¿Cómo era físicamente Jesucristo? Como todos los judíos de Palestina

Algunos testimonios y profecías de entonces describen a Jesucristo como uno más en la multitud (“varón de dolores, acostumbrado al sufrimiento... no hay hermosura en él, ni esplendor... sin atractivo alguno para que lo apreciemos”—, pero su físico era irrelevante ante su extraordinario magnetismo, su divinidad.

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Foto Por EDH-Shutterstock

Por El Diario de Hoy

2020-07-15 8:16:31

Alejandro Barbero, un muy prestigiado académico italiano, autoridad a nivel mundial sobre el mundo antiguo, el Medioevo y el Renacimiento, analizó lo que sabemos sobre Jesucristo y su vida comparándola con lo que conocemos de emperadores como Tiberio o Vespasiano.
De ambos emperadores se sabe, por inscripciones, monedas con su efigie, lo que sobre ellos escribieran Suetonio y Tácito décadas más tarde.
Pero de Cristo, señala, hay testimonios escritos casi inmediatamente después de su muerte y resurrección, no solo los evangelios de sus discípulos inmediatos, sino de un fariseo y ciudadano romano, San Pablo, que envidiaba a quienes lo conocieron y que posteriormente se convirtió en un apóstól.
En la paranoia que ha hecho presa en Estados Unidos y media humanidad sobre el racismo, era casi natural que surgiera la cuestión de cómo era Cristo, pues obviamente no podía tener los dulces rasgos, muy europeos, con que usualmente se le representa.
El Mesías nació en la Judea de aquel tiempo y, por lo mismo, su cuerpo y su rostro eran lo normal de los judíos de entonces, rasgos muy semitas, nada agraciados en comparación con lo que fueron los romanos y los griegos, de ascendencia aria, caucásica, inmortalizados en esculturas y bustos, desde el Hermes de Praxíteles y el Auriga de Delfos, hasta los bustos de nobles romanos.
David, el extraordinario héroe que marcó la historia de los judíos, padre de Salomón, no fue como lo esculpió Miguel Ángel, una deslumbrante obra que se atesora en Florencia.
Empédocles dijo que si los toros tuvieran dioses, los representarían como toros, en igual forma como para los cristianos en Oriente Cristo tenía los ojos rasgados…
Algunos testimonios y profecías de entonces describen a Jesucristo como uno más en la multitud (“varón de dolores, acostumbrado al sufrimiento… no hay hermosura en él, ni esplendor… sin atractivo alguno para que lo apreciemos”—, pero su físico era irrelevante ante su extraordinario magnetismo, su divinidad.

El Evangelio y enseñanzas de Cristo dinamizaron al mundo

En la parábola del Buen Samaritano se revela una esencial realidad: cada tribu que habitaba en la Palestina de entonces se “encapsulaba” en sí misma, evitando en lo posible contactos con las otras que allí convivían.
Como judío, Cristo era hijo de padres judíos y sus seguidores fueron judíos. Pero casi inmediatamente después del escándalo de la cruz en el Gólgota más y más paganos y de otras etnias fueron convirtiéndose al cristianismo, al punto que pocas décadas más tarde el emperador Nerón los acusó de haber incendiado Roma, un fuego que seguramente él mismo causó en el año 64 para limpiar una parte de la Roma de entonces y poder allí construir su “Domus Aurea”. En descargo de Nerón, debe señalarse que para edificar la “Domus Aurea” utilizó muy innovadoras técnicas de construcción que influyen al día de hoy.
La acusación contra los cristianos comprueba que pocas décadas después de la muerte y resurrección de Cristo, su doctrina se había propagado en el mundo de entonces al punto de llegar a ser el fundamento de la civilización como la conocemos.