Antes de asomarse a la fábrica los inspectores ya van con la sanción

No puede haber “ojos bonitos en rostro ajeno”, pues cuando los hay, sus agraciados dueños en el momento menos esperado pueden sufrir un garrotazo...

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Foto EDH / Cortesía

Por El Diario de Hoy

2020-05-18 10:22:36

Los inspectores de trabajo en este régimen, al igual que los jueces prevaricadores, llegan a empresas y lugares de trabajo, o abren procesos, con la resolución tomada o la sentencia lista antes de poner pie en una empresa, pues inclusive, la nueva modalidad operativa, se hacen acompañar por policías y soldados que en tal forma traicionan el mandato sobre la apoliticidad de ambos cuerpos.
Siete de tales “inspectores” —pues no tenían que inspeccionar nada— se presentaron el jueves por la mañana a cerrar ADOC, la fábrica que efectivamente puso zapatos en los pies de todos los salvadoreños, indistintamente de su condición, reemplazando los caites que en un arrebato de torcida ideología se pretendió eternizar, como mulas, carretas y el náhuatl iban a reemplazar automóviles y maquinaria.
Con las botas de piel volteada todoterreno, los “Vulcanizados”, los campesinos, pequeños agricultores y jornaleros liberaron sus pies…
¿Es que los “inspectores” esperaban encontrar resistencia armada en la fábrica, para acompañarse por soldadescas?
El delito cometido por ADOC, según los inspectores, era muy grave, similar al de la fábrica Intradesa otrora asociada a Javier Simán, presidente de ANEP: en vez de seguir produciendo zapatos y con la idea de contribuir al esfuerzo en el combate contra la pandemia del coronavirus, ADOC estaba fabricando gel desinfectante, máscaras y gabachas protectoras para médicos, enfermeras y personas que lo requirieran.
Pero eso, de acuerdo con la orden que llevaban los inspectores y la soldadesca, era un delito. Y de nuevo, todo para “proteger a los trabajadores”.
Es preferible que los trabajadores sean “protegidos” aunque pierdan sus ingresos, a continuar elaborando productos que los salvadoreños necesitan.
En Estados Unidos y en muchos otros países, ya sea por decisión propia o por haberlo solicitado alguna autoridad, muchas empresas han dejado sus rubros normales para fabricar respiradores, mascarillas y similares.
Lo han hecho “los tres grandes” del automovilismo en Estados Unidos, Tesla al igual que la Ferrari en Italia, como seguramente es el caso de fábricas de diversa naturaleza en naciones como Corea del Sur, Taiwán y Japón.
Pero como ya hemos dicho, en nuestro suelo no puede haber “ojos bonitos en rostro ajeno”, pues cuando los hay, sus agraciados dueños en el momento menos esperado pueden sufrir un garrotazo…

Sonreír y saludar inclinando la cabeza consume poquísimas calorías

La falta de debidos lineamientos, adecuados protocolos, paralización del transporte público, están llevando a muchas pequeñas y medianas empresas a cerrar.
El Café de Don Pedro, donde tantos de nosotros disfrutamos de su amable ambiente, lucha por sobrevivir, igual que las pequeñas panaderías, talleres que elaboran ropa, los que hacen sandalias. Ellos enfrentan una fría indiferencia de parte del régimen, pero de seguro la prefieren a ganarse, sin saber por qué motivos, su animosidad.
Es proverbial que en muchas dependencias y lugares de trabajo “como amanece el jefe”, cuál es su humor, puede afectar el ambiente, lo que da la oportunidad a los buenos y sensatos jefes de sobreponerse a cualquier disgusto en favor de la gente que lo rodea.
¿Cuántas calorías se gastan al sonreír? Poquisisísimas, pero lo que se recibe en buena voluntad de otros es enorme…