a su hija con recetas ya planificadas y cocina para reuniones familiares. “Lo que hago, lo hago con amor. Me distrae, me relaja y me conecta con la gente de una manera diferente”, afirma.

Aunque nunca se ha visualizado como chef profesional, sí reconoce que algún día le gustaría tomar otros cursos: quizás de barista o enología. “Cualquier cosa que me permita seguir aprendiendo”, dice.
La doctora Grace proviene de una familia de médicos y, desde pequeña, supo que quería dedicarse a la medicina. Aunque su primer interés fue la medicina interna y la geriatría, la vida la llevó a especializarse en radiología. Hoy, con orgullo, afirma que no se equivocó.
“La radiología es clave para que un médico tratante dé el diagnóstico correcto. Si yo me equivoco, se puede alterar todo el tratamiento”, explica. En su trayectoria, ha acompañado a muchas mujeres y familias en el duro proceso del cáncer de mama, y considera que la experiencia —tanto profesional como de vida— es insustituible.
Para ella, el aprendizaje nunca termina. “Un día sin aprender algo es un día perdido. La cocina me ha enseñado a ver el mundo desde otra perspectiva, a escuchar más, a compartir más. Y eso también me hace mejor doctora”.
Aunque algún día se retirará de la medicina, está segura de que nunca dejará de cocinar.

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