Los matrimonios multiculturales, interraciales, interétnicos e interreligiosos comparten ciertas ventajas y desventajas.
Una publicación de The New York Times (“Por qué casarte con un extranjero hace más feliz tu vida”), sugiere que estas relaciones son un poco complicadas pues de acuerdo a estudios tiene una tasa de divorcio muy alta.
Su convivencia está llena de algunos problemas ligados a la comunicación como una mala traducción de expresiones y palabras, desconocimiento del léxico propio del país de origen, confusión y dificultad para darse a entender.
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Todo ello desenmaraña incomodidad, a veces enojo y lo peor llega cuando son ignorados o dejados fuera de alguna conversación de la pareja con sus conocidos.
Además tienen que lidiar con la tristeza de la otra persona que añora su país de origen y otros problemas legales sobre todo al viajar con la Visa y hasta dar explicaciones de sus antecedentes maritales.
Esas relaciones se convierten en un reto y decidir vivir el resto de los años con alguien que no pertenece al grupo social, ni a su propia cultura, clase social, raza y religión también lo es.
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Por el otro lado esos matrimonios tienen una ventaja considerable: siempre hay dos de todo. Por ejemplo existen dos gastronomías, dos idiomas, dos festividades para celebrar, dos familias completamente distintas, dos países, etc.
Un informe finlandés concretó que dichos matrimonios binacionales se convierte en un experimento mundial sobre cómo desarrollar la empatía.